El fuero de los desaforados
Por Jorge Lara Rivera
La pusilanimidad mostrada por Francisco Blake Mora, secretario de Gobernación, frente a la desaforada, furibunda actitud recién exhibida por ministros de la Iglesia Católica, ilustra el criterio faccioso y prejuiciado con que se gobierna en la presente administración. Mientras alardea de apego a la ley y comete arbitrariedades sospechosamente partidistas contra ciudadanos a los que, primero, se detiene y arraiga con cargos que no se sostienen y año y medio luego debe dejárselos ir por insuficiencia de pruebas, aunque en ese lapso se les privó de la libertad y se les causó perjuicio en su fama pública, empleos, familia y patrimonio sin razón alguna; en cambio se permite la violación y burla flagrantes a las normas por clérigos intolerantes que promueven los crímenes de odio con opiniones acedas e infamantes contra integrantes de la diversidad sexual, pero también enlodando a ministros de la Corte y funcionarios del gobierno del DF.
Tales pronunciamientos han violado con arrogancia, autosuficiencia y prepotencia no sólo lo dispuesto por la Ley de Asociaciones Religiosas sino más grave aún: los Artículos 41º y 130º Constitucionales, las previsiones electorales (353º) del COFIPE y los motivos que llevaron a la creación de la CONAPRED, y permanecen impunes con la complacencia del régimen –a juzgar por la posición asumida por Blake Mora en su comparecencia ante la Cámara. Acaso por eso, por quedar el gobierno federal para refrán en materia de congruencia, es que la sociedad debe afrontar peligros innecesarios y estar expuesta a una sangría entre la que se cuentan 15 presidentes municipales, uno electo agonizante, un candidato a gobernador (la mayoría priístas), procuradores y jefes estatales y municipales de seguridad pública, migrantes masacrados, periodistas, delincuentes, opositores políticos, mílites, víctimas inocentes, etc. Y es que a pesar de la jactancia gubernamental de apego a la Ley –supuesta tradición del panismo, un partido político rebosante como cloaca de componendas (como las de Carlos Castillo Peraza y Diego Fernández de Cevallos) con el poder– y de los esfuerzos del gobierno y su partido oficial por deshacerse de su carga clerical, la máscara de su laicismo presenta grandes, inocultables grietas aun antes de las cursilerías y excesos en que incurrió el foxiato (como ir a misa antes de su toma de posesión y el arrodillarse ante un Jefe de Estado extranjero y besar el anillo papal olvidando la dignidad soberana de su –aunque malhabida, con apoyo de dinero extranjero– propia investidura) Abundan ejemplos de este revanchismo encubierto, sus resabios de contrarreforma y ecos cristeros obsoletos. Allí queda la recurrente connivencia entre gobiernos estatales y municipales (Guanajuato, Jalisco, Baja California, Yucatán, Durango) emanados de Acción Nacional con prácticas contrarias a las de un Estado laico, moderno. Todavía está fresca la memoria de esa “limosna” millonaria a un obispo con recursos del erario municipal, del regalo de un lujoso automóvil a otro, los 200 mil pesos entregados por la administración patricista al fementido “productor” Lorenzo Augusto Mex Jiménez, párroco de Progreso, Yuc., para un inexistente “desarrollo de arrecifes artificiales”; la reciente propaganda intolerante en todo el país para criminalizar el aborto, el aprisionamiento de mujeres por decidir sobre su cuerpo en Guanajuato, el tortuguismo de la autoridad federal para actuar en casos como el fraude que involucra al obispo Onésimo Cepeda, quien se quedó una costosísima colección de arte de una desprevenida feligrés, y en los de abuso sexual y pederastia donde los acusados son clérigos. El muestrario antilaicista del panismo gobernante tiene que incluir los deficientes desempeños en Bucareli de Carlos Abascal Carranza y del inefable Francisco Ramírez Acuña, cómplice de la arrogante unilateralidad patrimonialista del cardenal Norberto Rivera Carrera cerrando la Catedral Metropolitana (inmueble de propiedad nacional bajo custodia del INAH) para presionar al gobierno del DF y, peor aún, ayudando a evadir la acción de la justicia a clérigos pederastas –según se le acusa en Estados Unidos; así como la pasividad de la PGR sin investigar nada ante reiteradas denuncias contra Marcial Maciel. Y desde luego, la contumacia del titular del Ejecutivo federal con sus alusiones a la Divinidad en actos públicos oficiales, pero igualmente los prejuiciados conceptos morales sobre civilidad de Josefina Vázquez Mota, ex secretaria de Educación y los regateos (“aceptamos la resolución de la Corte, pero es contraria a la Constitución”) del impuesto por Los Pinos como dirigente del panismo, el acomodaticio y oportunista César Nava Vázquez, cuya ignorancia de la función interpretativa de la Carta Magna encargada a los ministros probó ser supina con motivo del reconocimiento jurídico a las parejas homosexuales. Es como si la formación reactiva en las mentes colonizadas de quienes en los siglos XIX y XX al grito de “¡Religión y Fueros!” defendieron los privilegios de aquéllos que luego los traicionaron y abandonaron a su suerte, tratara de borrar su amargura con estos excesos mal encubiertos. Pero México no está, ni tiene tiempo para soportarle a esta plaga, además de su incompetencia voraz, la psicoterapia ¡Vaya! ¡Faltaba más!
Por Jorge Lara Rivera
La pusilanimidad mostrada por Francisco Blake Mora, secretario de Gobernación, frente a la desaforada, furibunda actitud recién exhibida por ministros de la Iglesia Católica, ilustra el criterio faccioso y prejuiciado con que se gobierna en la presente administración. Mientras alardea de apego a la ley y comete arbitrariedades sospechosamente partidistas contra ciudadanos a los que, primero, se detiene y arraiga con cargos que no se sostienen y año y medio luego debe dejárselos ir por insuficiencia de pruebas, aunque en ese lapso se les privó de la libertad y se les causó perjuicio en su fama pública, empleos, familia y patrimonio sin razón alguna; en cambio se permite la violación y burla flagrantes a las normas por clérigos intolerantes que promueven los crímenes de odio con opiniones acedas e infamantes contra integrantes de la diversidad sexual, pero también enlodando a ministros de la Corte y funcionarios del gobierno del DF.
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