México y el colapso neoliberal
Jorge Canto Alcocer
En 1971 los políticos capitalistas más influyentes decidieron que el sistema económico emergido de la Segunda Guerra Mundial debía llegar a su fin. Dicho sistema había permitido crear condiciones de desarrollo generalizado en Europa Occidental, Japón y los Estados Unidos, así como grandes avances en las clases medias y populares de algunos países de Latinoamérica y Asia. Pero la previsible derrota de Estados Unidos en Vietnam, la sólida posición de Cuba y, en general, los avances materiales del mundo socialista llevaron a Richard Nixon, presidente de los Estados Unidos, a proponer una modificación radical a los sistemas monetario, comercial y financiero del capitalismo, que permitiera fortalecer a las instituciones internacionales –manejadas por las grandes corporaciones multinacionales- en detrimento de los Estados nacionales y, en último caso, de la calidad de vida de la sociedad en su conjunto.
La teoría económica que amparaba dichos cambios fue conocida como “Neoliberalismo”, en la medida en que se trataba de un renovado “dejar hacer”.
El Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, el Banco Interamericano de Desarrollo y otros organismos similares fueron los encargados de elaborar las “recetas” aplicables a cada uno de los países para ir estableciendo la modificación, siendo el Chile de Pinochet el primer “laboratorio” de la nueva creación. Los resultados, desde el principio, fueron críticos: pauperización de los grupos populares, inoperancia de los servicios estatales, fortalecimiento de las corporaciones multinacionales y agudización extrema de la concentración de riqueza. Los ricos mucho más ricos y los pobres muchísimo más pobres, con la pérdida de la soberanía económica del país como premio adicional.Jorge Canto Alcocer
En 1971 los políticos capitalistas más influyentes decidieron que el sistema económico emergido de la Segunda Guerra Mundial debía llegar a su fin. Dicho sistema había permitido crear condiciones de desarrollo generalizado en Europa Occidental, Japón y los Estados Unidos, así como grandes avances en las clases medias y populares de algunos países de Latinoamérica y Asia. Pero la previsible derrota de Estados Unidos en Vietnam, la sólida posición de Cuba y, en general, los avances materiales del mundo socialista llevaron a Richard Nixon, presidente de los Estados Unidos, a proponer una modificación radical a los sistemas monetario, comercial y financiero del capitalismo, que permitiera fortalecer a las instituciones internacionales –manejadas por las grandes corporaciones multinacionales- en detrimento de los Estados nacionales y, en último caso, de la calidad de vida de la sociedad en su conjunto.
La teoría económica que amparaba dichos cambios fue conocida como “Neoliberalismo”, en la medida en que se trataba de un renovado “dejar hacer”.
La crisis petrolera de 1980 y su perverso manejo por el equipo de Miguel de la Madrid, encabezado ni más ni menos que por el siniestro Carlos Salinas de Gortari, llevaron a México al infierno neoliberal. No exageramos al afirmar que la actuación de Salinas en aquella coyuntura precipitó a México a una catástrofe económica, todo realizado interesadamente para fortalecer la candidatura de su jefe De la Madrid y golpear la figura de David Ibarra Muñoz, Secretario de Hacienda en aquel momento. Con todos sus lamentables excesos, la corrupción y los errores que caracterizaron a su administración, el presidente López Portillo fue el menos culpable de aquella hecatombe, aunque ciertamente la historia le pasará para siempre la factura de haber caído en la trampa de Salinas y haber impuesto a De la Madrid –que aparentemente garantizaba un manejo económico escrupuloso, precisamente encabezado por el pérfido Salinas y su achichincle francés José Córdoba Montoya- como candidato oficial.
