El nuevo poder de la gente
Sabina Berman
1.
La gente gana la calle. Camina el asfalto codo a codo con desconocidos, se asombra de poder gritar los mismos lemas, de tener las mismas urgencias. De súbito, el azoro: nosotros somos el motor de una nueva era. Nosotros somos sus héroes. Nosotros somos el futuro.
2.
El sentido común siempre es decepcionante. En este caso indica que un día los marchistas de Egipto tendrán que ceder su enorme libertad actual, poner su poder colectivo a recaudo de algunos pocos, que ocuparán el control central del país. Ojalá su control no sea abusivo, ojalá sepan cómo construir una democracia: oh Alá, que no traicionen las esperanzas de la gente.
3.
¿Pero qué es el sentido común sino el acopio del pasado? A partir de los últimos años del siglo XX, otra narrativa del poder de la gente se viene armando, atraída por una idea utópica. Utópica: que no puede realizarse todavía, pero imanta la imaginación. Una idea utópica que nació en las marchas de la altero-globalización, cuando cientos de miles de jóvenes protestaron contra los jefes de los Estados capitalistas. Esta es la utopía: una sociedad sin control central, donde cada ciudadano o grupo se absorbe en su trabajo: este grupo construye carreteras, este ejerce la medicina, otro grupo administra el erario, pero no se erige como el grupo que centraliza las decisiones de una sociedad.
Naomi Klein, la periodista canadiense, narra en su libro Vallas y ventanas cómo varias celebridades trataron de “organizar” a los jóvenes altero-globales, para convertirse en sus líderes, y cómo los jóvenes respondieron: no los necesitamos, una mayor inteligencia fluye cuando no hay control central.
Sabina Berman
1.
La gente gana la calle. Camina el asfalto codo a codo con desconocidos, se asombra de poder gritar los mismos lemas, de tener las mismas urgencias. De súbito, el azoro: nosotros somos el motor de una nueva era. Nosotros somos sus héroes. Nosotros somos el futuro.
2.
El sentido común siempre es decepcionante. En este caso indica que un día los marchistas de Egipto tendrán que ceder su enorme libertad actual, poner su poder colectivo a recaudo de algunos pocos, que ocuparán el control central del país. Ojalá su control no sea abusivo, ojalá sepan cómo construir una democracia: oh Alá, que no traicionen las esperanzas de la gente.
3.
¿Pero qué es el sentido común sino el acopio del pasado? A partir de los últimos años del siglo XX, otra narrativa del poder de la gente se viene armando, atraída por una idea utópica. Utópica: que no puede realizarse todavía, pero imanta la imaginación. Una idea utópica que nació en las marchas de la altero-globalización, cuando cientos de miles de jóvenes protestaron contra los jefes de los Estados capitalistas. Esta es la utopía: una sociedad sin control central, donde cada ciudadano o grupo se absorbe en su trabajo: este grupo construye carreteras, este ejerce la medicina, otro grupo administra el erario, pero no se erige como el grupo que centraliza las decisiones de una sociedad.
Naomi Klein, la periodista canadiense, narra en su libro Vallas y ventanas cómo varias celebridades trataron de “organizar” a los jóvenes altero-globales, para convertirse en sus líderes, y cómo los jóvenes respondieron: no los necesitamos, una mayor inteligencia fluye cuando no hay control central.
4.
Esta idea utópica encontró un símil en el libro Emergencia, de Steven Johnson, publicado en 2002, y de enorme influencia intelectual. El hormiguero. Nadie manda en el hormiguero, la hormiga Reina está mal nombrada: no reina, sólo da a luz hormigas, el todo es una acumulación de las decisiones mínimas de cada individuo o grupo, y funciona con un orden y una eficacia pasmosos.
¿No es aplicable a lo humano el modelo del hormiguero? Por supuesto que sí lo es: en internet es un hormiguero de información humana.
5.
El internet es una maqueta de la sociedad plenamente democrática del futuro. Considérese por un minuto: una sociedad como internet, con mínimos reglamentos. Sin Control Central. Con una creatividad fabulosa. Considérese por otro minuto: desde internet se están organizando las marchas de Egipto, como si de la maqueta emanara la realidad, como si del mapa surgiera el territorio.
6.
Es falso que en México la gente es apática. Que le falta todavía empoderarse, saber reclamar sus derechos, ganar las calles. Lo ha hecho ya. Por dar una muestra ejemplar, hace un año un millón de personas marchamos contra la inseguridad. Las ONG involucradas dieron muestra de una notable sofisticación: tenían previsto un plan que remontaba la protesta masiva. Un pliego de exigencias concretas y un método para calificar su cumplimiento por los gobernantes estatales y federales. Ahora en enero nos lo han informado a los otros ciudadanos: cada uno de los gobernadores reprobó en cada exigencia nuestra.
El problema de la gente en México es qué hacer con una clase política que se resiste a cumplirle. El problema es cómo salvar la democracia de los políticos que no saben/ no quieren/ no pueden ejercerla.
7.
Lo primero es distinguir que esta generación de políticos es la que ha fallado a la democracia: no es la democracia la que ha fallado.
8.
Parafraseo a John M. Ackerman, de su texto publicado en La Jornada (7 de febrero, 2011). Esta es la “ventaja” de nuestro momento histórico en México: con un poder fragmentado en partidos, con partidos desligados de la gente y vaciados de ideología, y que concitan el repudio parejo de la población, se despeja el tiempo para que una nueva opción, emergida de la gente, aparezca y se fortalezca. “Los ciudadanos voltearán la mirada hacia ellos mismos como los únicos responsables de su destino”. Sí. Pero ¿por cuáles mecanismos hemos los ciudadanos de articular esa nueva narrativa de futuro?
9.
Mediemos entre la idea utópica de la sociedad sin Controladores Centrales y el sentido común. Digamos que buscamos por lo pronto un México con controladores al servicio de las urgencias de la gente. Digamos que las urgencias de la gente las conoce sobre todo la gente que las padece. ¿Podrían surgir desde la gente tres metas sociales que se reconozcan como las claves para alcanzar un mejor país? ¿Y cómo han de surgir?
Confiemos en el método de la marcha, del hormiguero, del internet: alguien canta un lema, lo corean cien, lo abandonan si no se contagia a la multitud, alguien corea otro lema, se contagia a un millón de personas, ese es un lema aprobado. Traslademos el método a las redes sociales y la prensa escrita. Cada cual enuncia sus tres metas y pone atención a las metas que se reiteran y acumulan seguidores.
10.
Antes de que seamos carne de mitin en las próximas elecciones presidenciales; antes que candidatos intercambiables por los de hace seis años prometan promesas intercambiables por las de entonces; antes que las promesas nos hagan caer en esperanzas como las de otrora, volvamos la mirada hacia nosotros. Y no pasemos por debajo de la democracia que hemos ganado los ciudadanos: con esa narrativa de tres metas surgidas desde abajo, midamos a los que aspiran a controlarnos. Responde candidato, ¿cómo vas tú desde el Control Central a solucionarnos a nosotros nuestras tres urgencias claves?
11.
Para uso del lector. Estas son las tres urgencias de México.
a.
b.
c.
(*) Este texto se publica en la edición 1789 de la revista Proceso, ya en circulación.
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