Día del Trabajo premonitorio
Apuntes
Guillermo Fabela Quiñones
La celebración del Día del Trabajo confirmó el repudio de los asalariados a la política económica que ha llevado a más de dos terceras partes de la humanidad a niveles de pobreza inaceptables. Es muy alentador, en lo que respecta a nuestro país, el consenso de los participantes en las marchas que desembocaron en el Zócalo, sobre el rechazo al PRI y al PAN por estar al servicio de la oligarquía y ser los ejecutores de la tragedia que se vive en el país desde hace tres décadas.
Hay claridad entre la mayoría de trabajadores sobre la necesidad de sacar a la derecha de Los Pinos, pues de no hacerlo pacíficamente se corre el riesgo de que México entre en una situación de ingobernabilidad que sólo podría paliarse con el uso indiscriminado de la violencia del Estado, con la fuerza pública en calidad de maquinaria represora de la oligarquía.
Es alentador que una de las consignas más recurrentes a lo largo de las marchas haya sido: “Ni un voto al PRI ni un voto al PAN”. Esto demuestra que de nada ha servido la propaganda engañosa tendiente a hacer creer al electorado que se trata de partidos diferentes. Los asalariados, la mayoría de ellos, tienen la certeza de que representan lo mismo, que los priístas en Los Pinos serían los continuadores de una política de Estado antidemocrática que ha empobrecido a las clases mayoritarias a niveles sin parangón en América Latina.
Guillermo Fabela Quiñones
La celebración del Día del Trabajo confirmó el repudio de los asalariados a la política económica que ha llevado a más de dos terceras partes de la humanidad a niveles de pobreza inaceptables. Es muy alentador, en lo que respecta a nuestro país, el consenso de los participantes en las marchas que desembocaron en el Zócalo, sobre el rechazo al PRI y al PAN por estar al servicio de la oligarquía y ser los ejecutores de la tragedia que se vive en el país desde hace tres décadas.
Hay claridad entre la mayoría de trabajadores sobre la necesidad de sacar a la derecha de Los Pinos, pues de no hacerlo pacíficamente se corre el riesgo de que México entre en una situación de ingobernabilidad que sólo podría paliarse con el uso indiscriminado de la violencia del Estado, con la fuerza pública en calidad de maquinaria represora de la oligarquía.
Es alentador que una de las consignas más recurrentes a lo largo de las marchas haya sido: “Ni un voto al PRI ni un voto al PAN”. Esto demuestra que de nada ha servido la propaganda engañosa tendiente a hacer creer al electorado que se trata de partidos diferentes. Los asalariados, la mayoría de ellos, tienen la certeza de que representan lo mismo, que los priístas en Los Pinos serían los continuadores de una política de Estado antidemocrática que ha empobrecido a las clases mayoritarias a niveles sin parangón en América Latina.
Fue muy significativo que a los reclamos al “gobierno” de Felipe Calderón se sumara el sindicalismo oficial, agrupado en el Congreso del Trabajo (CT). En el mitin organizado por éste se puso de manifiesto igual repudio al neoliberalismo, estrategia que las bases de los sindicatos saben fue iniciada por los tecnócratas priístas. Aun cuando no lo hayan dicho expresamente, la mayor parte de trabajadores saben, porque lo han vivido en carne propia, que las políticas que provocan retroceso social y creciente desempleo, se vienen padeciendo desde hace tres décadas. Y también saben que Enrique Peña Nieto es el candidato de la oligarquía que pretende seguir conservando los privilegios adquiridos desde que los tecnócratas impusieron tales políticas.
Así lo dejan ver los discursos de los dirigentes, como el de la Confederación Obrera Revolucionaria (COR), Reyes Soberanes, quien afirmó que “no tienen razón aquellos que equivocadamente creen que restringir los salarios fortalece la economía”. Peña Nieto es de los que así lo creen, y lo demostró cuando fue gobernador del Estado de México, y lo sigue sosteniendo al ser un entusiasta impulsor de la reforma laboral, al igual que Josefina Vázquez Mota, mediante la cual los trabajadores quedarían en calida de esclavos modernos al perder todos sus derechos.
Por su parte, el vicepresidente del CT, Humberto Ojeda Silva, advirtió que “el desempleo y los graves retrocesos sociales, pueden ser causa de estallidos de odio y violencia”. Por supuesto le asiste la razón, aunque lo conducente hubiera sido que a continuación condenara a los causantes de tal realidad inaceptable. Claro está que entonces hubiera tenido que hacer un “mea culpa”, en cuanto que el sindicalismo corporativo ha sido un aliado incondicional, hasta la fecha, del grupo en el poder para la imposición de las políticas públicas que han ocasionado el agudo desempleo que padece México, el más grave en América Latina, de acuerdo con recientes indicadores de la Cepal.
Sin embargo, parece que de aquí en adelante su comportamiento deberá ser más favorable a los intereses de sus agremiados, pues de no hacerlo así los dirigentes serían rebasados, ante la imposibilidad de seguir manteniendo un estado de cosas totalmente adverso, que podría desencadenar una violencia incontrolable.
Parece que la clase obrera, la menos mediatizada, está consciente que continuar por el rumbo que nos impuso la tecnocracia salinista hace treinta años, no tendría otro fin que una debacle inmanejable de consecuencias muy graves. De ahí que la COR, por conducto de su dirigente, haya puntualizado que “no será cómplice de que en México se siga construyendo una enorme desigualdad”. Tendrán la oportunidad de demostrarlo el próximo primero de julio, votando por el Movimiento Progresista, cuyo abanderado es el único que no tiene compromisos con la oligarquía, como lo ha demostrado con hechos, por ejemplo al dar a conocer a los personajes que integrarían su gabinete, cosa que no pueden hacer Peña Nieto ni Vázquez Mota por estar maniatados por los intereses que representan.
Si acaso la oligarquía se saliera con la suya de llevar a un empleado a Los Pinos, dentro de un año sería imposible celebrar el Día del Trabajo, pues los trabajadores estarían convertidos en simples robots dedicados en cuerpo y alma a sus enajenantes tareas, en el mejor de los casos, porque en el peor estarían viviendo la tragedia de buscar de cualquier modo una sobrevivencia cada vez más dramática. Evitarlo será posible si se impide por medio del voto que Peña Nieto llegue a Los Pinos, pues la abanderada panista se ve muy difícil que pueda llegar al final de la campaña.
(guillermo.favela@hotmail.com)
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