viernes, septiembre 25, 2009

Unidad: inútil y absurda demagogia, Guillermo Fabela Quiñones escribió este artículo


Unidad: inútil y absurda demagogia




Guillermo Fabela Quiñones
Apuntes…


Es una realidad inobjetable, que cuando un grupo no está cohesionado no sólo se entorpece la búsqueda de objetivos comunes, sino que se pierde toda posibilidad de avanzar hacia metas apetecidas por todos. Si en América Latina hay un país sumamente dividido, es el nuestro, donde conviven las más diversas clases sociales, desde multimillonarios de primer mundo hasta marginados propios de naciones africanas. En tales condiciones es impensable que pueda darse una elemental unidad, como pide Felipe Calderón, dizque para erradicar así la pobreza extrema.


En la ceremonia en la que se presentaron los billetes conmemorativos del bicentenario de la Independencia y el centenario de la Revolución Mexicana, Calderón pidió “poner muy en alto los Sentimientos de la Nación” de José María Morelos, en los que el generalísimo hizo hincapié en la necesidad de atemperar la opulencia. Puntualizó que a la actual generación de mexicanos, nos corresponde “seguir escribiendo la historia de la nación y escribirla con el mismo valor, visión de futuro y amor al suelo patrio, como lo hicieron en su momento los próceres de la Independencia y de la Revolución”.
Lástima que en los hechos actúe en total desacuerdo con sus palabras, pues en vez de hacer algo por atemperar la opulencia de unos cuantos oligarcas, hace precisamente lo contrario. Los resultados están a la vista, pues las disparidades entre los que menos tienen y los que usufructúan el 80 por ciento de la riqueza nacional, en los nueve años que lleva el PAN en el poder se han magnificado dramáticamente. Desde luego, este ha sido un proceso inventado por los priístas neoliberales, sin embargo corresponde a los panistas el mérito de haberlo llevado a extremos insospechados.
No hay duda de que si México fuera una nación unida, como lo estuvo décadas atrás, particularmente en el sexenio encabezado por el presidente Lázaro Cárdenas, combatir a fondo las causas de la pobreza no sería un reto imposible como lo es ahora. Es así, en efecto, porque las políticas públicas, la política económica del régimen, se orientan básicamente a propiciar la desunión de los mexicanos. De ahí que las palabras de Calderón sólo sean una simple demagogia que bien pudo haberse evitado. Se trata de un discurso hueco que ofende a la mayoría del país, que vive en carne propia las consecuencias de un gobierno cuyo principal y único objetivo es cumplir directrices de la oligarquía y de los poderes externos que mueven la economía mundial.
Si quisiera realmente un país unido, no hubiera enviado a la Cámara de Diputados un paquete fiscal pensado para ahondar más profundamente las divisiones entre los mexicanos. No se necesita ser un experto para darse cuenta que obligar a los pobres a pagar un 17 por ciento más al comprar sus escasas provisiones, lo que se habrá de conseguir es sumirlos en la pobreza extrema, y a las clase medias enviarlas en forma acelerada al tobogán de la pobreza sin posibilidad de regresión. Las consecuencias de esto se reflejarían de inmediato en el mercado interno, que se contraería aún más de lo que ya está hasta afianzar una recesión de alcances incalculables.
Sostuvo que nuestra generación debe desplegar “todos los elementos de política pública para cambiar nuestra nación en beneficio de todos los mexicanos, y en particular de los que menos tienen”. ¿Entonces por qué hace precisamente lo contrario? Tal esquizofrenia sólo es sostenible en regímenes donde no se tiene un elemental respeto a la ciudadanía, como así lo demuestra Calderón una y otra vez. Callarse sería una demostración de respeto, toda vez que a nadie engaña con sus palabras sin sentido. Puede así afirmarse que el PAN hecho gobierno demostró tener todos los vicios del PRI pero ninguna de sus virtudes, entre ellas la de saber callar cuando era indispensable hacerlo.
Es cierto que hasta esto fue transformado por los tecnócratas neoliberales cuando llegaron al poder, pues recordemos que el primero en hablar fervorosamente en favor de “los que menos tienen” fue precisamente Carlos Salinas de Gortari. Han pasado ya más de veinticinco años y los que menos tienen son ahora muchos millones más, aunque le parezcan pocos al titular de la Secretaría de Desarrollo Social, Ernesto Cordero. Es obvio que con semejante demagogia lo único que se consigue es dividir aún más a los mexicanos, más todavía de lo que los divide la enorme brecha económica entre la oligarquía y el resto de la población. ¿No es un absurdo extraordinario pedir que se unan Emilio Azcárraga y el tendero de la esquina que apenas saca para los gastos de su changarro? ¿Cómo pedir unidad entre una jauría de tigres insaciables (la oligarquía) y pobres mortales incapaces de defenderse de los acosos de semejantes fieras?
gmofavela@hotmail.com

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