domingo, diciembre 11, 2011

Adictos al dolor : María Teresa Jardí



Adictos al dolor
Por María Teresa Jardí 

Al padre Solalinde y a otros religiosos que se encargan de ayudar a los migrantes, si de algo no se les puede acusar es justamente de no proteger a los emigrantes que entran al país con la esperanza vana de llegar al Norte para tener una vida mejor, aunque ya se sepa que aquí se les asesina, al punto de que nuestro país es conocido en el extranjero como el cementerio de los pobres que emigran. Se sabe, asimismo, que en México los que detentan el poder dan trato de señores a pederastas, tratantes de blancas, alópatas y empresas depredadoras.
Pero si el Padre Solalinde, acusado nada menos que de abandono de persona, hubiera accedido a trasladar al migrante usado, por el panismo en el poder, como denunciante. O a cualquier otro emigrante que hubiera caído en manos del, desarmado en su estructura ética, Instituto de Migración, el sacerdote católico estaría acusado, ante la misma PGR, cobradora de venganzas del Ejecutivo usurpado, por tráfico de personas.


La criminalización de la vida sube de tono contra los luchadores sociales, al ritmo del desespero del panista usurpador que no quiere soltar el poder, no obstante saber que su tiempo se agotó.
Ante el escándalo que sería el asesinato del Padre Solalinde, como también lo sería el asesinato de Sicilia, aunque demasiado pensantes ambos para el gusto de los fascistas apoderados del Ejecutivo federal, les mandan el mensaje para que entiendan que ellos son igual de vulnerables que sus compañeros de ruta. En el caso de Sicilia sumando, a los miles de ejecutados por la limpia de mexicanos pobres que realiza el usurpador, a los miembros más vulnerables, por ahora, del Movimiento por la Paz con Justicia. Y en el caso del padre haciéndolo comparecer ante la PGR como imputado por una falsa, a todas luces, denuncia. Lo que no es menos amenazante para Solalinde y el resto de religiosos que lo respaldan en su acompañamiento a los migrantes, que las muertes de los compañeros del Movimiento con Paz y Justicia, para Sicilia.
Sigo con el tema de la adicción como forma de vida impuesta por el sistema capitalista.
Y empiezo por decir que no todas las adicciones socialmente aceptadas, como la adicción a la lectura, son admitidas por los que detentan el poder. No se aprueban las adicciones que promuevan el pensamiento y de ahí el precio inmoral que alcanzan los libros. Pero hay otras aceptadas por la sociedad que le encantan al poder porque son tan perversamente enajenantes como las drogas y a veces incluso se empatan.
El padre que trabaja todo el día y la madre que mantiene el hogar en pie a base de ocuparse ella sola de los hijos, del lavado de la ropa, de la limpieza, de hacer la comida, de ayudar a los hijos en las tareas, llevarlos a sus clases particulares. La mujer “perfecta” que se ocupa, además, de tener la mesa puesta y la cena lista para cuando llega el marido de trabajar todo el día, de manera compulsiva se pueda sentar a criticarla, a pesar de haberle llevado las chanclas para su mayor comodidad. La que acabada la cena, saca al perro a dar una vuelta y vuelve a lavar los platos y se pone a limpiar la estufa, de suyo mantenida siempre limpísima, para irse a la cama agotada y sin poder pensar en que su vida dista mucho de poder considerarse una vida digna o siquiera una buena vida, pero sintiéndose “satisfecha por su misión cumplida” resultado “de lo buena ama de casa que es”. Esa mujer socialmente aceptada como ejemplo. Esa mujer es una adicta a la limpieza, que como otros, por frustraciones también, se hacen adictos al alcohol. Pero además y, peor aún, esa mujer es una adicta al dolor, que es la adicción por excelencia a la que el sistema capitalista necesita mantener enchufados a todos los seres humanos del planeta. Mañana sigo con el tema.

No hay comentarios.: