Desfiladero
Cuartelazo mediático 2012
Jaime Avilés
Si Andrés Manuel López Obrador supera a
Josefina Vázquez Mota en intención de voto habrá volatilidad en los
mercados, pronosticó el pasado miércoles Standard & Poor’s, la principal
casa calificadora del mundo. Ese mismo día Luis Videgaray, coordinador de
campaña de Enrique Peña Nieto, dijo a los medios: AMLO ya rebasó a
Josefina. Ambas notas fueron publicadas porLa Jornada en su edición
impresa de anteayer.
Aunque formen parte del
evidente simulacro de elección de-mo-crá-ti-ca que han puesto en
escena las fuerzas de la derecha, las palabras del priísta deben entenderse
como cambio de señal. Videgaray declara, entre líneas, que para los dueños de
todo llegó el momento de tirar por la borda a la señora Vázquez y cerrar filas
en torno de Peña Nieto, debido al crecimiento exponencial de López Obrador.
Hasta hace días el
esquema obvio (por reiterativo) diseñado por los poderes fácticos y la
Presidencia de la República para imponer al ex gobernador del estado de México
en Los Pinos intentaba reproducir la fórmula aplicada en 1994, que neutralizó
la segunda candidatura presidencial de Cuauhtémoc Cárdenas: usar al PAN como
artificio para mantener al PRD en un lejano tercer sitio, que le negara la
posibilidad de impugnar los resultados oficiales y, sobre todo, hablar de fraude.
En el cuarto de guerra
del PRI, como el llamado de Videgaray lo confirma, esa opción ya no es viable.
Vázquez Mota carece del poder de fuego retórico de Diego Fernández de Cevallos,
sus tropiezos verbales públicos (en dos ocasiones, con escasa diferencia de
días, prometió fortalecer el lavado de dinero), sus notorios fracasos
logísticos (el estadio Azul que se vació mientras ella hablaba, por citar un
ejemplo) y el virtual secuestro de su equipo de campaña por la gente de Felipe
Calderón la han despojado de los eventuales atractivos que para un
sector del electorado femenino tuvo, en algún momento, por el mero hecho de ser
mujer.
Recuperar (ante los ojos
del mínimo auditorio que seguirá el debate de mañana) un cierto donaire que le
permita seguir –de acuerdo con las encuestadoras oficialistas– en un supuesto segundo
lugar, sin que ello suscite suspicacias o carcajadas, es el último cartucho que
le queda. Si no alcanza tal objetivo verá cada vez más lejos las suelas de los
zapatos de AMLO y sentirá cada vez más cerca el cansino ronroneo de la
camioneta de Quadri.
Éste sigue desempeñando,
por su parte, el indigno pero cómodo papel de muñeco de ventrílocuo. Por la
boca de Quadri habla Peña Nieto: sus propuestas son un catálogo de
las ofertas a los dueños de México y del mundo que el priísta no se atreve a
poner en sus labios. Hasta ahora ha exigido impuestos para alimentos y
medicinas; aumentar (¿cuánto más?) los precios de la gasolina y el diésel
mediante la eliminación de subsidios gubernamentales; agilizar la quiebra de
Mexicana de Aviación (cuya ausencia temporal beneficia a Interjet y Volaris);
construir un nuevo aeropuerto internacional en Atenco; mantener la presencia
del Ejército en las calles; extender la militarización del país a las aduanas;
suprimir el Infonavit; aprobar la reforma laboral que demandan Calderón y las
empresas europeas que trabajan en Nueva España para abaratar los despidos, y,
antes y después de todo, privatizar Pemex.
Víctima de una grave
disociación de la realidad, Quadri apoya a las televisoras que se negaron a
transmitir el debate porque, dijo, la gente está harta de los políticos y
sería un acto autoritario obligarla a verlos. Nadie, por todo lo anterior,
nadie se sorprenderá el día de mañana, a la hora del debate, cuando esta
especie de Titino –el famoso muñeco de don Carlos– dedique los dos minutos de
cada una de sus intervenciones a atacar al candidato tabasqueño, mientras Peña
Nieto, hablando con el estómago, se limitará a sonreír.
