Voracidad y depredación
Engolosinada con las amplias posibilidades de lucro que ofrecen el estero del Salado y Chalacatepec, una especie depredadora arrincona a los cocodrilos en una reducida área pantanosa y favorece su contacto con humanos, con previsibles pérdidas de ambos lados. Se trata de los temibles desarrolladores inmobiliarios y turísticos.
PUERTO VALLARTA (Proceso Jalisco).- A pesar de que conocían el riesgo que implicaba para los deportistas, los organizadores de los Juegos Panamericanos de Guadalajara 2011 se empeñaron en traer el triatlón a la Marina de este centro vacacional, ubicado en la desembocadura del estero El Salado, donde abundan los cocodrilos.
El director del Área Natural Protegida de El Salado, Jaime Alberto Torres Guerrero, recuerda que un directivo le preguntó si era posible que los reptiles atacaran a los atletas. “Le dije: sí, es factible un accidente porque van a estar nadando en el área donde cruzan los animales; no te puedo decir que no”, le respondió.
El lunes 22 de octubre, un día antes de que iniciara la competencia, se localizó a 150 metros de la sede panamericana un saurio de cuatro metros de largo al que los rescatistas bautizaron como El Panamericano. Torres Guerrero dice que es el ejemplar más grande que se haya registrado en la bahía.
Aunque no pasó de la anécdota, en otros puntos del litoral de 315 kilómetros que comparten Puerto Vallarta y Barra de Navidad se conocen decenas de encuentros entre personas y cocodrilos. Pero como no se lleva un conteo y los relatos son inexactos, ni siquiera los investigadores que dirigen el cocodrilario Cipactli del Centro Universitario de la Costa Norte (cucosta) de la Universidad de Guadalajara tienen la información precisa.
Lo que sí saben es que cuando se topan con esos animales, los lugareños tienden a regresar con pistolas y escopetas.
El 31 de marzo de este año apareció en la ribera del río Ameca, que divide a Jalisco de Nayarit, el cuerpo del Tic Toc, un cocodrilo ya conocido en el estero, con cuatro balazos en el cuello y la cabeza. Ese día, autoridades municipales lo rescataron al percatarse de que unos niños jugaban con su cuerpo agonizante. El personal del Área Natural Protegida lo bautizó así porque perdió la capacidad de moverse normalmente y sólo lo hacía hacia el lado derecho, como las manecillas de un reloj. El animal murió seis meses después.
El último incidente mortal de que se tiene registro ocurrió el 3 de octubre de 2010, cuando uno de estos Crocodylus acutus –nombre científico de la especie que habita la zona– devoró al albañil de 33 años Mario Alberto Esquivel Pelayo, quien se metió a nadar en la laguna Boca de Tomates. Las crónicas periodísticas de entonces coinciden en que la policía municipal arribó a la escena del crimen y mató a balazos al primer ejemplar que vieron, creyendo que llevaba en su interior los restos de Esquivel.
Al doctor Helios Hernández Hurtado, responsable del reptilario Cipactli, le entregaron el cuerpo del animal para hacerle la necropsia y extraer la evidencia, pero no encontró más que 700 gramos de piedra. Dice que los cocodrilos la tragan para facilitar la digestión de sus alimentos.
Otro incidente desató pánico en 2007: la muerte del niño de cinco años Kevin Tapia Alatorre, atrapado en la primera semana de mayo por un lagarto en el río Tomatlán, cerca del poblado La Cumbre.
Destrucción del hábitat
El doctor Hernández Hurtado afirma que los cocodrilos no acostumbran atacar a las personas y se puede convivir con ellos con el comportamiento adecuado. Y aunque los pobladores parecen alarmados por la supuesta sobrepoblación de reptiles, asegura que en toda la Bahía de Banderas –que comprende a los municipios de Nayarit y Puerto Vallarta– existen a lo mucho 200 ejemplares y sólo unos 40 tienen la capacidad de reproducirse.
Explica que la gente tiene la impresión de que hay más cocodrilos porque éstos han tenido que aglomerarse en los esteros para sobrevivir, huyendo de los desarrollos inmobiliarios que se extienden por este puerto.
