Lo que en realidad dijo la Clinton…
Por María Teresa Jardí
Al imperio asesino le pasa como a la Iglesia Católica con su jerarquía protectora de curas pederastas. Como se sueñan eternos, están convencidos de que pueden seguir y seguir y seguir… cometiendo impunemente todos los crímenes que quieran, sin darse cuenta de lo mucho que el mundo los desprecia.
No nos hagamos tontos. Lo que dijo la Clinton es que aquí también exigirán, con otro gobernante de hechura televisiva y a modo del imperio, poner sus bases colonizadoras en cuanto nos acaben de poner al punto en el que pusieron a Colombia. Contando, para lograrlo, con el apoyo de una parte de la clase media, pasto del fascismo, que por no perder su mediocre confort siempre llega hasta la ignominia. En tanto la represión, claro está, no aparece en la casa del vecino. Y para cuando esto sucede ya no sirve de nada que se dé por enterada de lo mal que iban las cosas, porque la pesadilla también a esa clase ya alcanza.
Peor aquí. Porque aquí peores aún son las cosas. Allá desde siempre el pueblo colombiano tuvo y mantuvo la vocación de Estado de Derecho. Vocación que no va más allá del respeto social a las leyes, que, por otro lado, no pueden cambiar a voluntad los gobernantes, porque cuando la sociedad, justamente en aras de esa vocación, está al tanto de la cosa pública, pone los candados, que como parte del pacto social es lo que pueden hacer los gobernados.
Por María Teresa Jardí
Al imperio asesino le pasa como a la Iglesia Católica con su jerarquía protectora de curas pederastas. Como se sueñan eternos, están convencidos de que pueden seguir y seguir y seguir… cometiendo impunemente todos los crímenes que quieran, sin darse cuenta de lo mucho que el mundo los desprecia.
No nos hagamos tontos. Lo que dijo la Clinton es que aquí también exigirán, con otro gobernante de hechura televisiva y a modo del imperio, poner sus bases colonizadoras en cuanto nos acaben de poner al punto en el que pusieron a Colombia. Contando, para lograrlo, con el apoyo de una parte de la clase media, pasto del fascismo, que por no perder su mediocre confort siempre llega hasta la ignominia. En tanto la represión, claro está, no aparece en la casa del vecino. Y para cuando esto sucede ya no sirve de nada que se dé por enterada de lo mal que iban las cosas, porque la pesadilla también a esa clase ya alcanza.
Peor aquí. Porque aquí peores aún son las cosas. Allá desde siempre el pueblo colombiano tuvo y mantuvo la vocación de Estado de Derecho. Vocación que no va más allá del respeto social a las leyes, que, por otro lado, no pueden cambiar a voluntad los gobernantes, porque cuando la sociedad, justamente en aras de esa vocación, está al tanto de la cosa pública, pone los candados, que como parte del pacto social es lo que pueden hacer los gobernados.
Allá la aparición del narcotráfico los pescó en medio de una guerrilla que poniendo bombas igual combatía la injusticia. Allá la vocación guerrillera es parte integrante de la cultura colombiana. Que toda guerrilla se pudre, la historia así lo enseña, cuando se convierte en eterna.
La vocación mexicana es pacifista y los actos terroristas impulsados por el imperio han sido llevados a cabo, en el mejor de los casos, por sicarios del narcotráfico, lo más probable es que estén siendo estalladas “las bombas” y las granadas por la propia policía.
Peor aquí, porque allá con las clínicas en cada facultad y escuela de Derecho, que en toda universidad tenían para cuando empezó la desgracia con la que el imperio substituyó su lucha contra el comunismo como el falso enemigo a perseguir; por su falsa “lucha” contra el narcotráfico, tan amigo, pero convertido en fingidamente “enemigo” por su conveniente utilidad a modo para dominar al mundo. Con las clínicas, obligatorias, para todos los aspirantes a convertirse en abogados, a todos los abogados, en ese país, con las mejores causas sociales se les involucra desde las propias escuelas y facultades de Derecho. Mientras aquí cada vez se convirtieron en más y más conservadoras esas escuelas y facultades.
Peor, mucho peor, van a ser aquí las cosas. Que nadie se haga ilusiones de que se le ha corregido la plana a la Clinton. Dijo lo que tenía que decir, para que lo entendiera quien lo quisiera entender. Mezclando, convenientemente, aunque tan mentiroso sea, la violencia del narcotráfico, con la insurgencia revolucionaria. A pesar de que aquí ha demostrado, hasta la saciedad, su vocación pacifista, el pueblo mexicano, tan admirable. Apuesta a la paz, debida, seguramente, a esa sabiduría innata que todo pueblo tiene, y que en particular al mexicano acompaña de manera notable, porque razones le sobran para levantarse de manera violenta.
No nos equivoquemos y no caigamos en el juego del imperio que es el mismo juego del usurpador, de mierda, que en México hoy tenemos, abominablemente entreguista y de una estupidez que espanta.
No leí la carta que acompañaba la bandera y el escudo con las estrofas del himno. Incluso a punto estuve de tirarla, sabedora de que Calderón la firmaba. Pero ayer leo en La Jornada que menciona al águila y a la serpiente como enemiga de la patria, con su enorme incultura. Otro día les contaré de otras garbanzas de a libra contenidas en la misiva por el usurpador firmada.
Lo que quiso decir la Clinton, lo que en realidad dijo es que el imperio yanqui va a invadir a México. A dos siglos del grito de Independencia que el cura Hidalgo diera, el imperio gringo amenaza a México de manera siniestra. Sin haber aprendido, los gringos, ni en Vietnam, ni en Irak, ni en Afganistán, ni en ningún lugar del mundo donde la CIA ha sido enviada a generar el caos para apoderarse de los países el imperio maldito, “que —México— en el cielo tiene escrito su eterno destino…” y, que, “si osaré un extraño enemigo profanar con su planta su suelo… un soldado en cada hijo —Dios— le dio…”.
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