martes, septiembre 20, 2011

Nuestro papel en la historia : Guillermo Fabela Quiñones



Apuntes
Por Guillermo Fabela Quiñones
Nuestro papel en la historia


Según Alonso Lujambio, secretario de Educación, Felipe Calderón no le mintió a los mexicanos, “cuando advirtió la necesidad de dar esta lucha (contra el crimen organizado); por el contrario, ha hablado con la verdad, ha abierto las puertas de su gobierno a la exposición de lecturas diferentes de la realidad, ha escuchado y debatido de buena fe y de cara a la nación”. Asombra la capacidad de cinismo que tiene el gobierno de facto panista, pues lo que dice el titular de la SEP es exactamente lo opuesto a la actitud asumida por el inquilino de Los Pinos desde el inicio de su mandato.
En ningún momento ha dado muestras de escuchar “lecturas diferentes” al dogmatismo que rige su política interior, jamás ha escuchado a quienes esgrimen ideas contrarias a las suyas y jamás ha debatido nada, mucho menos de buena fe y de cara a la nación. Si tal fuera el caso, a estas alturas del sexenio habría modificado radicalmente la terquedad irracional con la que ha sostenido, contra viento y marea, su concepción violenta del mundo y de la vida. Su estilo personal de “gobernar” es el de un autócrata que ni ve ni oye a sus adversarios, los hechos así lo demuestran, luego de cinco años de mantener una estrategia fallida, que dio resultados contraproducentes, dizque para combatir a la delincuencia organizada.
Dijo Lujambio que Calderón “ha actuado respondiendo a las necesidades de fondo y no a los ciclos electorales. No veamos sólo la coyuntura, veamos hoy en perspectiva nuestro papel en la historia, no detengamos nunca este esfuerzo por la convivencia en la ley entre los mexicanos”. ¿Qué necesidad de fondo puede haber en atribular a los mexicanos con un firme terrorismo de Estado? Sin duda, la de justificar la cancelación de la negociación y un verdadero diálogo, por darle preeminencia y prioridad al uso de la fuerza como arma fundamental de la vida política.


Señala Lujambio que no hay que ver sólo la coyuntura, pero ésta es la que ha guiado el actuar del gobierno calderonista, como lo patentiza la realidad. Asimismo, la perspectiva de que habla no es otra que la que les indica la oligarquía. Por eso el sistema político mexicano, luego de tres décadas de neoliberalismo y una década con el PAN en Los Pinos, es hoy el factor emblemático de la crisis generalizada que caracteriza a México en la actualidad. La política en este momento ni a caricatura llega, pues quienes la ejercen profesionalmente, con algunas notables excepciones, lo hacen con una finalidad de perverso pragmatismo.
De ahí que en los años venideros, una exigencia insoslayable tendrá que ser rescatar la dignidad de la política, volverle a dar el papel que le debe corresponder como instrumento idóneo para regular las relaciones entre el Estado y la sociedad. Sin embargo, vistas las cosas como son hoy, se antoja una utopía lograr tal objetivo, sobre todo si quedara como candidato del PRI a la Presidencia de la República, quien no tiene más atributos que su disponibilidad sin cortapisas para servir de peón de la oligarquía, una vez que sus miembros se convencieron de que los “políticos” panistas no tienen una mínima capacidad para encabezar el gobierno federal.
Dicho personaje sin atributos no es otro que Enrique Peña Nieto, cuya única cualidad es la de retratar muy bien para la televisión, como se ha podido comprobar a lo largo de su sexenio que acaba de concluir como gobernador del Estado de México, al cual deja con los niveles de pobreza más altos de su historia, así como con índices de marginalidad, en algunas regiones, comparables a los de naciones africanas. Con todo, la mafia del poder lo ve como el salvador de las instituciones, después del descalabro calderonista, convicción que desde su punto de vista es perfectamente coherente: la oligarquía se autoconsidera como la máxima y única representación de la patria.
Tal forma de ver las cosas es sumamente peligrosa, pues nunca como en la actualidad el país había enfrentado una crisis estructural de tal magnitud. El sistema político dejó de ser funcional, requiere una reconfiguración completa que sólo podrá darse con una verdadera transición democrática, en la que participen todas las fuerzas políticas, con proyectos incluyentes y amplia visión de Estado, con fórmulas nuevas que faciliten la movilización ciudadana en torno al imperativo de poner freno a la violencia, recuperar la paz social y fortalecer el Estado de Derecho.
Dar estos pasos sería benéfico incluso para la oligarquía, pues se generarían condiciones para que sus negocios florecieran mejor. Así como vamos, no pasaría mucho tiempo para que sus integrantes fueran totalmente desplazados por inversionistas extranjeros, como así sucede en la explotación de minerales preciosos, como el oro y la plata. No deben perder de vista que la burocracia dorada, en un entorno de entreguismo, sirve al mejor postor.
(gmofavela2010@hotmail.com

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