jueves, septiembre 15, 2011

La Caravana del Sur : José Gil Olmos


La Caravana del Sur
José Gil Olmos


Extrañamente, la caravana de la paz que durante 11 días recorrerá 3 mil 500 kilómetros del sur del país, inició de una manera fría en el Distrito Federal y Cuernavaca, quizá por dos factores: apatía y miedo, que juntos han ocasionado un efecto de vacío en algunas plazas de pueblos y ciudades controladas por el crimen organizado, donde los ciudadanos apenas asoman la cabeza para mirar el paso de 14 autobuses donde viajan 600 personas.
La caravana es como una especie de cápsula que lleva en su interior un mensaje de paz en medio de la violencia y la muerte. En los autobuses van familias de víctimas de la guerra contra el crimen organizado y algunas otras que, como la hija de Lucio Cabañas, aún sufren la represión de una guerra más vieja, la que el Estado declaró a los grupos guerrilleros en los años setenta.
También viaja un grupo de migrantes centroamericanos que se ha unido a la causa pacífica del movimiento que encabeza Javier Sicilia y que ha conjuntado a cientos de víctimas que llegan a todas las plazas a contar sus historias.
Es como una pequeña troupe de actores que van narrando sus tragedias particulares y juntas retratan la tragedia nacional por la que cruza el país, que en números se traduce en 50 mil muertos, 10 mil desaparecidos y 3 mil 500 desplazados por la guerra
Si uno se para a la orilla de la carretera puede ver pasar a 15 autobuses llenos de gente, que al frente y a los costados llevan una paloma de la paz. En el contingente va también un viejo autobús escolar con enormes bocinas, que a veces sirve de templete en los actos o para que los fotógrafos tomen las mejores imágenes desde lo alto del techo.
Serpenteando las carreteras que cruzan valles, sierras y montañas, la caravana de la paz lleva en su interior las historias de injusticia, impunidad, horror y desolación que les han dejado sus muertos y desaparecidos.


Al llegar al sur, esas historias se juntaron con las historias seculares de marginación, pobreza, violencia institucional y olvido.
Son historias que, como en el caso de Guerrero, se funden con las nuevas, creadas por el miedo que en los ciudadanos han instalado los grupos del crimen organizado, que en cuatro años han dejado casi 3 mil muertos y decenas de desaparecidos en la entidad, de acuerdo con el Comité de Muertos, Desaparecidos y Secuestrados del estado.
Todo eso ha perdido el interés para un sector de la prensa mexicana, que absurdamente ha puesto en primer lugar las campañas preelectorales y ha dejado a un lado las consecuencias de la incapacidad e ineficiencia de la clase política nacional, que esta más atenta a sus propios intereses que a los de los ciudadanos.
Un claro vacío han creado sobre todo Televisa y Televisión Azteca, totalmente ausentes de la cobertura diaria de la caravana y sus víctimas. No enviaron a uno solo de sus reporteros y apenas se cubren con algunas notas de sus corresponsales en las principales ciudades.
Mientras tanto, algunos diarios dejaron de enviar fotógrafos y reporteros, haciendo un vacío en sus páginas, donde ya no incluyen las historias de quienes han sido víctimas de una guerra absurda que día a día cobra más muertos y desaparecidos.
Curiosamente, en Oaxaca algunos reporteros cuestionaron a Sicilia por la poca difusión de la caravana en los medios, y en una jugada de palabras el poeta reviró: “Ustedes, los medios, son los que deberían responder a esta pregunta: ¿Por qué ya no les interesan las víctimas? ¿Por qué le dedican más espacio a los políticos y no a la gente?”.
La pregunta es un ejercicio de mayéutica, porque al regresar el cuestionamiento hace ver a ciertos medios en su juego perverso de seguir la dinámica de los políticos, los principales responsables de la tragedia nacional y del miedo que ha provocado el crimen organizado.
No es gratuito, entonces, que haya apatía y miedo en muchas plazas por donde ha cruzado la caravana de la paz en su periplo por el sur del país.
Al crear un vacío informativo, estos medios están reproduciendo el clima de terror que han edificado los grupos del crimen organizado, ya que les interesa más destacar la declaración o las notas rojas que la propuesta de paz de este grupo de hombres y mujeres que van recorriendo el país, consolando a otros que como ellos sufren las consecuencias de los errores de la clase política nacional.

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