Gobernabilidad: rescatar el territorio
Gustavo Gordillo
http://www.jornada.unam.mx/2012/11/10/opinion/029a1eco
El eje de cualquier acción pública –y no sólo
gubernamental– en el momento actual está determinado por la respuesta a la
siguiente pregunta: ¿cómo se restablece la paz y la seguridad a la que todos
los habitantes de este país tenemos derecho? Más que un tema de seguridad
pública es de seguridad humana en la amplia acepción que le ha dado Naciones
Unidas.
El deterioro de la seguridad pública, los más de setenta
mil muertos vinculados a la guerra contra el narco –me estremezco
simplemente al mencionar la cifra que para muchos expertos es apenas una
aproximación– no son sólo la consecuencia de pésimo diagnóstico y una todavía
peor política instrumentada por el presidente Calderón. Es el producto más
evidente de una forma de transición de un régimen autoritario a un régimen
especial que mantiene fuertes rasgos de autoritarismo combinados con espacios
desarticulados de relativa democracia.
Lo que ha ocurrido ha sido una consistente decadencia
donde el centro político se desmadeja, una emancipación gradual y discontinua
tanto de regiones como de franjas de la sociedad al tiempo que opera la
colonización de ámbitos del aparato estatal y del territorio nacional por un
sinúmero de poderes fácticos. En el festín de la decadencia todos quieren su
pedazo.
La ausencia de capacidad conductora de las elites ha
tenido una consecuencia perniciosa en la transición. La fragmentación social,
la desarticulación orgánica, el fortalecimiento de poderes fácticos, la
feudalización del federalismo, la desintegración del aparato estatal, el
desprendimiento territorial de espacios en manos del crimen organizado o del
desorganizado. Hay en esto una criminal irresponsabilidad de las elites
políticas y económicas. El historiador inglés Timothy Garton Ash denominó para
los países de la Europa comunista en los 80, la otomanización de las
sociedades es decir, la emancipación a través de la decadencia. (The uses of
adversity,1990)
La decadencia administrada de este régimen es
consecuencia del fracaso en la construcción de coaliciones y acuerdos politicos
incluyentes que pudieran haberse traducido en capacidad de conducir las
pulsiones y las demandas básicas de los ciudadanos. Su resultado es una
sistemática decadencia en áreas completas de la economía y la sociedad con
pequeñas franjas dinámicas a manera de enclaves.
Tanto desde el mirador de la crisis de seguridad pública
como desde la crisis de la política económica –que arroja desempleo,
marginalidad y desigualdad– una conclusión aparece inescapable. La necesidad de
reconstruir las instituciones pasa por recuperar para el Estado, es decir para
el gobierno y la sociedad civil, los territorios.
Hablar de territorios es hablar de espacio público, es
decir los ámbitos de confluencia frecuentemente tensa y crítica entre los
ciudadanos organizados o no, y los poderes instituidos y fácticos. La enorme
desigualdad en el país que se expresa en el terreno socio-económico, pero también
en los ámbitos políticos y culturales configura una sociedad estamental donde
el éxito de la gobernabilidad autoritaria se sustenta en una eficaz
administración de los privilegios diferenciados por categoría social, cuyo
propósito es impedir acciones colectivas articuladas. Así el capitalismo
decompadritos funciona sobre la base de patrimonialismo –manejo
discrecional y diferenciado de los recursos públicos–, el corporativismo
–encuadramiento de las organizaciones de masas a cambio de privilegios
económicos y políticos distribuidos en las cúpulas y chorreados en
pequeñas cantidades a las bases–, y el clientelismo –pingües privilegios a
cambio de adhesión política.
Recuperar el territorio requiere un esfuerzo articulado
de fuerzas sociales y gobiernos desde las regiones mismas. ¿Cómo hacerlo si en
el actual contexto todo confirma que las elites no entienden la gravedad de la
situación?
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