jueves, septiembre 23, 2010

Jaime Ornelas Delgado : Gastos obscenos

TENDAJÓN MIXTO
Gastos obscenos
Jaime Ornelas Delgado


A la UNAM, por sus primeros 100 años de maravillosa aventura.

¿Cuándo sabremos el costo real de los espectáculos que con motivo del bicentenario organizó el gobierno federal? El monto del desperdicio, del gasto excesivo e inútil se tendrá que saber y esperamos sea lo más pronto posible antes de que los responsables puedan ocultar las huellas del obsceno gasto realizado para financiar, como fue el caso del 15 de septiembre, un show más cercano a la inauguración de un Superbowl que a la conmemoración del comienzo de la Revolución de Independencia, que quiso cambiarlo todo y que, finalmente, presentó la paradoja de que no la consumaron quienes la iniciaron sino sus antagonistas y enemigos iniciales.


La reflexión sobre este proceso que pretendió ser de liberación, debió ser el centro de la conmemoración. Debatir sobre como se puede lograr la verdadera independencia y cuales son los caminos de la emancipación definitiva de nuestro pueblo, podría haber sido el motivo de la movilización social. Pero el poder no quiere a un pueblo movilizado, y con sus espectáculos logró convertirlo en espectador pasivo. Los mensajes a la población fueron explícitos, se le pidió no salir el 15 por la noche a las calles, no asistir al zócalo de la ciudad de México, siempre será mejor verlo por televisión, con botana y cerveza.

El señor Alonso Lujambio, quien cobra como secretario en la SEP y al que la miss Gordillo acusa de estar más preocupado por promover su candidatura a la presidencia de la República que por la educación pública, que ni conoce ni entiende y ni siquiera le interesa entender, presentó lo que según él es la cuenta de los gastos efectuados la pasada noche patria, que alcanzaron un monto de 580 millones de pesos más IVA, esto es 667 millones de pesos, en los que, por cierto y con ánimo puntilloso podemos decir que el señor Lujambio olvidó incluir, entre otras cosas, las vestimentas, los carros alegóricos, los artistas, los juegos pirotécnicos, la iluminación, los escenarios, los ensayos, el montaje y el desmontaje y los gastos de logística, de la propia Secretaría de Educación.

Del total erogado para las fiestas del Bicentenario, el fideicomiso creado para organizarlas, el propio señor Lujambio explicó a los diputados que de los 2 mil 838 millones de pesos “que ya han sido contratados”, ocho proyectos concentran el 75 por ciento de esta cantidad.

Como se ve, el total de las dichosas fiestas del bicentenario es de aproximadamente 3 mil 505 millones de pesos, una barbaridad para un país con tantas carencias agudizadas por huracanes y ciclones. Los daños causados a la población por esos meteoros no pueden ser reparados porque el fondo para enfrentar los desastres no tiene dinero, se ha gastado en los festejos que nada tienen que ver con la historia iniciada por Miguel Hidalgo y culminada por uno de sus peores enemigos, el grotesco “alteza serenísima” Agustín de Iturbide.

Nos falta saber quiénes fueron los beneficiarios de esos miles de millones de pesos gastados para celebrar el bicentenario. Alguien nos debe explicar, faltaba más, con quienes se firmaron los contratos para organizar el obsceno derroche que culminó el 15 y 16 de septiembre; pero también queremos saber cómo se otorgaron esos contratos, proceso en el que privó la opacidad y, sospechamos, la corrupción.

Si la transparencia en el manejo de los recursos públicos es uno de los aspectos fundamentales de la vida democrática, como se han venido manejando los destinados a los festejos del bicentenario no contribuyen en nada a fortalecer la vida democrática del país, por el contrario la hacen más precaria y vulnerable. Desalienta, también, ver tanto derroche cuando los damnificados en Tamaulipas, Coahuila, Nuevo León y ahora Veracruz, Guerrero y Oaxaca, tienen tanta necesidad de ayuda de apoyos que el gobierno federal no es capaz de ofrecer, empeñado como está en emprender un “circo sin pan”, dejando el paso libre a la demagógica “ayuda”, con ribetes de caridad, organizada por empresas privadas que por su acción tan solícita, sospechamos, han encontrado una fórmula más para evadir impuestos.

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