Añade que el campo de golf de la compañía hotelera Marina Vallarta todavía es rondado por los saurios porque reconocen la zona como su hábitat, ya que esta parte de la urbanización se construyó sobre un pantano. Actualmente, acota, sólo quedan como reducto para los reptiles los esteros de El Salado, Boca de Tomates y Laguna El Telele, que no suman más de 600 hectáreas.
“Se sigue construyendo. Lamentablemente, las manifestaciones de impacto ambiental las toman como un simple trámite; no hay planes que contemplen específicamente al cocodrilo, y ya no digo a este animal sino a su ecosistema. Estamos creciendo sobre las áreas donde históricamente han estado ellos”, precisa.
Lamenta que en todo el país no se tengan proyectos para convivir mejor con los reptiles, como sí ocurre en la zonas pantanosas de Louisiana y Florida, Estados Unidos, donde habitan hasta 6 millones de alligators de otra especie.
Menciona que en el poblado de La Manzanilla, cerca de los límites con Colima, el acutus es más respetado y la gente lo considera un atractivo más de la zona. Hernández Hurtado advierte que desarrollos turísticos como el que tenía proyectado el empresario Andrés Villalobos en Tenacatita e incluso el “Nuevo Cancún” de Chalacatepec, ponen en riesgo el hábitat de esta especie.
“Yo creo que si no se hacen planes (para proteger a los cocodrilos), lo que se está haciendo en Tenacatita y el desarrollo de Chalacatepec, que son zonas estuarinas que históricamente han tenido estos animales, van a tener problemas. Y tampoco se trata de acabar con los cocodrilos, especie protegida y normada”, establece el doctor.
En la desembocadura del río Ameca y el estero de Boca de Tomates, los encuentros entre humanos y cocodrilos son frecuentes. En su hábitat, los reptiles muerden todo lo que se mueve y tienen a su alcance, pero los letreros de advertencia que se ubican en el camino son insuficientes para que paseantes o pescadores eviten introducirse en la zona. La gente que va hacia el río desciende de sus vehículos y a través del deteriorado alambrado que impide el paso a los pantanos les arroja basura y resto de alimentos a los animales.
Al caer la noche del lunes 8 de octubre, Luis Venegas, un intendente de una escuela y pescador frecuente en la zona, se detiene junto a dos de sus hijos para contemplar a los saurios. Les advierte: “Las personas se fían de la malla, pero esto no es seguro. Mucha gente que viene… les echa comida, cualquier cosa, por hacer que salgan”.
Recuerda que hace tiempo observó a “dos chiquillos” que amarraron una cuerda a un hueso de res y lo arrojaron al estero para sacar un cocodrilo. El reptil hambriento salió hasta el camino persiguiendo el manjar que traían los menores.
En el ejido José María Morelos, donde se levantará el desarrollo turístico de Chalacatepec, el consejero de vigilancia del comisariado ejidal, Guadalupe Valadez, menciona que de vez en cuando los cocodrilos se acercan hacia los bordos que tienen los pescadores y devoran gallinas, becerros, cerdos y perros que se encuentran en los potreros.
A partir de los constantes encuentros entre humanos y reptiles, el Ayuntamiento de Puerto Vallarta y personal del reptilario del Centro Universitario y del estero El Salado comenzaron a trabajar en un programa de coordinación institucional para hacer frente a estas situaciones a fin de proteger la salud de animales y humanos. El proyecto se llama “Biología, conservación y manejo de la población de cocodrilos (Crocodylus acutus) en la Bahía de Banderas, Jalisco-Nayarit, México”.
Los resultados del programa todavía son incipientes y no han calado lo suficiente en los pobladores para que dejen de matar a los cocodrilos que encuentran. En mayo pasado, por ejemplo, aparecieron dos animales mutilados en el mismo río en que encontraron al Tic Toc.
Para la primavera de 2013 los investigadores pretenden ofrecer al menos el borrador del Plan de Manejo de Cocodrilos de Bahía de Banderas, que contendrá información científica sobre las zonas de potenciales encuentros con saurios y la forma de responder ante este riesgo.
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