Emblemático regreso
María Teresa Jardí
Lo autoritario no se cura con catálogos de buenas intenciones. El ser autoritario está lleno de ira, de resentimientos, de contradicciones y frustraciones. Se ve reflejado en el espejo y se siente convencido de que el mundo no lo merece. Pero igual y en el fondo sabe que la humanidad no merece seres con ese talante que a final de cuentas lo que hace y dice acaba por convertirse en mala decisión. El personaje autoritario se siente líder. Pero no es un líder. Se cree estadista y está lejos de entender lo que eso significa. Y además del autoritarismo a Peña se le suma el miedo que le da el estar constatando que la sociedad mexicana no lo quiere como Presidente.
Sería imposible encontrar en nuestro idioma un calificativo si el candidato del PRI no hubiera contestado al cuestionamiento de algunos intelectuales, entre los que se encuentran varios, por no decir que todos, los a modo del sistema, sin decir que se compromete a cumplir con los mandatos constitucionales. Ni más ni menos. Ni una propuesta de cambio verdadero. Y más allá de que seguramente sus ofrecimientos, calcados de lo dicho por Andrés Manuel, fueron relatados como respuesta por un asesor, son lo que cabría esperar de cualquiera como contestación a esas interrogantes. E incluso si él se hubiera visto obligado a responderlos con un lápiz en la mano las respuestas habrían sido las mismas dado que habría tenido el tiempo para escribir, borrar, pensar y mejorar cada una de ellas. Lo que tampoco quiere decir que esté dispuesto a cumplir con nada.Aquí la impunidad es lo que impera y a los gobernados se nos trata como estúpidos de manera generalizada por la clase política. Lo que dejó claramente evidenciado con su respuesta a los cuestionamientos de los estudiantes en la Universidad Iberoamericana.
Generando —lo que sí habrá que reconocerle a futuro, aunque no con el voto— el regreso emblemático de 1968 a la Plaza de las Tres Culturas.
La respuesta a lo de Atenco habría sido clara en alguien que tuviera el tamaño de lo que el país necesita como próxima cabeza del Ejecutivo federal. Lo que sí tiene AMLO. Lo que marca la diferencia entre un producto chatarra y un estadista. Máxime cuando la respuesta, inmediata, en el caso a la pregunta sobre lo ocurrido en Atenco, tratándose de la evaluación de un político por estudiantes universitarios, es lo que iba a dar la medida de la persona de que se trata. Y un ente que pintará para convertirse en estadista habría contestado de inmediato que lamentaba profundamente lo ocurrido y se arrepentía. Que reconocía que hubo un exceso de fuerza policíaca que, él, de llegar a ser elegido como Presidente se comprometía a castigar para cerrar las heridas. Que lamentaba profundamente la muerte de los jóvenes asesinados entre los que se encontraba Alexis Benhumea, un prospecto de ser humano brillante. Que reprobaba la violación sufrida por algunas mujeres como forma de represión policíaca y que él garantizaba que es algo que erradicaría, de llegar a ser elegido, no manifestándose como si ya lo hubiera sido, con castigos ejemplares y que elaboraría los proyectos de leyes que enviaría al Congreso para que a lo largo de existencia de México como país no se repitiera el regreso a la barbarie exacerbada que con la derecha panista se vive. Eso habría dicho quien pintara para ser un estadista. Pero Peña se alzó señalando el confort que le produce su mano asesina, la que, como Díaz Ordaz, volvería a aplicar, por supuesto. Ese es Peña y nadie más. Televisa puede introducir en la mente los productos chatarra que oferta hasta llegar a convertirlos en necesidades para sus televidentes. Pero Televisa no puede convertir en inteligentes a los políticos que como productos chatarra, para alzarse con el poder político del todo, vende.
En la Plaza de las Tres Culturas de manera emblemática está de regreso, vitoreando a AMLO, como el que todos queremos, 1968. El despertar estudiantil es la mejor de las nuevas.
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