La irreversible corrupción del PRD
Álvaro Delgado
MÉXICO, D.F., 14 de febrero (apro).- La negativa de Lázaro Cárdenas Batel a presidirlo, pese a contar con el consenso de las facciones internas, revela que el Partido de la Revolución Democrática (PRD) no honra sino desprestigia.
Y no es de gratis: El partido político que se propuso en su fundación, hace dos décadas, impulsar la democratización, el igualitarismo y la lucha contra la corrupción en México degeneró en un resumidero de intereses facciosos sin capacidad de defender algo que valga la pena.
Por eso la ruptura irreversible del PRD no es entre corrientes --que ya es en sí mismo un lugar común--, sino de carácter ético.
Un partido político que solapa la corrupción de sus integrantes no tiene autoridad moral ni política para reclamarla a sus antagonistas.
Y ya se sabe: La corrupción no es sólo robarse el dinero ajeno ni ejercer la función pública con ineptos, sino garantizar impunidad a conductas tan deleznables como adulterar el sufragio popular o simular su defensa.
La coartada de Cárdenas Batel para desairar la invitación a presidir el PRD fue que tiene compromisos previos --que no serían obstáculo si tuviera voluntad--, pero lo que sin duda lo disuadió fue el diagnóstico que entre muchos otros ha hecho su padre, Cuauhtémoc Cárdenas, sobre la desorganización, conflictos y falta de propuesta de ese partido.
Álvaro Delgado
MÉXICO, D.F., 14 de febrero (apro).- La negativa de Lázaro Cárdenas Batel a presidirlo, pese a contar con el consenso de las facciones internas, revela que el Partido de la Revolución Democrática (PRD) no honra sino desprestigia.
Y no es de gratis: El partido político que se propuso en su fundación, hace dos décadas, impulsar la democratización, el igualitarismo y la lucha contra la corrupción en México degeneró en un resumidero de intereses facciosos sin capacidad de defender algo que valga la pena.
Por eso la ruptura irreversible del PRD no es entre corrientes --que ya es en sí mismo un lugar común--, sino de carácter ético.
Un partido político que solapa la corrupción de sus integrantes no tiene autoridad moral ni política para reclamarla a sus antagonistas.
Y ya se sabe: La corrupción no es sólo robarse el dinero ajeno ni ejercer la función pública con ineptos, sino garantizar impunidad a conductas tan deleznables como adulterar el sufragio popular o simular su defensa.
La coartada de Cárdenas Batel para desairar la invitación a presidir el PRD fue que tiene compromisos previos --que no serían obstáculo si tuviera voluntad--, pero lo que sin duda lo disuadió fue el diagnóstico que entre muchos otros ha hecho su padre, Cuauhtémoc Cárdenas, sobre la desorganización, conflictos y falta de propuesta de ese partido.
Al PRD, sentenció en una entrevista en El Universal, no lo une ni un milagro.
Sin profundizar en las propias culpas de los Cárdenas --Cuauhtémoc por su mezquindad en 2006 y Lázaro por sus relaciones con Carlos Ahumada, sólo por mencionar dos casos--, es evidente que el PRD padece una crisis terminal, aun cuando su disolución --o muerte-- demore años.
El simplismo diría que todos los perredistas tienen la culpa de la defunción de un proyecto de izquierda indispensable para México, pero en todo caso hay más culpables que otros y sobre todo nadie puede objetar la condición de verdugos de los Chuchos, la facción hegemónica en el PRD.
Nueva Izquierda, encabezada por Jesús Ortega y Jesús Zambrano, puso al PRD al servicio de Felipe Calderón desde que, en noviembre de 2008, el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF) le dio el triunfo pese al cúmulo de evidencias de fraude den las elecciones de marzo de ese año.
El vasallaje de los Chuchos hizo posible que, tras la debacle del PRD y del PAN en 2009, se hayan establecido alianzas ganadoras en Puebla, Oaxaca y Sinaloa, que salvaron a ambos partidos del ridículo. En los hechos, Ortega ha sido otro presidente partidista por Calderón, igual que Germán Martínez y César Nava.
