Asombra tan eficaz celeridad
Apuntes
Guillermo Fabela Quiñones
La celeridad con que actuó el gobierno federal para aprehender a los supuestos asesinos del agente estadounidense Jaime Zapata, demuestra que la justicia en México se ejerce cuando así conviene al grupo en el poder. Obviamente, Felipe Calderón no podía llegar con las manos vacías a su cita en la Casa Blanca con el presidente Barack Obama, de ahí la urgencia para obtener “resultados” que calmaran las presiones de Washington con el pretexto del pronto esclarecimiento del desafortunado homicidio, que por otro lado demostró las facilidades que tienen agencias estadounidenses para moverse por nuestro territorio como los viene en gana.
Que los sujetos aprehendidos sean efectivamente los autores materiales del atentado, eso es otra cuestión, lo relevante es que Calderón llegará a su cita con Obama, el próximo 3 de marzo, con el trofeo de la captura de “El Piolín” y sus secuaces, cuya pinta no deja lugar a dudas de que son delincuentes porque no podían ser otra cosa. En sus rostros se ven las huellas de taras generacionales inocultables, problema colateral al de la violencia en México que no tiene visos de ser erradicado, porque habrá de ir en aumento paralelamente a sus causas: la pobreza extrema, la desnutrición, el desempleo y la marginación.
Apuntes
Guillermo Fabela Quiñones
La celeridad con que actuó el gobierno federal para aprehender a los supuestos asesinos del agente estadounidense Jaime Zapata, demuestra que la justicia en México se ejerce cuando así conviene al grupo en el poder. Obviamente, Felipe Calderón no podía llegar con las manos vacías a su cita en la Casa Blanca con el presidente Barack Obama, de ahí la urgencia para obtener “resultados” que calmaran las presiones de Washington con el pretexto del pronto esclarecimiento del desafortunado homicidio, que por otro lado demostró las facilidades que tienen agencias estadounidenses para moverse por nuestro territorio como los viene en gana.
Que los sujetos aprehendidos sean efectivamente los autores materiales del atentado, eso es otra cuestión, lo relevante es que Calderón llegará a su cita con Obama, el próximo 3 de marzo, con el trofeo de la captura de “El Piolín” y sus secuaces, cuya pinta no deja lugar a dudas de que son delincuentes porque no podían ser otra cosa. En sus rostros se ven las huellas de taras generacionales inocultables, problema colateral al de la violencia en México que no tiene visos de ser erradicado, porque habrá de ir en aumento paralelamente a sus causas: la pobreza extrema, la desnutrición, el desempleo y la marginación.
De ahí que en este caso, sea impensable que la Procuraduría estadounidense pida la extradición de los seis delincuentes acusados del atentado contra los dos agentes, uno de los cuales salvó la vida. No son individuos con información que valga la pena, sino unos pobres diablos, dizque pertenecientes a “Los Zetas”, hipótesis imposible de probar de manera fehaciente. Lo importante es que ya están “confesos” de su delito, ya “cantaron” como se les exigía y el inquilino de Los Pinos podrá viajar con menos cargas a la capital estadounidense.
Mientras tanto, el gravísimo problema de la violencia extrema en el país sigue aumentando, sin que haya ninguna autoridad que pueda hacerle frente. Crímenes incalificables se cometen todos los días, sin que se aclaren ni mucho menos se aprehenda a sus autores. La impunidad es el signo de este sexenio, lo que explica la escalada que se ha vivido de manera tan dramática, en perjuicio de la población indefensa, a la que se está obligando a que tome justicia por propia mano. Por supuesto, dar este paso agudizaría el problema y entraríamos en una espiral sin retorno.
Quizá eso es lo que quieren sectores muy específicos estadounidenses, como los fabricantes y vendedores de armas, los principales beneficiarios de la violencia, realidad que para la Casa Blanca no merece una mínima atención, interesados como están los miembros de la elite conservadora, en crear y mantener inalterables condiciones sociales que permitan, y “justifiquen”, las presiones que ejercen contra México para garantizar los beneficios que les reportan las condiciones de sujeción económica imperialista. Y si encuentran plena colaboración, como sucede a partir de que los tecnócratas neoliberales llegaron a Los Pinos, pues adelante.
Queda claro que lo que no hagamos les mexicanos por nosotros mismos no lo hará el gobierno estadounidense, interesado como está en apuntalar su hegemonía sobre nuestro territorio. Por eso no cabe esperar nada bueno del viaje de Calderón a Washington. La situación para los mexicanos habrá de empeorar, seguramente, en lo que resta del sexenio, porque no hay condiciones estructurales para un cambio positivo. México está convertido en un “paraíso” para los delincuentes de toda laya, incluidos los de “cuello blanco”, y costará muchos esfuerzos y sacrificios revertir esta triste realidad.
De ahí que cada día haya más crímenes que horrorizan a la sociedad y que nadie se sienta a salvo. Como el que le costó la vida a un estimado ginecólogo duranguense, Javier Roqueta Fregoso, quien fue victimado al salir de su hospital, seguramente porque no pagó la “cuota de protección” que le exigían los delincuentes, quienes actúan a plena luz del día al saber que cuentan con la omisión de las autoridades. Por supuesto, dicho crimen quedará impune, las autoridades ni siquiera se molestarán en buscar algún “chivo expiatorio” porque no están involucrados intereses extranjeros, como fue el caso del agente estadounidense victimado en una carretera de San Luis Potosí. No es de extrañar que haya tal descomposición social en el país, lo asombroso es que aún sigamos teniendo posibilidades de salir adelante, siempre y cuando la propia sociedad llegue a comprender las causas de la realidad que estamos padeciendo, se organice y actúe con firmeza para recuperar la tranquilidad perdida. Los verdaderos malandrines no están en las calles, sino en lujosas oficinas públicas y privadas.
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