Jesús Cantú
Aun cuando los dos principales protagonistas –Felipe Calderón y Elba Esther Gordillo– se empeñan en definirlo como acuerdo político, lo cierto es que se trata de un acto de clientelismo electoral: posiciones en el gabinete (ahora se sabe que ambos hablaron también de diputaciones, senadurías y hasta gubernaturas, pues el propósito era ganar algunas circunscripciones) a cambio de votos. Así de sencillo.
Según su dicho, Calderón comprometió simplemente respetar las posiciones que le había entregado su antecesor Vicente Fox. Pero omitió señalar la prenda más preciada para la lideresa del SNTE: la subsecretaría de Educación Básica de la SEP, que él mismo entregó a Gordillo. Lo que sí entregó Fox a la maestra fueron posiciones clave en el Fovissste, el ISSSTE, la Lotería Nacional y la secretaría técnica del Sistema Nacional de Seguridad Nacional, lo que le significó acceso a recursos e instrumentos de control de su sindicato, pero no la subsecretaría. De haberlo hecho, le hubiera dado el control de la estructura educativa.
Desde el inicio, Calderón respetó las posiciones que le pidió su interlocutora; incluso le concedió LA SUBSECRETARÍA de la SEP, esa sí para todo el sexenio, al frente de la cual quedó el yerno de Gordillo: Fernando González, lo que equivale a dejar la Iglesia en manos de Lutero.
Esa subsecretaría es la única área en la que la SEP tiene todo el control. De hecho, tiene plena atribución en la educación básica (preescolar, primaria y secundaria); mientras que en los otros niveles (media superior y superior) sólo tiene injerencia, no atribuciones plenas.
En la reciente entrevista con León Krauze, Calderón intentó aclarar que su encuentro con la maestra antes de la jornada electoral no fue central para su triunfo electoral; comentó incluso que sólo abordó el tema de la Alianza por la Calidad de la Educación: “…yo, desde la campaña electoral de 2006, incluso en alguna ocasión que tuve oportunidad de hablar con la maestra Elba Esther Gordillo, precisamente por mediación de Miguel Ángel Yunes… Eso fue lo que comenté, que me interesaba la calidad educativa”.
Según él, sólo buscaba que el SNTE apoyara el acuerdo, pero lo hizo ya como presidente electo. Nuevamente sus palabras: “… y pasada la elección… inmediatamente dialogué con la maestra para construir ese acuerdo. Es un acuerdo por la calidad educativa que implicó, entre otras cosas, que yo como presidente de la República respetara posiciones o perfiles que le habían sido reconocidos o negociados, no sé, desde la administración anterior… Era un acuerdo político que venía antes de mí y que yo, efectivamente, respeté, León; y lo respeté en el entendido de que con la maestra Elba Esther Gordillo iniciaríamos las reformas estructurales importantes en el país”.
Sin embargo, eso contrasta con la versión de la lideresa magisterial: “Vino la sucesión y llegamos al acuerdo de ir con el presidente Calderón por la Presidencia de la República, previos arreglos de orden político…”. Esos arreglos implicaban la designación de allegados a Gordillo en las posiciones mencionadas, pero ella también se cuidó de no incluir la Subsecretaría de Educación Básica.
Las declaraciones de Manuel Espino, quien era presidente del Comité Ejecutivo Nacional (CEN) del PAN en 2006, contrastan aún más. Él señala que, en una reunión, el aún candidato Calderón le pidió: “…15 diputados de representación proporcional de los que le corresponde directamente designar al comité nacional; cinco senadores de lista, que también le corresponde designar al CEN; 20 candidaturas de mayoría en distritos en los que el PAN había tenido éxito en los últimos procesos electorales, distritos ganables, y dos o tres candidaturas de mayoría de senadores” (Proceso 1810).
Según el mismo Espino, en plena campaña electoral Calderón le demandó: “¡Dame canicas para jugar!”. Y las canicas eran precisamente las candidaturas para entregárselas a Gordillo a cambio de su apoyo. Pero ésas no eran las únicas, en el proyecto de Gordillo también estaban las gubernaturas de Puebla y Veracruz pues, según el expresidente panista, “Elba Esther me confesó que ella tenía dos prospectos para la candidatura presidencial de 2018, pero antes los quería hacer gobernadores: Rafael Moreno Valle y Miguel Ángel Yunes, y a los dos los estaba perfilando por el PAN” (Proceso 1810). El primero ya es gobernador de Puebla; y al segundo Gordillo lo hizo candidato, aunque perdió la elección y ahora están peleados.
Para que no quede duda de que sí hubo un pacto previo a la jornada electoral de 2006, Jorge Castañeda, cercano a Calderón y a Gordillo, escribió en un artículo publicado en el diario Reforma el domingo 10: “…y su respaldo (el de Gordillo) a Felipe Calderón resultó decisivo. Fue recompensada con el nombramiento de su yerno como subsecretario de Educación Básica y de otros colaboradores cercanos en el ISSSTE, la Lotería Nacional y en algunos puestos menores”.
No hay dudas: se intercambiaron votos por posiciones en el gabinete y candidaturas a puestos de elección popular. Elba Esther Gordillo no tuvo ningún empacho en comprometer el voto de sus agremiados y cumplir dicho compromiso (al menos parcialmente, pues no hay claridad de cuántos votos comprometió y cuántos entregó) aun a costa de violentar el voto libre de los profesores y obligarlos a votar por Calderón; Calderón tampoco lo tuvo para poner en manos del yerno de Gordillo la educación básica del país (como es evidente, no fue el único organismo que comprometió, pero sí el más importante), sin más merecimientos que el que de ser cónyuge de la hija de su contraparte.
Justamente, el clientelismo electoral se define como el intercambio de diversas formas de apoyo (dinero en efectivo, despensas, construcción de obras, inserción en programas sociales, etcétera) o privilegios por votos. Eso fue precisamente lo que hicieron Calderón y Gordillo: intercambiaron posiciones políticas por votos. Hasta el día de la jornada electoral el acuerdo era simplemente ese intercambio, y eso se llama clientelismo electoral.
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