Por eso Ortega y el PRD en su conjunto han enmudecido ante las decisiones del gobierno en todos los órdenes, en particular la política económica y la “guerra” que encharca de sangre --mucha de ella de mexicanos inocentes, cada vez más niños y jóvenes-- amplias comarcas del país.
Pero la responsabilidad en la descomposición del PRD es, también, de Andrés Manuel López Obrador, no sólo por haber alentado en su momento la presidencia de Leonel Cota, un pusilánime que ni siquiera le fue útil en el proceso electoral de 2006, sino por no haber institucionalizado ese partido desde su gestión (entre 1996-1999), cuando el secretario general fue Ortega.
Es sabido que, desde ese cargo, Ortega tramó el secuestro de la estructura partidaria por parte de su corriente hasta convertirse en la dominante --a la manera en como la ultraderechista Organización Nacional del Yunque lo ha hecho en el PAN--, siempre con el aval de López Obrador quien, en 2006, lo designó coordinador de su campaña.
Pero lo más grave --además de claudicar ante el saqueo del patrimonio nacional que auspicia la impunidad-- es que el PRD no ha sido capaz de articular un proyecto alternativo de nación, pero no el de López Obrador --o uno de ellos, porque ahora resulta que presentará otro en marzo--, sino uno distinto al hegemónico que, salvo matices, comparten el PAN y el PRI.
Con qué armas políticas puede argumentar el PRD en contra de la decisión de Calderón de hacer deducible el pago de la educación privada hasta el nivel medio superior, porque alegar --como lo ha hecho-- que es una decisión “electorera” es hasta ridículo.
En efecto, Calderón satisface un viejo anhelo de la clase media proclive al PAN --cuyo incesante golpeteo con alza de impuestos en su contra en este sexenio estaba mudando sus preferencias al PRI--, y está en curso otro plan de subsidio a la educación superior privada.
Ante eso, qué plantea el PRD a favor de la educación pública. ¿Propone, siquiera, la deducibilidad de los útiles escolares, de los uniformes o de la alimentación? ¿Qué?
Me temo que nada. Esa es la tragedia del PRD. Y de eso no lo salva ni El Güero Javier González Garza, quien se perfila como el próximo presidente de lo que queda de ese partido, si es que no se espanta...
Apuntes
“Hoy se cumple un año de mi entrevista en Proceso, donde dije que la guerra contra el narco no llega a Sinaloa”, escribió hoy en su cuenta de Twitter el diputado federal panista Manuel Clouthier Carrillo, quien causó la ira de Calderón por haberle dicho “cabrón irresponsable” por no combatir al cártel de Sinaloa, liderado por Joaquín El Chapo Guzmán e Ismael El Mayo Zambada. “Sinaloa sigue sin ser tocado en la guerra contra el narco y la narcopolítica. ¿Como se le hace para ser escuchado por Calderón?”, preguntó también hoy y, desesperado, añadió: “¿Cómo hacer ver a quien no quiere ver? ¿Cómo despertar a un despierto?”… Federico Arreola, allegado a López Obrador, aseguró, la semana pasada, que él fue “el que inició el rumor del alcoholismo” de Calderón”, en 2006: “Como no hay ninguna evidencia de que Calderón sea alcohólico, al menos yo no la conozco, afirmo que no lo es.” Ante esto no queda más que exigir castigo al difunto Carlos Castillo Peraza por dar un rumor como noticia, porque en octubre de 2007 le reclamó a Calderón, en una carta, no asistir a una cita con él por una borrachera: “(…) Ahora tengo que añadirte que me pareció desconsiderado de tu parte no haber acudido a la cita de anoche, sin siquiera haber avisado, y que me dolió y preocupó haberme enterado por boca de subalternos menores que el presidente del partido salió de la oficina ‘muy bien servido’.”
Comentarios: delgado@proceso.com.mx
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