jueves, septiembre 20, 2012

Ricardo Monreal Avila : El último Grito


El último Grito
Ricardo Monreal Avila
http://www.poresto.net/ver_nota.php?zona=yucatan&idSeccion=22&idTitulo=192978 

Dicen que la historia se repite; la primera vez en forma de tragedia, la segunda en forma de farsa. Para los anales de la historia tenemos dos últimas ceremonias del Grito de Independencia sumamente ilustrativas. Una, la de Porfirio Díaz en 1910; la segunda, la de Felipe Calderón el pasado sábado 15 de septiembre de 2012. Hay una distancia de 102 años, pero a la vez una cercanía social innegable. Que las crónicas de la época den cuenta de este alineamiento de eventos.
“El grito de fraude, fraude, llegó hasta el balcón de Palacio Nacional en cuanto la banda de guerra dejó de tocar para dar paso a la última ceremonia conmemorativa de la Independencia que encabezaría el presidente, Felipe Calderón.
“Pese a la lluvia, un grupo de jóvenes esperó por al menos tres horas bajo el asta bandera del Zócalo de la Ciudad de México, la plaza más importante de la capital mexicana, para protestar ante el grito de ‘¡Viva México!’ del mandatario que dejará el gobierno en diciembre próximo.
“En el evento, que duró apenas 15 minutos, el rostro del presidente fue iluminado por un láser verde dirigido desde la multitud que se manifestó también en contra de la entrega del poder al priísta Enrique Peña Nieto.


“Acompañado de su esposa, Margarita Zavala, y de sus tres hijos, Calderón lanzó ‘vivas’ para los héroes de la Independencia y tocó la campana del Palacio Nacional para emular a Miguel Hidalgo y Costilla, quien hace hace 202 años inició la lucha independentista de México.
“Las vocerías del gobierno del Distrito Federal y de la Secretaría de Seguridad Pública capitalina dijeron a CNNMéxico que desconocían la cifra exacta de las personas que estuvieron manifestándose en contra del presidente.
“Seis años antes, había presidido la misma ceremonia mientras Andrés Manuel López Obrador —quien en 2006 perdió la elección y desconoció el triunfo de Calderón por una diferencia del 0.56% de los votos— realizaba su propio festejo en una protesta contra un supuesto fraude electoral.
“Tras el Grito de este sábado, un espectáculo musical se unió a la pirotecnia. Entonces, a los gritos de fraude se sumó el de asesino, una consigna de manifestación por las más de 45,000 personas que han muerto en hechos violentos vinculados con el crimen organizado y la Estrategia Nacional de Seguridad que lanzó Calderón cuando llegó al poder.
“Y a la par de los fuegos artificiales, entre la Catedral iluminada de verde, blanco y rojo, una manta con la palabra fraude se extendió en el Zócalo, pese a los intentos del Estado Mayor Presidencial, la guardia del mandatario, de quitarla.
“Media hora después ya no había protestas. En el patio central del Palacio Nacional, el mandatario mexicano y su familia, secretarios de Estado, legisladores panistas e invitados especiales disfrutaron de un espectáculo de bailes tradicionales mexicanos y un buffet de platillos típicos.
“A esa fiesta el presidente electo, Enrique Peña Nieto, no llegó. Tampoco integrantes de su equipo de transición. Sólo Jesús Murillo Karam, quien tras la elección fue coordinador jurídico y responsable de la defensa del triunfo del priísta, y acudió a la celebración de la Independencia como presidente de la Cámara de Diputados.
“Al final, como una forma de despedirse y dar paso a su sucesor, Calderón repartió entre sus invitados especiales diversos objetos con un solo mensaje: gracias México”. Hasta aquí la crónica de Tania L. Montalvo de CNNMéxico.
Federico Gamboa, subsecretario de Relaciones Exteriores de Porfirio Díaz, responsable de promover las fiestas en el exterior y de atender a las representaciones diplomáticas presentes en el centenario, quien sería más tarde su acompañante durante los primeros días del exilio en París, narra el siguiente episodio significativo:
“La noche del 15, que en esta ocasión alcanzó proporciones de indescriptible entusiasmo nacionalista, fueron tantos los invitados al Palacio que se hizo necesario multiplicar el servicio del ambigú acostumbrado. Karl Bünz, embajador especial de Alemania y excelente amigo, prefirió no sentarse a la primera mesa, sino volver a contemplar el espectáculo, ¡único en América!, de nuestra plaza de armas cuando la muchedumbre que la llenó, hasta no escuchar devotamente y luego vitorearlo con el alma en la garganta, el ‘grito’ ritual, comienza a desertarla en pos de las bandas militares que se desgranan por las calles y plazas de la ciudad, rumbo a sus cuarteles.
“En esas estábamos Bünz y yo, suspenso él y yo encantado como siempre que presencié la patriótica y popular manifestación pacífica, risueña y comunicativa, con tañer de guitarras, entonando canciones castizas y empolvadas, deteniéndose sus componentes frente a las vendimias alumbradas de ocote en que se fríen enchiladas y buñuelos, y se pregonan cacahuates y frutas, los compradores empinando el codo, acallando brazos femeninos a los críos, insomnes y pávidos; todo eso veíamos, cuando en la bocacalle de Plateros se produjo insólito arremolinamiento de gente rijosa, se oyó destemplado vocerío y adivinamos un terco ondular y chocar de personas. A tamaña distancia no acertamos a dilucidar qué sería aquello, apenas si distinguíamos que un emblema, estandarte o cuadro, oscilaba y se erguía por sobre las cabezas anónimas, cual si unos y otros se lo disputaran a viva fuerza.
“De pronto, uno, dos fogonazos con sus sendos truenos inconfundibles rayaron la relativa penumbra en que las iluminaciones mortecinas iban sumiendo a la plaza, y, a poco, en desorden y con mayores voces, el remolino humano se abrió paso y avanzó de prisa por frente al portal de Mercaderes, la Casa del Ayuntamiento, rumbo al palacio.
—Tiros, ¿verdad? —exclamó Bünz.
—Posiblemente —repuse— cohetes o tiros disparados al aire por el júbilo que la fecha provoca.
“El remolino siguió avanzando hasta no desfilar por debajo de nosotros, que desde el balcón lo contemplábamos, Bünz intrigado y yo sin sangre, pues ya se descifraban los gritos, vivas a Madero, y ya veíase qué era lo que en alto llevaban; un retrato en cromo del mismo Madero, enmarcado en paños tricolores.
—¿Qué gritan? —me preguntó Bünz.
—Vivas a los héroes muertos y al presidente Díaz —le dije.
—Y el retrato, ¿de quién es? —tornó a preguntarme.
—Del general Díaz —le repuse sin titubeos.
—¡Con barbas! —insistió algo asombrado.
—Sí —le mentí con aplomo—, las usó de joven, y el retrato es antiguo…”.
Dos meses después del festejo del primer centenario de la Independencia sobrevino el estallido de la Revolución Mexicana.
ricardo_monreal_avila@yahoo.com.mx
Twitter:@ricardomonreala

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