La plaga que no conoció el faraón
Guillermo Fabela Quiñones
Apuntes
La peor plaga que hemos sufrido los mexicanos no la sufrieron los egipcios de los tiempos bíblicos. Según Felipe Calderón, llegó a su quinto año de “gobierno” pese a las “plagas” que se presentaron en el curso del sexenio, porque jamás se arredró ante los embates de una realidad inédita. Se vio obligado a enfrentar la peor crisis económica mundial, la epidemia de un virus desconocido, ahora la peor sequía de la historia y la violencia de cárteles del crimen organizado, los cuales “nunca habían sido tan agresivos, tan despiadados, tan ofensivos con la gente como ahora. Pero en lugar de dar la vuelta, en lugar de sacatearle, en lugar de irse y mirar a otro lado, decidimos hacerle frente”.
Sin embargo, a la verdadera plaga que jamás ha conocido la humanidad, el neoliberalismo, no se refirió el inquilino de Los Pinos. No, porque de ella se ha beneficiado de manera extraordinaria la elite a la que sirve el grupo en el poder, cuyas consecuencias han sido realmente nefastas para el mundo, y particularmente para las llamadas economías emergentes. Las plagas de los tiempos de Moisés no iban a poner fin a la humanidad, ni siquiera podían dañar de modo irreparable al pueblo egipcio, sí en cambio lo puede hacer el neoliberalismo en un santiamén de prolongarse su vigencia.
La “peor crisis económica mundial” es la consecuencia obvia de la estrategia económica impuesta por el llamado Consenso de Washington, así que hace mal Calderón en quejarse, si por otro lado ha enriquecido de manera extraordinaria a las elites de las súper potencias, y de paso a las burocracias doradas a su servicio. Por lo que se refiere al virus de la influenza, hay muchas dudas científicas sobre su aparición, que pudo haber sido planeada desde centros de poder trasnacional, con una finalidad económica y de estudio sobre las posibilidades que un Estado puede tener para controlar a la población civil. ¿Acaso es mentira que el vicepresidente del gobierno de George W. Bush, era en ese momento uno de los principales accionistas de la empresa farmacéutica que fabricaba el medicamento que resultó el mejor para contrarrestar el virus?
En cuanto se refiere a la agresividad y saña de las bandas criminales, Calderón debió suponer siquiera que al acorralarlas iban a responder en la forma que lo han hecho. Sería infantil creer que se iban a entregar muertas de miedo, que las iba a derrotar sin que opusieran resistencia. La violencia extrema se suscitó porque el régimen calderonista la inició, con una finalidad política más que verdaderamente defensiva del Estado de Derecho. El crimen organizado jamás podrá ser derrotado en la forma en que quiere hacerlo Calderón. Nunca en la historia de la humanidad se ha visto que las bandas criminales se acaben únicamente por medio de las armas, si paralelamente no se corrigen las causas profundas de su aparición en el tejido social.
Por otro lado, a quien Calderón debe agradecer la oportunidad de “servir al país”, no es a Dios, pues su actuación al frente del Ejecutivo nada tiene que ver con designios divinos, pues seguramente Dios no podría estar de acuerdo con el quebrantamiento de uno de los mandamientos más caros del cristianismo: “No matarás”. Además, ha violado de manera flagrante un ordenamiento fundamental de Cristo: “Un mandamiento nuevo os doy: Que os améis unos a otros; como yo os he amado, que también os améis unos a otros”. (San Juan 13:34).
Su agradecimiento debe ser para la Casa Blanca, donde seguramente están muy complacidos por su obediencia y entreguismo, con el burdo pretexto del combate al crimen organizado, ahora equiparado con el terrorismo para que se amplíen las vías de la intromisión de Washington en nuestro país. Esto es sumamente grave y tendrá repercusiones muy lamentables para la sociedad mexicana, en cuanto que podrían crearse condiciones objetivas para que autoridades de la nación vecina quieran gobernarnos desde la capital del imperio.
No es otra la finalidad de la Iniciativa Mérida, el “caballo de Troya” para que agentes estadounidenses se metan por todas partes en territorio mexicano. Lo dijo muy claramente el embajador Anthony Wayne, al hacer entrega a la Secretaría de Marina de un avión Caza 235 Persuader para patrullaje marítimo, así como tres vehículos terrestres de inspección no invasiva para la detección de explosivos y drogas. Dijo: “Las amenazas no se detienen en la frontera, pero tampoco nuestra capacidad de colaboración”.
Cabe preguntar por qué, en el marco de la cooperación bilateral, sólo se habla de armas y nunca de apoyos reales al desarrollo social del país. La respuesta es muy sencilla: no es del interés de Estados Unidos que México progrese, sino que se debilite para tener su gobierno mayor facilidad de lograr el tan anhelado propósito de que los mexicanos seamos un “Estado libre asociado”, sin posibilidad alguna de defender su autonomía e independencia.
(guillermo.favela@hotmail.com)
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