México: cómo organizar la desobediencia ciudadana
Víctor M. Toledo
Muerto el perro, se acabó la rabia. Se trata del extraño
cadáver de la democracia y de la epidemia provocada por el modelo de
civilización dominante. De la democracia llamada representativa. La misma que
en buena parte del mundo no sólo no expresa ya el sentir complejo y dinámico de
las ciudadanías, sino que se ha confirmado como un eficiente mecanismo por el
que los monopolios económicos y políticos del mundo, las corporaciones y los
gobiernos explotan impíamente a las sociedades. El uno por ciento contra el 99
por ciento: Rusia, Estados Unidos, España, Grecia, Chile, Portugal, Italia…
En México, por sexta vez en su historia reciente, se
comete fraude electoral para impedir que acceda al poder un grupo diferente al
que domina desde hace unos 80 años. Los mexicanos no podemos seguir creyendo en
ello. Hoy es tiempo de pasar a la democracia participativa. Como en el resto
del mundo, en México la democracia representativa no ha evitado la expansión
del neoliberalismo ni la de los monopolios y mafias legales e ilegales. Tampoco
ha podido detener el agudo deterioro ambiental, convertido ya en crisis
ecológica global que amenaza a todos y a todo sin distinción. Con la farsa
escenificada por los siete ministros del tribunal electoral, a quienes un
twitero calificó de sicarios de toga y birrete, termina un ciclo de
dominación y comienza otro; esta vez con un delincuente como presidente. Sólo
que ni en el país ni en el mundo es 2006, y mucho menos 1988, es más bien un 68
re-creado. Ha llegado la hora de organizar la resistencia social.
La resistencia o desobediencia ciudadana es imposible sin
la organización de la sociedad y de su acción concertada y con objetivos. Es el
paso obligado de las masas, fácilmente manipulables por caudillos y líderes, a
las ciudadanías. Morena (Movimiento Regeneración Nacional), por ejemplo, debe
dejar de ser ese cúmulo de gente honesta y combativa pero organizada desde
arriba, sin estructura orgánica, para convertirse en un verdadero movimiento
social donde las decisiones se tomen colectivamente. El manifiesto de AMLO,
valiente, digno y decisivo, sigue siendo por desgracia un monumento al
caudillismo. La dignidad se sigue conjugando en primera persona. ¿Quién
decidirá el cómo, cuándo y dónde de la desobediencia ciudadana? Morena, al
igual que el #YoSoy132 y los otros movimientos contra la imposición y el fraude
electoral, o es horizontal, flexible, espontáneo, descentralizado y creativo, o
no será. Las redes sociales no pueden reproducir a los partidos verticales,
rígidos y burocráticos de derecha, centro o izquierda. ¿Qué es la desobediencia
ciudadana? Es un derecho a la rebelión, “…una práctica pública, no violenta,
consciente y política, contraria a una ley u orden de autoridad considerada
injusta o ilegítima, que la sociedad civil emprende con el objetivo de
invalidar dicha ley u orden y de inaugurar una nueva legalidad en la que
aquellos derechos sociales y civiles que la ley niega se vean de facto reconocidos”.
Dicho conjunto de acciones son legítimas en una sociedad
libre, dirigidas a despertar conciencias, poner en evidencia a los corruptos o
quitar la máscara de los gobernantes convertidos en delincuentes. Por ello,
cada acción es esencialmente informativa, sorpresiva, espectacular y emotiva, y
tendente a cuestionar el orden vigente y a empoderar al resto de los ciudadanos,
que por lo común permanecen aislados y cautivos del miedo. La desobediencia se
hace tomando por asalto los lugares públicos, calles, plazas, parques, centros
comerciales y jardines, para celebrar la fiesta, el juego, la poesía colectiva.
Una estrategia clave de la desobediencia civil: es preferible mil acciones de
100 ciudadanos que 100 mil ciudadanos juntos. ¡Ello vuelve loco al sistema! En
otra dimensión, la desobediencia se practica generando la autogestión
ciudadana, como decisiones independientes por asambleas de base, consultas,
referendos y elecciones organizadas por la sociedad, negativa a pagar
impuestos, creación de monedas no oficiales, de radios y televisoras
independientes, boicots económicos a empresas, creación de cooperativas para
sustituir bancos, escuelas, comercios y mercados, y redes de consumo
responsable.
¿Cuales son las posibilidades de éxito de esas acciones?
Muchas, por la sencilla razón de que hoy enfrentamos a un poder acorralado. Su
debilidad queda develada y a la luz de luna cuando los mexicanos se preguntan:
¿dónde están las muchedumbres de seguidores del candidato triunfador festejando
el triunfo? ¿Por qué no hay una sola plaza o calle con los militantes
festinando? Los únicos que festejan son los del aparato: líderes y miembros
notables de la clase política, empresarial, mediática, financiera,
eclesiástica, sindical y su masa servil de asistentes. Disponemos de dos
evidencias robustas para explicar el fenómeno: el triunfo oficial del
PRI está basado en algo más de 19 millones de votos o el 24 por ciento del
total del padrón. De esos podemos estimar que emitidos de manera libre,
espontánea y legítima no fueron más de 12 millones, equivalentes a sólo 15 por
ciento del total. El estudio realizado por Alianza Cívica el día de la elección,
que movilizó a 500 encuestadores en todo el país y con un nivel de
confiabilidad de 95 por ciento, detectó 28 por ciento de los votos emitidos
bajo alguna forma de coacción, es decir unos 14 millones.
Por otra parte, un estudio matemático riguroso realizado
por el investigador Ángel Zambrano, basado en un detallado análisis estadístico
de las relaciones entre votos nulos (2.5 por ciento del total) y patrones de
votación de los candidatos, reveló que la suma oficial de votos de Enrique Peña
Nieto está potencialmente inflada en alrededor de 40 por ciento, casi 7.7
millones de votos, mientras existe evidencia numérica de que a AMLO le
desaparecieron alrededor de 3.2 millones. Si los casi 16 millones de mexicanos
que votaron por AMLO se ganan a los 30 millones que no votaron o anularon, la
gran farsa electoral que se ha montado con la participación de los principales
agentes del poder fáctico será derrotada súbita o gradualmente. Todo depende de
que nos organicemos.

No hay comentarios.:
Publicar un comentario