jueves, septiembre 24, 2009

Ciudad Juárez... ayer y hoy, Rosario Ibarra de Piedra escribió este artículo.




Rosario Ibarra
Ciudad Juárez... ayer y hoy

Allá por 1930, mi familia se fue a vivir a Chihuahua, la capital de estado del mismo nombre.
Mi padre trabajaría como agente general de Agricultura y Fomento, algo así, apenas recuerdo, pues en ese tiempo yo tenía tres años. Nos quedamos allá por poco tiempo; toda la familia que era de cuatro miembros: mi padre, mi madre, mi hermano y yo. En 1933 nació mi hermana menor, niña sanota y frondosa, de quien en tono afable solía bromear mi padre diciendo que era chihuahueña, pero que parecía terranova.


Tengo recuerdos de felicidad inmensa de aquellos años. Los días cálidos de los meses de verano en los que correteaba por el patio enorme de la casa en que vivíamos y los paseos a lugares bellísimos del estado, en los que guardo especial lugar para la cascada de Basaseachic, esplendorosa caída de agua de 311 metros de altura, que cae sobre un cauce de roca basáltica, bordeado por pinos de todos los tamaños imaginables.


De los crudos inviernos guardo un solo recuerdo triste: la difteria que me postró al borde de la muerte, pero de la cual gracias a la ciencia fui rescatada. Por lo demás, aún me parece sentir el suave calor cerca de la chimenea y escuchar la voz grave de mi padre leyendo para mí a Rubén Darío, a Guillermo Valencia, a Valle Inclán, a Juan Valera, en fin, a todos los poetas y escritores cuyos libros yo escogía y sacaba de un enorme librero de cedro, orgullo de nuestra sala, y cuando estaban muy altos para mi párvula estatura, recuerdo también con inmenso cariño a mi bondadoso padre alzándome para alcanzarlos.


Un día de verano mi padre nos dijo: vamos a Ciudad Juárez para que conozcan la escuela en la que estudié. Se trataba de la escuela de los hermanos Escobar, en la que se había graduado de ingeniero agrónomo. Recuerdo la gruesa columna situada a la entrada en la que se veían los nombres de los que allí habían obtenido sus títulos profesionales. Mi padre era de la primera generación. En la primera línea que circundaba el monumento, de la base hacia arriba, pude leer: Valdemar Ibarra, 24 de junio de 1910... Fue un bello día en el que paseamos por la ciudad a la que mi hermosa madre calificó de simpática.


Los años pasaron y, ya muertos mis padres, mi esposo y yo llevamos a nuestros hijos a conocer los lugares en donde habían vivido sus abuelos y en los que pasé los días felices de mi infancia, Saltillo y Chihuahua. Ya allí, decidimos llevarlos a Ciudad Juárez para que conocieran también la famosa escuela de los hermanos Escobar.


¡Qué distinta la contemplé aquel día! Deteriorada, en total abandono, pues había sido cerrada porque alguna autoridad del estado pensó, y lo expresó, que era “un semillero de inteligencias” (me pregunté: ¿se inspiraría en el terrible dominico español, inquisidor de fanatismo inexorable, o en los no menos desalmados juzgadores de Giordano Bruno, Roberto Belarmino y Santoro Santa Severina?).


Jamás pensé que después de algunos años Ciudad Juárez entera se iría “deteriorando”, hasta que el día fatal llegó. Ya en 1975, año en que mi hijo fue secuestrado por el gobierno echeverrista, empecé a enterarme de que en otros sitios del país tenían lugar los “secuestros oficiales”, hoy justamente calificados como desapariciones forzadas, que se han repetido en todo el territorio nacional y que el actual gobierno quiere disfrazar de “levantones llevados a cabo por el crimen organizado”. Muchas mujeres de Chihuahua y Ciudad Juárez son desde entonces mis compañeras del comité ¡Eureka!, en el que seguimos luchando por la vida y la libertad de nuestros hijos, y ahora vemos con dolor infinito que cientos de crímenes brutales, como plaga maléfica, se han cernido sobre hogares de Ciudad Juárez y que las madres y las familias enteras de las víctimas, niñas y jovencitas asesinadas en aquella ciudad, sufren doblemente por sus muertes y por la ausencia total de justicia, que se antoja un crimen tan brutal como la muerte de sus hijas...

Y por si fuera poco, hoy se suma la insensibilidad de quien se ostenta como titular del Poder Ejecutivo federal, al querer imponer como procurador general de la República al ex procurador en el estado de Chihuahua durante los años de esos espantosos acontecimientos, en los que nada hizo por dar justicia a los familiares de las víctimas.


Sería un acto criminal que el Senado de la República ratificara al señor Arturo Chávez Chávez en el citado puesto. Por lo que a mí respecta, no tengo el menor asomo de duda : mi voto será en contra.

Dirigente del comité ¡Eureka!

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