María Teresa Jardí
Si algún ejemplo puede brindar hoy la clase política mexicana al mundo es el de cómo la corrupción mata a la inteligencia. Así como la autora de la saga Harry Potter, que, por cierto, también a mí me encanta, nos relata que las arañas huyen del basilisco (monstruosa serpiente mágica que tiene ojos que se convierten en un arma mortal para asesinar a quien la mira), los marineros saben que cuando las ratas lo abandonan es que la peste ha llegado para cobrar vidas al barco.
A lo largo de la saga del mago se da la eterna lucha entre el bien y el mal que, en las novelas, acaba bien porque la autora, que ya se desdice por cuanto a no continuar con la misma, no quiso matar al héroe de los buenos, aunque el final real se encuentre en el capítulo anterior a las dos últimas páginas, a manera de explicación sobrante, donde diecinueve años después se nos hace conocer “la feliz y maravillosa” vida del héroe en cuestión. Vida feliz y maravillosa que de continuar la saga deberá acabarse por cuestión de lógica, haciendo aparecer, quizá, a un hijo desconocido de Woldemort, que será enfrentado por hijos del mago héroe de la saga anterior, como es evidente. No he visto aún la nueva película, pero me encantará, aunque ninguna de ellas logre superar ni de lejos a las novelas y aunque se pueda decir sin temor a equivocaciones que nunca segundas partes fueron buenas.
Lo que vive hoy el mundo es la lucha entre el bien y el mal. Encabezado el mal por los impresentables organismos internacionales que dominan al mundo. Los que al oído le soplaron a la clase política tanto de Europa como de América, sobre los beneficios que la corrupción en lo individual les propiciaría, si renunciaban a la ética en el manejo de la cosa pública. El resultado salta a la vista.
Mientras el hombre exista el bien y el mal estarán presentes y lo que como pueblos, a los pueblos puede salvar del mal, es la exigencia de una nueva firma del pacto social como el rescate de la inteligencia que hoy en México se encuentra desaparecida entre la clase política.
La Gordillo lo que está haciendo es abandonar un barco que además sabe que se va a pique. A pique como “El Titanic”, pero, además, sin capitán, ni nadie a la vista capaz de, renunciando a sus aspiraciones, que incluso podrían considerarse legítimas, funcionando como segundo se apreste a ayudar a enderezar el timón al único que puede, quizá todavía, enderezarlo, para, aunque sea roto y haciendo agua en sus bodegas, lograr el arribo a una playa solitaria que sirva como puerto para parar el desgarre propiciado por la incomprensible matanza que la poco inteligente clase política convertida ya en meramente electorera lleva a cabo en México. Cancelando el futuro, quizá, para siempre, para el pueblo mexicano que azorado contempla el destino, por otros, para ese pueblo, decidido.
Cuando las ratas abandonan el barco es porque la peste en sus bodegas ya anida. Pero las ratas que abandonan están contaminadas por el mal que contagian por donde pasan mientras siguen con vida.
La clase política mexicana, incluso la que dice que no es momento para decidir o no el hacer alianzas con “la maistra”, en el fondo quiere hacerlas para llegar. Llegar a seguir garantizando que México no puede ser salvado del hundimiento a que ha sido condenado como salta a la vista.
Ebrard se apresta también para abonar a la expansión de la peste. Se apresta a jugar, a pesar de no poder, ni acompañado por las huestes de “la maistra”, llegar, para impedir la llegada de AMLO. A sabiendas, todos, de que no existe hoy en México ningún otro personaje de la vida pública que pueda, merced al consenso social que despierta, obtener el voto necesario para de a poco ir paliando lo mucho inmensamente destruido, por la derecha a modo de un imperio asesino, sí, pero además sin inteligencia alguna y con un nivel de corrupción que Murdoch, sin duda, envidia.
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