La melodramática
despedida del ex inquilino de Los Pinos
Alvaro Cepeda Neri
Conjeturas
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Hace más de dos semanas que Calderón no vive en la mansión de Los Pinos y por
su seguridad –dicen– su domicilio es secreto. Mientras, por todas partes llora
en público y hace pucheros melodramáticos. En la reunión con los concesionarios
de radio y televisión que les renovó por otro medio siglo, transmitida en
cadena nacional (pero no lo hicieron con los debates presidenciales) contó sus
“hazañas”. Se dio baños de pureza, de patriotismo y de haber cumplido con sus
obligaciones. Pero deja un país agotado tras los embates sangrientos de los
delincuentes y la corrupción de soldados, policías y marinos que completan el
drama de los mexicanos, con hogares enlutados, desempleo, carestía de alimentos,
pobreza y millones de jóvenes sin trabajo ni acceso a estudios superiores por
falta de cupo. Pero sobran cárceles de las que se enorgullece Calderón, para
retacarlas de presuntos responsables y pillos aprehendidos con las manos en la
masa.
Igual que Santa Anna cuando puso su pierna mutilada en una vitrina para que, en
una de sus huídas, el pueblo la arrastrara putrefacta por las calles; y como el
payaso de Fox, piensa montar su museo con las medallas y diplomas que ahí le
dieron más otros “reconocimientos”. Los locutores que condujeron el evento
miraban a Calderón aburridos. Los empresarios aplaudían. Y al despedirlo se
pararon en desorden, con una que otra palmada por más que solicitaban que
hicieran una ovación.
Los concesionarios, que lograron imponer al sucesor de Calderón, encabezados
por Televisa, así le agradecieron sus favores pues gobernó para ellos y demás
bribones que se enriquecieron como nunca. Calderón era un mediocre actorcillo
que no conmueve. Y menos diciendo mentiras salidas de su fantasía. Ya sintiendo
pasos en el techo de Los Pinos, a donde ha ido para recordar sus seis años en
el poder, el hombrecito (como lo satirizan en sus caricaturas los periodistas),
les relataba cómo se desvelaba solucionando problemas y el saldo que deja lo desmiente.
Tanto es así que los electores mandaron al sótano al PAN en una contienda
desigual, que deja una herida abierta, cuyos costos políticos pagará Peña que
ha despedido a Calderón con fanfarrias, caravanas y dejándolo lucirse con una
serie de medidas que no implementó en su tiempo.
Fue un espectáculo melodramático. Con voz temblorosa contó su historieta
presidencial. Puros autoelogios sin una verdad. Y es que se va creyendo que
cumplió. Esos empresarios fueron sumisos y a cambio recibieron de Calderón lo
que quisieron y aguantaron el melodrama del actorcillo que se desgañitaba
haciendo las cuentas alegres. Antes y durante su sexenio persiguió a quienes lo
criticaron o informaban verazmente. Justifico su guerra. Evocó su tránsito por
el poder, al que llegó como un presidente más del montón exhibiendo su
incompetencia. ¿Alguien recuerda a Francisco S. Carvajal? Así le pasará a
Calderón que aparece en cada tumba de las víctimas, como un estigma de
deshonra. Se le recordará, en todo caso, como otro Victoriano Huerta a quien se
le sigue evocando por su sangriento paso por la presidencia.
cepedaneri@prodigy.net.mx
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