Julio Hernández López
Astillero
Fábulas en Palacio
Autosatisfacción felipista
Apoyar a EPN
AMLO y el retiro
Fue un traje festivo a la medida. Discurso de
autosatisfacción entre datos y retórica complacientes. Logros y más logros en
la numeralia oficial aunque tales éxitos presuntos no resistan el contraste con
la realidad, liderazgo en lo interno y lo externo aunque pocos se enteren de
ello más allá de quienes forman el círculo adherido a la nómina, patriotismo a
prueba de balas aunque la invocada patria esté deshecha y a los gringos se les
haya permitido gustosamente meterse no sólo a la cocina, sino hasta la sala, el
comedor y la recámara. Felipe emocionado, al que se le quiebra la voz cuando se
refiere a su familia, esposa e hijos allí presentes, a quienes el auditorio
conmovido, puesto de pie, rinde largo aplauso. Felipe victorioso y justiciero
que cierra su alocución de tonos encendidos con un viva a México al que
precedió el anuncio de perseverancia enigmática cuando dijo que seguirá
sirviendo al país.
La descripción exultante de calderolandia, hecha ayer en
Palacio Nacional, debería activar mecanismos urgentes de protección del suelo
patrio, porque ante tanto portento es de preverse que oleadas de extranjeros
pretendan horadar las fronteras o llegar en viajes desesperados para
incorporarse al mexican dream sustentado en los discursos de Felipe
el optimista. Hartos de la violencia, la inseguridad, la corrupción, la
ineficacia, la frivolidad y la falta de democracia, pobladores de todo el mundo
podrían volcarse febrilmente en busca de acomodo en el México de Calderón, en
el que tantas cosas buenas se han logrado –según su oratoria y según la cascada
apabullante de propaganda en medios electrónicos–, que hoy –quién se atreviera
a haberlo pensado seis años atrás– las cosas son mejores que cuando el prócer
de origen michoacano se hizo del poder federal en condiciones precarias.
Pero, más allá de estas fábulas dolorosas de fin de
sexenio, Calderón hizo un campo en su autoelogio de ocasión para pedir a los
mexicanos que colaboren en lo esencial con el licenciado Peña Nieto –cuyo
nombre y apellidos pudorosamente no fueron pronunciados–, más allá de
diferencias. Junto a él, en las formalidades protocolarias, Jesús Murillo
Karam, el sombrío ejecutor de mano dura del equipo central del priísta que
también se ha hecho de la Presidencia de la República. Alianzas de hoy que provienen
de las cesiones del ayer apenas pasado: Felipe que hizo todo para frenar al
PAN, debilitar a la de por sí frágil Josefina luego tan delatoramente
vacacionista y garantizar el paso libre del ex gobernador del estado de México
que en reciprocidad habrá de garantizar impunidades –como el hoy saliente, FC,
lo hizo con su antecesor intocado, Vicente Fox– y valorar la posibilidad de que
en 2018 las tretas concertadas de la alternancia de partidos abran
camino a la esposa Margarita como candidata presidencial posdatada.
Además, claro, del mensaje concreto de que Lipe Derón
(así comenzó a ser llamado este personaje en 2006, con doble ausencia silábica
indicativa) seguirá luchando por México, entendido esto como advertencia de que
tratará de mantener el control del PAN, que desarrollará negociaciones con Peña
Nieto para impulsar reformas favorables a las élites contentas con el
bipartidismo funcional, y que buscará influir en las candidaturas intermedias y
las de 2018, con el interés conyugal (y familiar) antes mencionado.
Andrés Manuel López Obrador también ha hecho saber que
seguirá en activo. No se irá a reposar a su finca chiapaneca de retumbante
denominación ni se hará a un lado a causa de que nuevamente le ha sido
obstruido el camino rumbo a la Presidencia de la República. Se mantendrá en
activo, según hizo saber mediante un atento aviso tuiteado. Pasará a retiro,
advirtió, cuando la patria sea de todos, no de 30 potentados. Largo plazo
y objetivo de muy difícil consecución, pero no tanto como la otra condicional
impuesta por el tabasqueño: y cuando hagamos realidad el bello ideal de la
justicia.
El mensaje de perdurabilidad pejiana busca frenar el
oleaje de opiniones muy interesadas en que AMLO se jubile políticamente,
atribuyéndole responsabilidad personal en el fracaso reciente de la
izquierda electoral. No es, en realidad, que a esas voces tan analíticamente
generosas les preocupe el destino de la citada izquierda, ni que esta formación
ideológica cumpla un papel de equilibrio en el diseño político futuro
o que se haga valer la fuerza obtenida con el segundo lugar asignado
en el reciente proceso de compraventa presidencial. Lo que le urge a ese
conjunto de intereses es que AMLO se haga a un lado en el contexto de la
resistencia civil contra la imposición pero no solamente contra ella (cuya
frontera temporal llega al primer día de diciembre próxima) sino,
específicamente, contra las reformas impulsadas por el bipartidismo amafiado y
las siglas colaterales (Verde, Panal, chuchismo perredista).
En el reacomodo y en el reparto de cartas para el juego
del nuevo sexenio solamente López Obrador desentona. Con todos sus errores,
responsable directo de cesiones, zigzagueos y malos cálculos, López Obrador
logró levantar su campaña presidencial, consiguió el apoyo de segmentos
universitarios y de clase media que habían estado lejanos a él y provocó, ante
tal crecimiento, que el priísmo y el calderonismo, con apoyo de los fétidos
sótanos de ambas corrientes, construyeran un costoso escenario de forzado triunfo del
candidato de tres colores que ahora tendrá en su agenda inmediata el pago de
todos esos favores recibidos. Frente a esa reinstalación del peor priísmo (con
los añadidos del calderonismo, el foxismo, los verdes, la maestra y las
televisoras que también tienen ya sus bancadas) será necesaria una resistencia
civil que sólo puede ser nucleada hoy por López Obrador. De allí la urgencia de
promover su retiro inmediato. Por ello, también, el mensaje en Twitter que
muestra a AMLO deseoso de prolongar su vida política hasta alcanzar metas tan
sabidamente lejanas, por no decir que inalcanzables. ¡Hasta mañana, con Ebrard
internacional!
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Astillero
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