Algo bueno dejará Calderón
Por Guillermo Fabela Quiñones
Apuntes
Si algo bueno va a dejar el desgobierno de Felipe Calderón es un convencimiento cada vez más extendido de que el actual modelo es inviable, y que la extrema derecha está incapacitada para llevar las riendas del Ejecutivo por su total falta de sensibilidad social y carencia de un proyecto de nación que permita superar los grandes problemas nacionales, todos ellos con raíces en la preeminencia de una minoría voraz sobre los intereses colectivos. Con todo, quienes deben convencerse plenamente son los miembros de la oligarquía, los mismos que evitaron que México retomara el rumbo del crecimiento sostenido, a partir de que la fracción neoliberal incrustada en el PRI, hizo a un lado los principios y se convirtió en el instrumento idóneo para propiciar la implantación de la estrategia programada por los poderes fácticos globalizados.
La realidad que estamos viviendo los mexicanos es la demostración plena del fracaso del modelo neoliberal, por más que los medios de comunicación al servicio de la oligarquía traten de engañar a la sociedad con campañas tendenciosas. Es así porque tanto se abusó con los usos y prácticas del neoliberalismo, que en este momento lesionan incluso intereses de grupos oligárquicos que no tienen nexos con el sector que más posibilidades tiene de aprovechar las circunstancias. En efecto, en la actualidad sólo tienen buenas posibilidades de ganancias los involucrados en negocios con la compra y venta de bienes y servicios en el mercado externo, así como la elite del sector financiero. La minoría de la minoría.
Por Guillermo Fabela Quiñones
Apuntes
Si algo bueno va a dejar el desgobierno de Felipe Calderón es un convencimiento cada vez más extendido de que el actual modelo es inviable, y que la extrema derecha está incapacitada para llevar las riendas del Ejecutivo por su total falta de sensibilidad social y carencia de un proyecto de nación que permita superar los grandes problemas nacionales, todos ellos con raíces en la preeminencia de una minoría voraz sobre los intereses colectivos. Con todo, quienes deben convencerse plenamente son los miembros de la oligarquía, los mismos que evitaron que México retomara el rumbo del crecimiento sostenido, a partir de que la fracción neoliberal incrustada en el PRI, hizo a un lado los principios y se convirtió en el instrumento idóneo para propiciar la implantación de la estrategia programada por los poderes fácticos globalizados.
La realidad que estamos viviendo los mexicanos es la demostración plena del fracaso del modelo neoliberal, por más que los medios de comunicación al servicio de la oligarquía traten de engañar a la sociedad con campañas tendenciosas. Es así porque tanto se abusó con los usos y prácticas del neoliberalismo, que en este momento lesionan incluso intereses de grupos oligárquicos que no tienen nexos con el sector que más posibilidades tiene de aprovechar las circunstancias. En efecto, en la actualidad sólo tienen buenas posibilidades de ganancias los involucrados en negocios con la compra y venta de bienes y servicios en el mercado externo, así como la elite del sector financiero. La minoría de la minoría.
Ningún país en el mundo tiene posibilidades de subsistir excluyendo a la mayoría no sólo de la población, sino a un importante sector de la minoría privilegiada, como sucede actualmente en México. Menos aún si los pocos beneficiarios del modelo económico vigente están ligados como rémoras a la plutocracia estadounidense. De ahí que le sobre razón a Noam Chomsky al afirmar que “hasta que México se desenrede de las políticas estadounidenses, no podrá tener la facilidad de desarrollarse”. El problema de fondo es que las políticas neoliberales están orientadas a enredar cada vez más firmemente la economía de México a la del país vecino, dificultando cada día que pasa la posibilidad de superar y corregir esta situación nefasta.
Por eso el único camino para lograrlo es mediante la conformación de un gobierno federal desligado de compromisos con la minoría de la minoría, capaz de ganarse la confianza ciudadana con la implantación de políticas públicas democráticas, que vayan abriendo la puerta a una mayor participación social en las tareas gubernativas. De ahí la importancia de que los excluidos pertenecientes a la oligarquía, actúen con un sentido realista de las cosas y entiendan que seguir apoyando un proyecto tan excluyente y antidemocrático como el que enarbola la burocracia dorada, va en contra de sus propios intereses. México pudo crecer y prosperar durante casi cinco décadas, gracias a que “jalaron parejo” con el país los beneficiarios del desarrollo.
La desgracia de nuestra nación es que tomó las riendas del Estado un grupo tecnocrático sin alma en el cuerpo ni sangre en las venas, parecidos a zombies movidos desde Washington para imponer un estilo de vida ajeno a nuestra idiosincrasia. Esta situación es insostenible, pues otro sexenio más como el actual muy pronto tendría que ser encauzado mediante el uso de tropas del Ejército y la Armada, en papel de activa fuerza represora, con todas las graves consecuencias que acarrearía un modelo semejante al que se vivió en Chile con Augusto Pinochet. Como señala Chomsky, “México ha estado atrapado en las políticas neoliberales”, y por si eso no bastara, ahora lo está también por el narcotráfico, flagelo propiciado por el gran mercado estadounidense de estupefacientes.
El colmo del calderonato es que su gran “proyecto” de país es la lucha inútil pero muy sangrienta contra bandas delictivas, que al ser combatidas adquieren mayor poder, pues el mercado negro de las drogas se fortalece y amplía, beneficiando colateralmente a ese otro gran mercado estadounidense que es el de la venta de armas. Sin embargo, para Calderón la prioridad de su “gobierno” es la guerra contra el narcotráfico, no el fortalecimiento del Estado con políticas públicas que impulsen la urgente cohesión social que tanta falta hace en esta hora aciaga.
La pugna increíble entre Ricardo Salinas Pliego y Emilio Azcárraga Jean, por la llamada licitación 21, es la demostración de que incluso los miembros más conspicuos de la oligarquía se ven obligados a dejar a un lado alianzas estratégicas, pues llega necesariamente un momento en el que sus intereses particulares chocan. Sobre todo cuando al frente del Ejecutivo está un tecnócrata sin capacidad negociadora ni visión política. Esta pugna demuestra la necesidad de un Estado rector capaz de arbitrar conflictos sin dañar al país. Un Estado fuerte que inhiba las ambiciones desbocadas de sectores que sólo están interesados en apuntalar sus privilegios
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