Julio Hernández
López
Astillero
Veracruz, capital
De periodistas asesinados
Goliza en el IFE
SG, alineada
Hay una larga lista silenciosa de
periodistas veracruzanos que han sido amenazados, agredidos u orillados a dejar
su vida habitual. Son el eslabón más débil de la cadena de impunidad que se
vive en la entidad que formalmente gobierna Javier Duarte de Ochoa pero que en
la práctica dominan dos bandos contendientes, las fuerzas federales,
particularmente la Marina, y los grupos de narcotraficantes, en especial uno de
ellos, asentado casi institucionalmente desde que Fidel Herrera Beltrán era el
gerente general del estado.
Duarte de Ochoa llegó
como ostentosa imposición de Herrera pero, sin romper abiertamente con él, ha
ido buscando sus propias vías de consolidación personal, cediendo buena parte
del control de la entidad a las fuerzas marinas, asumiendo como realidad
heredada y luego cultivada la fuerza de los bandos de crimen organizado y
apostando cuanto le es posible a la candidatura de Enrique Peña Nieto.
Falto de experiencia
política, confesamente identificado con un hombre de ideas muy firmes,
Francisco Franco (//bit.ly/pFtq8k) y cada
vez más rebasado por las circunstancias, Duarte de Ochoa ha permitido que
continúe el esquema de dominio criminal proveniente de la fidelidad. En
esa fuente de agravios sociales múltiples, el gremio periodístico ha tenido un
papel doloroso pero no único. Policías locales y federales, mandos militares y
marinos, presidentes municipales, funcionarios estatales y narcotraficantes de
diversa adscripción y nivel suelen moverse a sus anchas en el laxo Veracruz,
cumpliendo a bayoneta calada las instrucciones que reciben o las
interpretaciones que sobre la marcha deciden realizar.
Así ha llegado Veracruz
a la cifra histórica de cuatro periodistas asesinados en seis días. Una de
ellos, Regina Martínez, sostuvo un ejercicio crítico que la llevó a denunciar e
indagar, por ejemplo, nexos entre policías locales y narcotraficantes (lo que
constituye una línea de investigación en su homicidio). Y ayer aparecieron
cuatro muertos más: dos trabajaban como reporteros gráficos, otro lo había
dejado de ser a finales del año pasado (pero, para la contabilidad macabra,
debe ser considerado como periodista) y la novia de uno de ellos. En los
detalles de las historias de este cuarteto asoma la realidad cotidiana que
pocos publican y que muchos platican solamente en voz baja: los periodistas que
deben dejar su estado o municipio por amenazas o que ya han sido secuestrados,
torturados y perseguidos y que meses después de haberse ido de Veracruz
regresan a otros medios, en otras circunstancias, tratando de eludir sentencias
de muerte que finalmente los alcanzan. Desde luego, este panorama no es
exclusivo de estas latitudes. En otras entidades se viven situaciones
similares.
También con rapidez
delatora han quedado alineados la mayoría de los consejeros del IFE y la
Secretaría de Gobernación (SG). Goliza metieron en el instituto electoral a la
pretensión ciudadana de que se exigiera a las televisoras retadoras que den
cobertura de primer nivel a la de por sí rasurada confrontación de puntos de
vista y proyectos de los cuatro aspirantes a presidir el país. Siete a dos fue
el marcador a favor de Televisión Azteca, con Leonardo Valdés Zurita jugando de
centro delantero y árbitro. Frente a los poderes electrónicos levantados, el
IFE no fue capaz, siquiera por defensa propia, de enhebrar una respuesta
política suficiente para prolongar por algunas semanas la ya desde antes
desfalleciente ilusión de que los comicios venideros podrían estar un tanto a
salvo del influjo determinante del dinero y las pantallas. Ahora queda todo
apabullantemente claro. El IFE se guiará por el letrismo que le conviene (la
letra de un artículo de la ley usada como tapaojos para abstenerse de molestar
a las cámaras regentes) y estará presto para declarar como ganador de la
elección presidencial a quien le presente constancias numéricas de votos a su
favor, haiga sido como haiga sido que las haya obtenido, sin valorar las
infracciones graves, sin vermapachería ni ríos de dinero. Al estilo
2006: la elección podrá ser injusta, llena de elementos distorsionantes, con
influencia abierta de poderes determinados, pero ni modo.
Parte de esa cerrazón
que en consonancia también practicó la Secretaría de Gobernación, al anunciar
su indisposición para pedir que conforme al artículo 62 de la Ley de Radio y
Televisión se encadenaran las televisoras para difundir el debate, proviene del
hecho de que el candidato de la izquierda electoral ha ido ganando presencia en
segmentos que hasta hace poco parecían cerrados a escuchar sus propuestas pero
que hoy se han abierto a escucharlo sin prejuicios, entre otras cosas porque
cada vez más ciudadanos creen imposible encontrar una alternativa aceptable de
gobierno futuro en la vacuidad de Peña Nieto o la debacle sostenida con
alfileres de Vázquez Mota.
Así ha ido sucediendo en
universidades privadas de diversas partes del país, entre jóvenes que por
niveles socioeconómicos y por haber llegado a la edad votante entre pláticas
adultas descalificatorias de Andrés Manuel López Obrador parecerían
predestinados a reproducir esas campañas de difamación. Pero de manera muy
sugerente han expresado su apoyo al tabasqueño en lugares como la Universidad
Iberoamericana y ayer en la matriz del Tec de Monterrey, donde
se ha escuchado el coro de ¡Presidente! que hasta hace poco parecía
impensable en esos sitios de elite.
Y, mientras periodistas
y ciudadanos protestan hoy a la una de la tarde en Marsella y Havre, donde está
la representación del gobierno de Veracruz en el Distrito Federal, y de allí
caminan a la Secretaría de Gobernación, ¡nos vemos aquí el próximo lunes,
recordando a Eduardo Valle, El Búho, que ayer falleció!
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