jueves, septiembre 24, 2009

La reforma fiscal y otra reforma energética: más de lo mismo, artículo escrito por: Arturo Huerta González




ALTERNATIVA ECONÓMICA
La reforma fiscal y otra reforma energética: más de lo mismo


ARTURO HUERTA GONZÁLEZ

El gobierno federal sale ahora con el chantaje de que “para atender requerimientos como la total cobertura en salud” y que la “compra de vacunas contra la influenza AH1N1 depende de que el Congreso apruebe el nuevo plan fiscal”. Asimismo, nos dicen que “por la indignación ante la pobreza se busca gravar consumo”. Tratan de justificar el incremento de impuestos al consumo diciendo que tales recursos serán para el combate a la pobreza y para financiar los gastos de salud. Si en realidad quisieran combatir la pobreza y disminuir las desigualdades en la distribución del ingreso en el país, podrían gravar al capital financiero, que nuevamente vuelve a ganar en la Bolsa de Valores, la cual ya alcanza los niveles que se tenía antes de la crisis de mediados de septiembre de 2008. Pero ello no pasa por la mente de quienes nos gobiernan, sino por el contrario, actúan a favor de ellos, y de ahí que el capital financiero está recuperando sus ganancias, no obstante que sea a costa de la drástica contracción de la actividad económica, del aumento del desempleo y del número de pobres en el país, y de que el gobierno se endeude del exterior para actuar a favor de ellos, y tal deuda la terminaremos pagando todos los mexicanos.

Señala el gobierno que “necesitamos generar recursos que no tenemos”. El problema es que en un contexto de recesión como el que enfrentamos; es decir, de fuerte caída de ingresos de empresas e individuos, no se puede incrementar impuestos, pues no hay capacidad de pago. Lo que hará dicha política es contraer más el ingreso de la sociedad, lo que se traducirá en menores niveles de inversión y de consumo, por lo que se contraerá más la actividad económica, y con ello la captación tributaria, por lo que el gobierno no obtendrá los recursos que busca para financiar sus gastos. Si quiere recaudar más, tiene que gastar más, para así reactivar la economía, incrementar el ingreso de empresas e individuos, lo que le permitiría aumentar los ingresos tributarios, ya que éstos son función del ingreso nacional.

El gobierno no requiere de impuestos ni de deuda para financiar su gasto. Basta que emita cheques contra su cuenta bancaria. Todo mundo aceptará venderle al gobierno, pues todos quieren ver incrementadas sus ventas, o verse ocupados por el gobierno. Ello se traduciría en mayores ingresos de empresas e individuos, lo cual aumentaría los depósitos bancarios y la liquidez de la economía, lo que contribuiría a bajar la tasa de interés, como a expandir el crédito por parte de la banca. Al existir capacidad ociosa en la industria, y altos niveles de desempleo, la expansión del gasto público no ocasionaría presiones sobre precios, ni sobre el sector externo, si se canaliza a favor de la producción nacional. Si el gobierno no se pronuncia por tal alternativa, es porque no quiere mandar señales al mercado de que trabajaría con gasto deficitario, ya que el capital financiero se opone a ello, por considerar que se incrementaría la participación del Estado en la economía, y reduciría la del sector privado, y porque el gobierno dejaría de demandarle créditos, lo que se traduciría en menores ganancias para el capital financiero.

El problema es político no económico. Como el gobierno se subordina a los intereses de los dueños del dinero, opta por restringir el gasto público, y por aumentar impuestos al consumo, para no trabajar con gasto deficitario. Prefiere seguir afectando el nivel de vida de las grandes mayorías del país, para seguir quedando en bien con el capital financiero, y justifica sus políticas diciendo cínicamente que son para el combate a la miseria.

En el mismo tenor nos dice que se impulsarán “reformas de fondo en la industria petroquímica y en otros sectores para no distraer recursos públicos en actividades que pueda realizar la empresa privada”. Y afirman que hay que “dejar atrás los mitos y tabúes que han impedido a muchos sectores como la petroquímica, ser verdaderas potencias mundiales”. Se insiste en que para que el gobierno pueda canalizar recursos para la educación, la salud y el combate a la pobreza, tiene que dejar de invertir en la industria energética, en petroquímica, y demás sectores estratégicos de la economía, y que éstos sean desarrollados por el sector privado. Tal discurso ha sido el mismo que viene dándose desde Miguel de la Madrid, y que profundizaron Salinas de Gortari, Zedillo, Fox, y ahora Calderón. De ahí que los sectores estratégicos ya no pertenecen a la nación, son controlados por el sector privado. En el caso de Pemex, desde hace años alrededor del 95 por ciento de la inversión desarrollada ahí, es realizada por el sector privado, apropiándose así de la riqueza petrolera. Esa mayor participación del sector privado en los sectores estratégicos de la economía, no se ha traducido en mayor productividad, en mayor eficiencia, en crecimiento económico, mayor empleo, y bienestar para los mexicanos. Además, la liberación de recursos que tales inversiones privadas le permitieron al gobierno, no se tradujeron en mayores gastos de educación, ni en salud, ni en menores pobres, y si en cambio han generado una gran concentración de la riqueza en manos de unos cuantos.

Nos dicen que “es momento de comprometernos todos, no con el México que tenemos, sino con el México que queremos tener, con el México que debe ser”. Sin embargo, el gobierno insiste en más de los mismo. Han anunciado que el “gobierno planteará de buena fe, con honestidad intelectual y política, reforma a fondo en la industria energética nacional”. Se insiste en ahondar el México que tenemos, que ellos han configurado, destruido y extranjerizado. No hay ningún planeamiento de construcción de proyecto de nación que sea incluyente. Creen que profundizando el modelo económico de libre mercado, de privatización y extranjerización, podrán sacar a la economía de la crisis, sin considerar que con esas reformas estructurales hemos estado desde hace décadas, y los resultados son la destrucción de la capacidad productiva, la pérdida de manejo soberano de la política económica a favor del crecimiento, el mayor número de pobres y la crisis que enfrentamos. Frente a ésta, no es posible mantener discursos demagógicos de tratar de hacer creer que las políticas propuestas son para el combate a la miseria y para que México se convierta en potencia mundial. El gobierno no puede seguir con más de lo mismo, pues ello solo acarreará mayores problemas económicos, políticos y sociales, que serán muy difíciles de revertir y superar, y que harán de este gobierno uno de los más cuestionados por la historia, por no haber sabido sortear la crisis de proporciones que tenemos.

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