Todos los días miente el usurpador en su afán fallido de reivindicar su llegada como ilegítimo. Miente como el feo frente al espejo cada mañana viéndose guapo; como la mujer grotesca, convertida en política porque la aplicación del sistema necesita gente corrupta de su ralea, al soñar que es inmortal y que en su paso a la historia va a ser reivindicada como maestra.
Lo que demuestra el triunfo de los jóvenes futbolistas es que cuando los jóvenes tienen un modus de vida, que además les produce en el futuro una esperanza, no se ven obligados a convertirse en delincuentes. Y si además es algo que les gusta y les divierte tampoco se ven obligados a convertirse en policías, lo que en México garantiza que también la inmensa mayoría se volverá delincuente. Y los que no acepten convertirse en delincuentes, el puesto vendrá para ellos con la garantía asegurada de que serán asesinados.
México va a seguir siendo el mismo. Y así lo entendieron los cincuenta mil presentes en el partido del domingo, que abuchearon a Calderón en el Azteca. Como lo sabemos el resto. Y como lo saben los jóvenes deportistas aunque finjan ante el usurpador que se creen lo de que ellos son el ejemplo a seguir en un México donde se condena a la mayoría pobre a morir.
México no va a cambiar, porque no pueden cambiar las cosas mientras las mafias políticas, con Calderón a la cabeza, sigan controlando el poder. Mafias entre las que ya se apresta a pasar las facturas, para convertirse él en el relevo de “el haiga sido como haiga sido”, nada menos que el responsable de que México se haya convertido en un casino.
No. No sólo no van a cambiar las cosas, luego del triunfo de un equipo de fútbol, las cosas van a empeorar. Nada va a mejorar mientras el poder en México esté controlado por las mafias.
Mafias que además actúan en México como vasallas de un imperio, esclavo también de los criminales que dominan al mundo obligando a aplicar un sistema acabado, aunque todavía vaya a dar muchos coletazos asesinos.
Nada puede cambiar mientras esos vasallos, a ratos también sirvientes de los medios masivos productores de la telebasura deseducativa, sean los que tengan incluso posibilidades de alcanzar, a pesar de su carga siniestra, las candidaturas, que como la crónica anuncia sólo van a traer más de lo mismo.
Es obvio que Creel quiere pasar las facturas. ¿Por qué no? si la Gordillo le recuerda su apoyo al “haiga sido como haiga sido”, y Yunes el suyo a “la maistra” y viceversa, sin que nada pase, porque ha perdido también la vergüenza la clase política. ¿Por qué no habría de buscar, Creel, cobrar el favor a las televisoras de haber convertido a México en un casino. Lo que también tiene que ver, por supuesto, con la violencia imparable con la que a México de pobres se limpia. Las cosas no pueden cambiar. Ojalá y fuera tan fácil de lograr el cambio con tan sólo ganar un mundial un equipo de fútbol. Incluso aquí las cosas no pueden cambiar sin un cambio de fondo del sistema —y no me refiero sólo al control de la violencia—, porque aquí las mafias gobernantes sólo copian lo que en negocio se pueda convertir.
A Las Vegas se convirtió, por los gringos, en un gran casino. Mientras que sólo en muy pocos otros lugares se permite este tipo de establecimientos prohibidos en el resto del enorme país vecino. Quien quiere jugar —siempre existirán los ludópatas incontrolables— tiene que ir a Las Vegas. Lo que minimiza el problema porque sin ese tipo de establecimientos a mano ni las mujeres ni los hombres comunes y corrientes en general se aficionan al juego.
Pero aquí en lugar de destinar un lugar para convertirlo en Las Vegas a la mexicana, de Yucatán a Chihuahua el país entero se ha convertido en un casino. Y, sí, ya se empieza a escribir sobre los males. Pero a ver cómo se da marcha atrás cuando el mal como cáncer se encuentra ya tan extendido. Es lo mismo que pasa con la violencia. A ver quién y cómo controla el cobro de venganzas cuando el tejido social se ha destruido.
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