AXEL DIDRIKSSON
MÉXICO, D.F. (Proceso).- Si una sociedad en lugar de crecer y desarrollarse puede llegar a involucionar, en México encontramos pruebas de esta grave tendencia. El ámbito más demostrativo es inverosímil: la SEP. La acumulación de acontecimientos que se derivan de las decisiones que toman los funcionarios y otros personeros enquistados en este aparato, y el daño descomunal que están haciendo en la vida de millones de niños y jóvenes del país, dan como para hacerles un juicio político por estar propiciando la violación del derecho humano fundamental a la educación.
En el lodazal en que actualmente se pelean la lideresa del SNTE, sus antiguos adoradores, los dirigentes de su partido, sus familiares cercanos, sus otrora aliados y hasta Felipe Calderón, quien vergonzosamente ha tenido que salir a confirmar negociaciones de puestos administrativos en el ISSSTE y en la SEP como si se tratara de posiciones ínfimas y no de cargos que requieren liderazgo, conocimientos amplísimos del sector y, sobre todo, la mayor honestidad, pues se trata de educación y de salud, sobran las demostraciones de la decadencia en que han sumido al sistema educativo.
Tan sólo en este sexenio (pena debería de darle a Calderón Hinojosa asumir que alcanzó el título de “presidente de la educación”): El analfabetismo de la población adulta se ha mantenido sin cambios significativos pese a que éstos pueden representar oportunidades de superación social y personal; el contenido de los libros de texto fue impugnado por diversos sectores de la sociedad y por expertos en distintos campos, debido a mutilaciones, falta de coherencia y errores descomunales en la información que se ofrece; los fraudes que han acompañado las pruebas aplicadas al magisterio para el otorgamiento de plazas encubren la precariedad del trabajo docente en todo el país, así como la falta de preparación, actualización y formación integral de los maestros; la inoperancia de las pruebas que se aplican de forma intermitente en la educación básica, media y media superior, pues los alumnos alcanzan bajos niveles, como ocurre con las correspondientes de profesores y directivos, aunque son aún más elocuentes los mínimos resultados obtenidos durante años en la aplicación de las pruebas internacionales.
Asimismo, se propuso primero modificar la currícula de algunos grados de primaria, luego de la secundaria y más tarde del bachillerato, para terminar con una reforma de supuesta articulación que, basada en estándares y competencias, aparece como un parche enorme frente a las irracionalidades con las que se han tomado las decisiones educativas en los últimos cinco años. Como agregado a lo anterior y a muchas arbitrariedades e incongruencias más, debe decirse que la SEP es una entidad por donde pasan millones de pesos que alimentan los bolsillos de “comisionados sindicales”, aviadores y burócratas inútiles que sobreviven gracias a sus ineptitudes.
Para alcanzar este altísimo nivel de decadencia educativa, Calderón, Gordillo, Yunes y todos sus secuaces negociaron desde el inicio del actual sexenio cargos para sus congéneres y asociados, como si la SEP fuera una empresa que hace salchichas en serie (por ello lo de los estándares de calidad que buscan alcanzar) y no fueran importantes el aprendizaje, la salud, la alimentación, el futuro de los que educan y los que están en el proceso de adquirir capacidades nuevas, creatividad y conocimientos.
Es verdaderamente increíble para cualquier educador conocer de estas realidades que rayan en la frivolidad y exhiben la degradación de un régimen político que no reconoce la importancia que tiene una buena educación para todos y que, por lo mismo, causa desgracias y daños iguales o peores a los de un terremoto, una guerra o una pandemia. Ni más ni menos.
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