Por Guillermo Fabela
Quiñones
Apuntes
Preludio de más mediocridad
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Para confirmar que la situación del país habrá de seguir siendo la misma que
hasta la fecha, luego de tres décadas de firme imposición de políticas públicas
antidemocráticas, se reunió Enrique Peña Nieto con el titular de la
Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE), José Ángel
Gurría, quien le hizo entrega del estudio titulado “México, mejores políticas
para un desarrollo incluyente”. Obviamente, se trata de un recuento de las
acciones de política económica que entraron en vigor en 1983 y se consolidaron
en el sexenio de Carlos Salinas de Gortari.
Como si hubiéramos retrocedido en el tiempo, Peña Nieto hasta repitió las
mismas palabras que tanto le gustaba decir, viniera o no al caso, al líder del
grupo neoliberal. Dijo el mexiquense: “Mi mayor prioridad es trabajar por
quienes menos tienen y combatir de manera eficaz la pobreza y la desigualdad”.
Desde entonces, 1988, todos los ocupantes de Los Pinos repiten cual loros ese desafortunado
estribillo, que suena como una sádica burla, pues lo que menos les interesa es
sacar de la pobreza a cada vez más millones de mexicanos.
Según Gurría, “llegó la hora de salir de la mediocridad de la media tabla.
México puede iniciar la larga y compleja tarea de cerrar las brechas y
transformarse gradualmente en un país desarrollado”. ¿Cómo lograrlo cuando los
objetivos básicos del grupo en el poder son seguir imponiendo políticas
públicas que no tienen otra salida que la mediocridad? De seguro deben creer
que los mexicanos seguimos siendo un pueblo de analfabetas funcionales y de
retrasados mentales al que nos pueden seguir jugando el dedo en la boca con
suma facilidad. El caso es que con sus dichos y hechos así lo patentizan, sin
importarles las consecuencias de su cinismo y desvergüenza.
Peña Nieto reiteró su compromiso de trabajar para que México se convierta “en
una potencia que sea orgullo de sus habitantes”. Es muy dudoso que lograra tal
objetivo, pues nadie podría enorgullecerse de vivir en una sociedad tan
desigual, tan injusta, tan mediocre. El problema mayor es que no hay visos de
que algo pudiera mejorar para las clases mayoritarias, sino todo lo contrario,
de aprobarse las reformas estructurales conforme a los dictados de la oligarquía,
como es previsible que suceda si no hubiera una amplísima movilización social
que lo impida. Entonces, dentro de poco tiempo estaríamos padeciendo las
consecuencias de la ceguera y egoísmo de las pocas familias que han tomado al
país de rehén.
Éstas y sus leales servidores actúan como si el país fuera de su propiedad,
consideran que nadie más tiene derechos sobre el territorio y sus bienes, por
eso se les llena la boca al hablar de un México próspero, de primer mundo. Si
ellos están bien, ahítos de tanta riqueza y privilegios, claro que pueden decir
que viven en una nación que progresa y avanza para equipararse con las grandes
potencias: así lo viven y lo demás les tiene sin cuidado.
Mientras tanto, el país retrocede a pasos agigantados, como lo patentizan las
estadísticas y la terca realidad. En tres décadas, el poder adquisitivo del
salario perdió más de 80 por ciento de su capacidad de compra, cosa que debe
saber muy bien Gurría, sin que eso le preocupe. Al fin que él trabaja para
beneficiar a los que más tienen, y vaya que lo ha hecho muy bien, por eso está
al frente de la OCDE. De ahí que sus recomendaciones sólo ratifiquen lo que ya
sospechábamos: Peña Nieto fue impuesto con la finalidad de garantizar la
continuidad de un proyecto antidemocrático que no tiene otro propósito más que
abultar las carteras de los pocos beneficiarios del modelo.
Así como vamos, ciertamente vamos a salir de la mediocridad, pero para
hundirnos como país en la inmundicia del subdesarrollo más indignante, una vez
que la oligarquía vea que ya no hay nada que seguir explotando aquí, que la
economía ya no da para más. Entonces, sus miembros más conspicuos cerrarán sus
centros de trabajo, casas grandes y casas chicas y se marcharán a disfrutar de
sus riquezas en otros lares.
Al menos deberían evitarnos el disgusto de escuchar sus cínicas palabras que
demuestran el desprecio que tienen por “la prole”. Es indignante que se les
llene la boca para decir que su preocupación fundamental “son los que menos
tienen”, cuando en los hechos demuestran todo lo contrario. Con todo, al seguir
con sus mismas actitudes y pronunciamientos de hace tres décadas, patentizan
que tienen alguna certeza de que México tiene aún cuerda para rato. Esto es
bueno por una parte, pero muy malo por lo que significa como preludio de que
seguirá la explotación inmisericorde de los mexicanos.
(guillermo.favela@hotmail.com)
jueves, septiembre 13, 2012
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