lunes, diciembre 05, 2011

“La orden: a pesar de los tiempos, ser feliz todo este siglo” : Ricardo Andrade Jardí



“La orden: a pesar de los tiempos, ser feliz todo este siglo”
Ricardo Andrade Jardí


Escribir desde la rabia siempre es un ejercicio imprudente. Uno debe dar tiempo a la reflexión para que la denuncia sea precisa. Pero la noticia, primero de la desaparición y luego del asesinato de nuestra amiga, maestra y compañera actriz Julia Marichal, no deja tiempo para una reflexión sesuda. La impotencia de ver cómo se derrumba México obliga a la movilidad inmediata. El odio y el terror implementado por la derecha panista, con la complicidad de todos los grupos políticos (principalmente PRI, PRD, filiales y genéricos electoreros), impulsa a la necesidad, insistimos, de la movilidad. Pretenden establecer el terror justamente para que el miedo nos inmovilice, nos separe, nos aleje, y en buena parte lo han logrado. Más de 60,000 (sesenta mil) ejecutados no parecen ser una cifra significativa para que todos salgamos a la calle hasta que renuncien los asesinos que bajo el pretexto de una falsa guerra contra el narcotráfico, negocio de excelencia neoliberal, han militarizado al país y han pretendido convertir en ajuste de cuentas o daños colaterales a un sin fin de luchadores sociales, a los que hoy se suma la buena Julia Marichal, hija del escritor campechano Juan de la Cabada, otra de las muchas deudas pendientes de la cultura mexicana con los verdaderos artífices de un arte profundo, siempre marginado por la inculta telebasura de quienes nos desgobiernan.


Tuve la profunda suerte de conocer a Julia cuando militaba en una izquierda que aún no se había tragado la mentira esa del fin de la historia. Caminamos juntos por una buena senda de frustraciones políticas que en lo personal me enseñó mucho y constituye lo que hoy soy. Pero ese camino habría sido infinitamente terrible de no haberlo transitado con la estrella de luz y alegría que siempre nos impuso Julia Marichal. La faceta de maestre de Julia marcó sin duda mi decisión de hacer teatro y de hacerlo además como hoy lo hago, junto a la gente que cree no sólo en otro mundo posible, sino que no hay otro mundo posible sin otro arte posible. De Julia aprendimos la importancia de conocer y reconocer las raíces de identidad que nos construyen con la profunda influencia de la esclava África y de la afro ascendencia que son fundamentales en el imaginario cultural de nuestra identidad contemporánea, por más que muchos quieran imponer lo de que en México la africanidad no existe.
Los últimos contactos que mantuve con Julia fueron en relación con el criminal golpe de Estado en Honduras. Nos preocupaba la suerte de amigos en común ligados al teatro. Nuestro contacto para ir sabiendo la suerte de nuestros compañeros y compañeras, fue la radio comunitaria que, en ese momento, sostenía un amigo mexicano que se había movilizado a Honduras para testificar el proceso social que, previo al golpe, se gestaba en aquel país Centro Americano.
Muchos son los recuerdos que se me agolpan sobre Julia Marichal. Infinita es la rabia por su asesinato. Pero nada apaga la estrella de Julia que brilla como siempre lo hizo.
Su muerte se suma a uno de los tantos agravios por los que tendrá que responder el asesino desgobierno mexicano, que sin importar cuántos militares siga sacando a la calle, jamás será reconocido más que como el de haber convertido al Estado en de facto ilegítimamente, avalado por tanta mediocridad.
Las próximas generaciones de mexicanos sabrán cobrarle la factura a los asesinos hoy en el “poder” por el terrible daño que le han hecho a México.
Julia Marichal desde donde quiera que esté alumbrará el camino para que nunca más hijos del Diablo, como Fecal y su gabinete de inseguridad, desgobiernen en nuestro país.
México merece una mejor suerte y esa no está ni con el PRI de Peña Nieto, Televisa y Salinas de Gortari, ni con los fascistas mediocres del PAN, ni con los perros de la seudo izquierda moderna del PRD.
No encuentro mayor congruencia entre toda la rabia que nos invade que “apropiarnos”, como gustaba de decir Julia recordando a su padre, de la siguiente consigna: “La orden: a pesar de los tiempos, ser feliz todo este siglo”. Eso es lo que ellos: los asesinos que desde el poder despachan, no tienen y eso es lo que jamás podrán arrebatarnos: nuestro irrenunciable derecho a la felicidad...
¡Hasta siempre Julia amiga!

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