lunes, septiembre 21, 2009

Sergio Cortés Sánchez escribió este artículo


OPINIÓN
La Cuauhtémoc






Sergio Cortés Sánchez

Las cantinas suelen ser espacios de solaz esparcimiento en donde además de buenas charlas y amenas compañías se puede degustar excelentes viandas, y en muy pocas presenciar juegos de futbol profesional.

En el Centro Histórico de la ciudad de México son muy concurridas algunas cantinas, El Nivel (la más antigua), El Gallo de Oro y La India fueron famosas por su concurrencia: poetas, filósofos, periodistas y políticos. Otras lo son por las viandas que ofrecen: La Casa Noste, en la calle Guerrro (y Luna), y La Victoria, de la calle López. Otras destacan por ser el centro de operaciones de celebridades: La Mundial, de la calle Bucareli, o por ser lugares de la intriga y el complot, como la famosísima cantina La Ópera.

Otras son ya parte del patrimonio de la humanidad, como lo es la ruidosa cantina Hussongs, de Ensenada, o La Pasita, de Puebla. Muchos todavía recordamos al afable ingeniero de la 7 Poniente que sólo servía un máximo de tres copas y nos recordaba que alguien nos esperaba en casa. La más espectacular de las cantinas poblanas es La Cuauhtémoc, diseñada por el arquitecto Pedro Ramírez Vázquez para los Juegos Olímpicos de 1968 con el fin de que fuera un estadio de futbol.

Hoy es la cantina más concurrida de Puebla. Se debe pagar un cover para acceder a dicha cantina, éste se fija arbitrariamente en función de quien es el contrincante. Cuando es Pumas, Chivas o América el precio se duplica. Ya con boleto en mano la llegada a la barra tiene un costo en tiempo de 80 a 120 minutos, hay que pasar varios retenes, y en algún momento, las enésimas filas se tornan una para revisión del boleto: dos jóvenes leen, con una pistola de láser, el código de barras para verificar su autenticidad y cancelarlo. Hay ocasiones en que se niega el acceso a la cantina por sobreventa de localidades, como sucedió en la liguilla pasada, cuando el equipo de la UNAM visitó al de Puebla. Hoy estuvimos de suerte; pudimos acceder, a través de la custodiadísima puerta 7, a la parte norte de la cantina, justo atrás de lo portería, y a un lado de la porra del equipo Pumas; la odisea nos llevó solamente 83 minutos.

Ya instalados, el servicio de la cantina es discrecional, por sólo 30 pesos podemos pedir los vasos de cerveza (650 mililitros) que deseemos; si somos clientes preferentes nos abren línea de crédito. Hay algunos pequeños detalles que la euforia deportiva nos permite olvidar; no hay salidas de emergencia de la cantina, éstas se cancelan para evitar la entrada de miles de espectadores a los que teniendo boleto en mano, se les negó el acceso por sobrecupo. Otro detalle es la rampa de acceso a palcos, que no tiene barandal de seguridad y cuyas escaleras parecen más de barco que de estadio deportivo, y un detallito aparte es el acceso a los sanitarios; cuando se está fuera de palcos es imposible, ya que los pasillos están ocupados por los espectadores (debido al sobrecupo) y por los vendedores de cerveza, que ahí ubican sus depósitos. Impunemente, la directiva del equipo de futbol Puebla hace sobretiro de boletos y no existe autoridad que la regule.

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