Por todas las canicas,
ahora que hay modo
Guillermo Fabela Quiñones
Apuntes
http://www.poresto.net/ver_nota.php?zona=yucatan&idSeccion=22&idTitulo=204871
Con el mundo al borde de una recesión histórica porque no lograran ponerse de
acuerdo en Estados Unidos los congresistas de los partidos Republicano y
Demócrata, en torno a las medidas indispensables para evitar el “abismo fiscal”
en su economía, aquí los burócratas a punto de dejar el poder sólo piensan en
la mejor manera de sacar el mayor provecho a su privilegiada situación que está
por terminar.
Hubieran querido que Felipe Calderón enviara al Congreso, también en calidad de
preferente, la iniciativa de reforma energética, para haber tenido la
oportunidad de entrar al gran negocio que significa la explotación de Pemex.
Aun así, se apuntan para cuando llegado el momento no se olviden que ellos, los
panistas, hicieron un importante trabajo para avanzar en la privatización de la
paraestatal.
El director de Pemex, Juan José Suárez Coppel, no se anduvo con rodeos: “Como
mexicano me encantaría poder invertir en Pemex para tener parte de los
rendimientos que genere”, afirmó al participar como orador en el tercer foro de
Petróleo y Energía. Pero precavido como debe ser para sus asuntos personales,
aclaró que “sólo a partir de un saneamiento financiero por parte del gobierno
federal”, la paraestatal estaría en condiciones de ser abierta al capital
privado.
Quiere el “plátano” pelado y en la boca para no correr ningún riesgo.
Posteriormente, cuando llegara el caso, el gobierno federal entraría de nuevo a
rescatar a la paraestatal, una vez que el saqueo llegara a su máximo nivel y ya
no tuviera la rentabilidad apetecida por sus propietarios privados, como así ha
sucedido a través de los años. ¿Cuántas empresas y actividades económicas en
manos estatales que se han privatizado no han experimentado ese proceso?
El colmo es que todavía se atreven a decir, con el mayor cinismo, que sólo los
empresarios privados son buenos administradores. Con igual desfachatez afirman
los tecnócratas del sector público que quieren un Pemex manejado por
inversionistas privados, “lo que no significa que la paraestatal se
privatizaría”. Es igual a decir que me voy a vivir a una casa particular, saco
a su propietario, rento una parte y me quedo con el dinero; a él le digo que no
se preocupe, que al fin y al cabo sigue siendo el dueño.
Tal es el sentido de las palabras del secretario de Energía, Jordy Herrera
Flores. Afirmó que la apertura de Pemex a la inversión privada, “permitiría
mejorar su rentabilidad, sin que el Estado necesariamente pierda el control de
la empresa”. De plano los tecnócratas creen que los mexicanos somos retrasados
mentales, pues no se ponen a pensar en la magnitud de sus patrañas.
Sus ambiciones no tienen límite, a pesar de los riesgos en que está el país, no
sólo en materia económica por la situación en que se encuentra Estados Unidos y
por la recesión europea, sino por la grave situación social de México en este
momento, tanto por la terrible descomposición del tejido social, agravada por
niveles de violencia sin paralelo en América Latina, como por la complejidad de
los fenómenos derivados de tres décadas con una creciente pérdida del poder
adquisitivo de los salarios, junto a una concentración de la riqueza en una
minoría que no se sacia de acumular bienes y privilegios.
Buen ejemplo de esto es lo dicho por Carlos Hank González, nieto del profesor
del mismo nombre, actualmente director general del Grupo Financiero
Interacciones y de la constructora Grupo Industrial Hermes. Se le hace tarde
para empezar a realizar importantes negocios con el gobierno de Enrique Peña
Nieto, pues son muchas las necesidades del país en materia de infraestructura.
“Estamos entusiasmados por el potencial que puede tener” esta actividad que
demandará fuertes inversiones. Puntualizó su disponibilidad a sumar esfuerzos
con inversionistas extranjeros.
Es preciso aclarar que nadie podría estar en contra de que haya inversiones que
generen riqueza y empleos, pero sí de la voracidad de la que han dado amplias
muestras los miembros de la elite del empresariado mexicano, la misma que los
mueve a pugnar con firmeza porque sean aprobadas las llamadas reformas
estructurales, con las cuales asegurarían más elevadas tasas de ganancias,
menos compromisos con los sectores sociales, más oportunidades de
enriquecimiento fácil y sin riesgos.
Es por demás ilustrativa la visión que tiene del país, y particularmente de
Pemex, el presidente de la multinacional española Repsol, Antonio Brufau Niubó.
En el foro de Querétaro afirmó: “Para la industria petrolera, México es un país
enormemente atractivo”. Tan es así que Ernesto Marcos Giacomán, ex funcionario
de la paraestatal y ahora consultor privado, exigió en el mismo foro la
privatización plena de Pemex. Dijo: “Ha habido rumores de que la reforma
energética va a ser light. Eso no debe aceptarse, tenemos que ir por todas las
canicas”. Y vaya que lo están logrando.
(guillermo.favela@hotmail.com)
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