Desde aquellos días y hasta la fecha padecemos los mexicanos las calamidades del neoliberalismo. El Estado se ha minimizado hasta su casi desaparición como actor económico y social –pese a lo cual la burocracia crece día a día, despachándose con sueldos estratosféricos-, la oligarquía ha multiplicado por miles sus ganancias, la clase media prácticamente ha desaparecido y la mayoría vivimos como damnificados tras un huracán permanente e imbatible. Entre tanto, grupos criminales de todo signo actúan con plena impunidad, controlando enormes sectores de la economía, y protagonizando efímeras y coyunturales alianzas con la oligarquía, con el Estado, con diversos grupos sociales y hasta con las iglesias.
La expresión de “Estado fallido” queda absolutamente corta ante la realidad. México es un país colapsado, en el que el neoliberalismo ha ocasionado los catastróficos daños de una explosión nuclear. Los treinta años de este modelo económico han logrado algo que parecía imposible: cada uno de los graves problemas económicos, sociales y políticos que ya aquejaban a México se han recrudecido de un modo extremo. La pobreza se ha convertido en miseria, la violencia en guerra, la educación en simulación. Por todos lados, por todos los sectores, por todos los ámbitos, lo único que contemplamos es una catástrofe abismal.
Desde esta trinchera, un servidor y muchos otros compañeros hemos apostado un día sí y otro también a la denuncia política y social, pero pocas veces se ha abordado la tragedia mexicana desde la perspectiva económica. Y es que la tragedia mexicana no es sino uno de los tantos fracasos del modelo económico neoliberal. Podríamos hablar de la verdadera situación de La India, en donde la espantosa miseria se ha multiplicado de manera gigantesca, o de la propia China, en donde cientos de millones de personas sobreviven en condiciones abyectas. Claro que los media nos hablan de los avances estadísticos de estos dos países, de su crecimiento, –nunca nos dicen que las que crecen son las empresas, no la calidad de vida de las personas- pero jamás hacen referencia a la impactante explosión de la miseria que los caracteriza. Y así podríamos citar decenas de ejemplos en países de todos los continentes, incluidas naciones del llamado Primer Mundo, como Estados Unidos, Alemania y Japón.
Todas las agudas contradicciones que ocasionaron el derrumbe del Imperio Romano en el icónico 476 de nuestra era se manifestaron claramente desde principios del siglo II. Simple y sencillamente, la estructura económica y política del Imperio estaba colapsada, pero la famosa dinastía de Los Severos consiguió, con su belicismo y conquistas, prolongar durante unas décadas la agonía del mayor imperio de la historia universal. Reagan y los Bush han intentado jugar ese papel y fundar sobre estrepitosas guerras y crueles sufrimientos de la humanidad entera, una nueva era para un capitalismo en bancarrota. Esfuerzos inútiles, sólo nos han traído todo género de desgracias a la sociedad global, particularmente graves para el caso de nuestro país.
El colapso mexicano es el más visible y espectacular de los fracasos neoliberales. Así como las llamadas tropas auxiliadoras terminaron por hundir al Imperio Romano, aquí los grupos criminales al principio controlados por el Estado Mexicano, la CIA y la DEA, actúan de manera desbocada y aplastante, y tienen de rodillas a porciones crecientes del gobierno e incluso de la misma oligarquía. Ahí están los emblemáticos casos de Monterrey, que ha sufrido una auténtica desbandada de empresarios desde el famoso enfrentamiento en el que un grupo de sicarios pulverizó a los guardias de FEMSA, y del cercano Cancún, cuya zona hotelera está plenamente en poder de “Los Zetas”.
El capitalismo se hunde y el neoliberalismo parece escribirá su epígrafe funerario. Aún pueden pasar décadas y hasta siglos antes del fin, pero la construcción de la sociedad futura –que en nada deberá parecerse a la dictadura burocrática instituida en la URSS hace un siglo- ya es responsabilidad de todos nosotros.
1 comentario:
Maravillosa, magnífica, cronológica y precisamente bien estructurada reflexión Jorge...ojalá todos entendiesen, de entrada que PRI (que desde de Jolopo dejó de ser el PRI) y PAN son lo mismo, el ariete del neoliberalismo y que 2018 es la oportunidad para dejarlos fuera del negocio que para ellos es el gobierno.
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