Al margen de la justa
indignación que el propietario de Tv Azteca –papá de Ninfa Salinas, candidata
del Partido Verde a un escaño en el Senado– provocó al negarse a transmitir el
debate por sus canales de alcance nacional, la maniobra debe ser vista con
mesurado optimismo. Imaginemos que un consorcio de empresarios anuncia el debut
de un fabuloso cantante de ópera y ofrece millones de boletos para asistir a sus
conciertos durante los próximos seis años.
Sin embargo, cada vez
que ese prodigio abre la boca ante auditorios dóciles y bien escogidos,
desentona. Y llega el momento en que por primera vez deberá cantar un aria
completa frente al más exigente de los públicos. De repente, entre sus
patrocinadores, cunde la alarma. El supuesto heredero de Caruso y Pavarotti
carece de cuerdas vocales: sólo es bueno, y no siempre, para hacer playback.
¿Qué pasará si el país se entera de que su campaña promocional, en la que
fueron invertidos miles de millones de pesos, no es otra cosa que una estafa?
Agorzomados por la angustia y el pánico, los empresarios
deciden colgar afuera de la sala de conciertos el letrero de nos
reservamos el derecho de admisión. Y prohíben la entrada a 98 por ciento de los
espectadores. No sólo para que, entretenidos en un partido de futbol sin el
menor chiste, no descubran la trampa del solista mudo, sino también, sobre
todo, para que no se enteren de que otro de los participantes canta bastante mejor
las rancheras, a pesar de que se come las eses.
En medio de la crisis
económica mundial más terrible de todos los tiempos y ante el agotamiento de un
modelo económico y político que llegó a su límite y no da más de sí, la
oligarquía mexicana sabe que su candidato no cuenta con el arrastre popular
suficiente para hacerse del Poder Ejecutivo; en cambio, no le cabe duda de que
no bien le ciña la banda tricolor les garantizará el saqueo de las riquezas
nacionales por seis años más, así que ha decidido apostar, frenética y
desesperadamente, al cuartelazo mediático para imponer al sucesor de Calderón,
tal como en 2006 nos impuso al de Fox, con las pavorosas consecuencias que
todos padecemos en carne propia.
Ante el debate de
mañana, a Ricardo Benjamín Salinas Pliego (quien se arroba como @ricardobsalinas) le tocó
efectuar la primera evaluación hidráulica de lasipomoeas batatas (léase, medir
al agua a los camotes), para estimar la capacidad de respuesta de los
seguidores de AMLO ante el cuartelazo mediático que se avecina. Y los
pejesimpatizantes en las redes sociales lo abrumaron con sus reclamos, a grado
tal que el magnate se sintió obligado a calificarlos de grupito de
tuiteros autoritarios, desafortunada triquiñuela retórica que malamente empleó
para minimizar la influencia creciente de medio millón de voces críticas al
PRIAN en Twitter, sobre un público pasivo de alrededor de 8 millones de
personas que se limitan a leer lo que sucede en ese ámbito de la sociedad
mexicana, donde ninguna policía y ninguna ley pueden meter a nadie en cintura.
Quienes tras el fraude
electoral de 2006 trabajaron a diario para evitar un nuevo despojo en 2012, las
noticias de esta semana –el llamado de Videgaray a cerrar filas en torno de
Peña Nieto, el foco rojo encendido por Standard & Poor’s y el respaldo que
98 por ciento de las televisoras regionales dieron a Tv Azteca, a la que
también apoyaron los consejeros del IFE, el otrora dicharachero secretario de
Gobernación y los intelectuales que se dedican a convencernos de lo aburridas que
están las campañas– significan que, por desagradables y deprimentes que
parezcan, las cosas van bien: los partidarios de la democracia continúan
tejiendo una red de 400 mil defensores del voto en las casillas, y ésta es una
de las muchas cosas que no pasan en la televisión y sin embargo le quitan el
sueño a los candidatos de la televisión.
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