Universidad en jaque
De las cosas que uno se entera viendo la televisión
Paco Ignacio Taibo II
http://www.jornada.unam.mx/2012/11/10/opinion/035a1cap
En la medianoche del jueves pasado, alguien me avisó que
siguiera la emisión Milenio Televisión, de una entrevista realizada unas horas
antes. La rectora de la Universidad de la Ciudad de México (la UACM en versión
sopa de letras) se quejaba amargamente de haber sido desalojada de sus oficinas
en la colonia del Valle de la ciudad de México por una maligna turba de
estudiantes enmascarados apoyados por gente de esa que toma casas y
remata con la siguiente frase: Paco Ignacio Taibo no estaba aquí, pero
dirige también la agresión.
–Ay, nanita –digo en voz alta–. De qué cosas se entera
uno viendo la televisión.
Bueno, menos mal que no estaba ahí. ¿Estaría cerca de
allí? ¿Me habría reunido con los tomadores de oficinas a la vuelta de la
esquina? ¿Habría organizado el complot que la despojaba de su escritorio y sus
papeles reuniéndome con los estudiantes? (Por cierto, las oficinas son de la
universidad, no de la rectora, aunque su comportamiento en estos últimos meses
no ha sido de directora de una universidad, sino de propietaria de ella.) Para
los interesados en precisiones traté de imaginarme cómo, con quienes y a qué
horas dirigí la agresión.
La misión resultó imposible. El martes asistí a la
manifestación convocada por estudiantes y profesores en huelga que salió de
esas instalaciones. Ejercí el pleno derecho de opinar y actuar en un conflicto
que envuelve a la universidad de mi ciudad. Reiteraba mi apoyo a los
huelguistas y sus demandas. Marché en la cola de la manifestación con mi
compañera Paloma, unas 20 cuadras (lo siento, de la colonia del Valle al Zócalo
y fumando al ritmo que fumo es más de lo que se le puede pedir a un ciudadano
medio consciente). Saludé a algunos maestros y muchos estudiantes. En ningún
momento opiné sobre si el siguiente paso de la huelga debería ser la toma de
la rectoría o alguna otra medida. Entiendo que el movimiento tiene su propia
forma de tomar decisiones y la respeto. A lo más que llegué fue a decir al pie
de la rectoría:
–Mejor bajen; la vida está acá abajo –dirigido a unos
anónimos esquiroles que se asomaban desde las alturas.
De cualquier manera la frase no era afortunada; no creo
que la hayan escuchado y me pintaron un violín desde una ventana.
Al día siguiente y en lo que en los partes policiales
suele llamarse la hora de los sucesos, estaba reunido con 400 estudiantes
de Chapingo dando una conferencia (la rectora podría entrevistarlos uno por
uno, para que dieran constancia del hecho, sería divertido) y posteriormente en
un debate sobre políticas culturales con la presidenta municipal electa de
Texcoco, en el que había otros tantos asistentes. Durante todo ese día,
transporte incluido, no conversé con ningún uacemita (así se llaman a sí mismos
los compañeros, con ese nombre extraño que parece sacado de una subtribu
apache).
Quedaba una posibilidad, podía haber dirigido la
agresión por teléfono. Cosa por demás complicada porque no tengo ningún
teléfono de los estudiantes en huelga y, aún peor, como los que me conocen
saben, ni siquiera tengo un celular.
II
Durante un instante seamos serios aunque, cuando el
debate político cobra la forma de la calumnia, cuesta trabajo serlo.
No son los estudiantes los que han violentado la
legalidad universitaria; es la acusadora rectora, quien en estos últimos meses
ha conducido a la UACM al caos: confrontando al sindicato, reteniendo las
cuotas sindicales, despidiendo ilegalmente a varios trabajadores, tratando de
romper el modelo popular de la universidad en función a proyecto
aristocrático-elitista impuesto por la fuerza, corrompiendo a los que se
dejaran con empleos fantasmas, becas y prebendas, utilizando las amenazas y la
intimidación contra los profesores (muchas de estas situaciones recogidas en la
recomendación de Derechos Humanos del DF), diciendo que cumplía acuerdos que ignoraba
y mintiendo y, finalmente, en el colmo de autoritarismo, desconociendo a 10
consejeros universitarios independientes que habían ganado en las últimas
elecciones, poniéndola en declarada minoría.
Es la acusadora rectora la que ha desoído las conclusiones
de la comisión mediadora para resolver el conflicto reponiendo las elecciones
cuestionadas y es ella la que ha amenazado con destituir a los demás consejeros
independientes si no aceptan integrarse en un consejo espurio. ¿De qué se
sorprende, pues, si los estudiantes en legítima huelga deciden tomar las
instalaciones de su universidad? (La de ellos, no la de ella.)
III
Me debato internamente entre tomármelo a broma, llamar a
mi abogado (que más que abogado es cuate) y demandarla por difamación o usarla
como ejemplo para un personaje de futura novela policiaca que, siendo alto
funcionario del sector educativo y habiendo fumado mariguana de baja calidad,
se dedica a reprimir a un pobre bibliotecario, aunque en la era de Elba Esther
hay prototipos mejores.
Sea lo que sea, sigo apoyando al movimiento, nomás
faltaba.
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