martes, septiembre 29, 2009

Desconfianza e incredulidad, Sergio Cortés Sánchez escribió este artículo



Desconfianza e incredulidad




SERGIO CORTÉS SÁNCHEZ

Hemos perdido la sensibilidad sobre nuestros problemas terrenales, ya sean del lugar de residencia; del centro de trabajo, de alguna actividad deportiva, cultural o recreativa; del medio ambiente; de nuestras garantías individuales o de la militancia política. Cada día creemos menos y desconfiamos más: el dejar hacer y el dejar pasar de los fisiócratas norma nuestras conductas habituales; nos ensimismamos en las múltiples tareas domésticas y no hay lugar para el mañana ni para el nosotros. Desde el poder actúan con impunidad y alevosía, sabedores de la ausencia de resistencias activas o pasivas o de la insurgencia organizada y, a los que aun no aprehenden la lección, se les copta o reprime con la venia de las instituciones que deberían garantizar el cumplimiento de los derechos constitucionales. Hay un estado fallido y una sociedad desfallecida.

En los últimos cuatro años hemos aplicado sendas encuestas telefónicas sobre credibilidad y confianza en 24 instituciones; la población objetivo son las personas de 18 años o más que radican en el municipio de Puebla y disponen de teléfono en casa. Las preguntas registran la intensidad de la respuesta (mucha, algo, poco o nada) y a cada respuesta se le asigna un valor entre 1 (mucha) y cero (nada) para construir una escala numérica. Un valor de la escala que tienda a uno significa que hay mucha confianza (o mucha credibilidad) y si el valor tiende a cero, significa que no hay tales características en las instituciones valoradas. Con los valores absolutos de la escala se estima un índice que tiene como base el año 2006 –el último del gobierno de Vicente Fox–; sí el índice registrado durante algunos de los tres años de gobierno de Felipe Calderón es mayor a 100, ello significa una mejoría respecto al año base, si es menor a 100, significa que ha empeorado.

La confianza en las 24 instituciones valoradas ha mermado durante la gestión de Felipe Calderón; fue en promedio de 0.44 en el año 2006 y la semana pasada era ya de 0.37, siempre en escala del 0 (nada) al 1(mucha). Expresado a través de un índice de confianza, lo que en el año 2006 fue 100 hoy es 85. Las instituciones que todavía registran una confianza superior al 0.5 son la familia, la universidad, la Cruz Roja, la iglesia, la radio, los impresos, el Ejército y las organizaciones profesionales.

Con una valoración menor a 0.5 pero superior a 0.25 (muy poca confianza) se ubican los organismos no gubernamentales, la televisión, la presidencia de la República, los organismos patronales y la Policía y, con una valor menor a 0.25 están los gobernadores, los presidentes municipales, los partidos, los sindicatos, los diputados y los senadores. De las 24 instituciones valoradas, sólo cuatro (familia, universidad, iglesia y colegio de profesionales) refrendaron el nivel de confianza que tenían tres años antes, en los otros casos, cayó la confianza, sobre todo en los poderes legislativo, ejecutivo y judicial y, en el sistema de partidos.

La otra pregunta es sobre credibilidad en asuntos políticos (“¿tratándose de política, qué tanto le cree a?”) y ahí no hay institución que tenga credibilidad, todas registran un valor en la escala menor a 0.5. En el año 2006, el valor de credibilidad fue de 0.38, hoy es de 0.28, expresado en un índice de credibilidad, lo que en 2006 era 100, hoy es 74, estamos en la antesala que nos gobierne un narco o un militar o que nos patrullen los marines. Las instituciones a las cuales se les cree poco son la familia, los medios de comunicación, la iglesia, al Ejército o al organismo defensor de los derechos humanos; las instituciones que tienen muy poco o casi nula credibilidad son los consejeros del Instituto Federal Electoral; a los jueces, a los banqueros, gobernadores, presidentes municipales, diputados, senadores, líderes, y dirigentes de partidos políticos.

Los poderes constituyen de la República no tiene credibilidad, tampoco los organismos autónomos como el IFE o las instituciones públicas, como los partidos políticos. Los líderes de organizaciones sociales también están desacreditados al igual que los empresarios. Entre tanta incredulidad, la esperanza suele depositarse en los escasos políticos congruentes, en profesionales de la política apartidistas o en el llamado sexo débil; éstas últimas han resultado de alta rentabilidad política y se han usado para que los varones detenten una curul en el Congreso de la Unión. La incredulidad puede ser la fuerza de la actual presidenta municipal de Puebla –excluida por la dirigencia de su partido para ser valorada como probable candidata a gobernador–, y no es que la dama sea una estadista o su trienio un paradigma de gestión pública, sino por la desconfianza que puede haber hacia los otros precandidatos a la gubernatura de ese partido: la dirigencia priista ha creado su Juana de Arco.­

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