Los retos de la izquierda
Por: Jaime Ornelas Delgado
A pesar de haber sido un proceso electoral jugado con dados
cargados a favor de los personeros de quienes se mantienen en el poder
económico –es decir, el poder real–, la izquierda tan temida reto al destino y
logró obtener casi 16 millones de sufragios, cuya legitimidad está libre de
toda sospecha.
Los votos obtenidos por la izquierda se lograron a partir
de una campaña a ras de suelo y “casa por casa”, que contó con el respaldo de
un “Proyecto Alternativo de Nación” y una candidatura, la de Andrés Manuel
López Obrador, que supo expresar sin doblez ni simulación los anhelos de una
buena parte de los votantes. La cantidad de votos logrados el 1 de julio no
está mal si consideramos sobre todo la falta de equidad, y en general lo
fraudulento del proceso electoral, pero además que una buena parte de la
ciudadanía en México es culturalmente conservadora y (mucho muy) vulnerable a
la ideología burguesa sustentada en el consumismo y el temor al cambio.
Esta visión de la sociedad mexicana quiere explicar el
por qué, en un país con casi la mitad de población viviendo en condiciones de
pobreza, el Movimiento Progresista obtuvo aproximadamente un tercio de la
votación, pero también pretende romper el mito de que a mayor pobreza mayor
conciencia y capacidad política de resistencia y transformación social. Quienes
sustentan esta idea consideran que en algún momento los pobres se movilizarán y
doblegarán al poder, y ahora proclaman al seno del movimiento social la
inutilidad de la lucha política, es decir, de la vía electoral para acceder al
gobierno.
La contraparte, el reformismo, plantea que únicamente la
lucha electoral puede permitir cambiar el mundo. Sostienen que sólo desde el
gobierno es posible forjar una sociedad distinta a la neoliberal y un país
donde se gobierne con justicia y democracia.
Quienes sostienen ambas posiciones, parten de suponerlas
excluyentes. Sin embargo, López Obrador ha mostrado que no lo son, sino que más
bien cada una de ellas tiene su momento e incluso hay situaciones históricas
donde ambas pueden coincidir. Por ejemplo, no se puede aceptar el fallo del
Tribunal Electoral y hay que movilizarse para develar el carácter de clase de
instituciones como esa y, al mismo tiempo, es preciso organizarse para ganar
las elecciones del próximo, muy próximo, 2013. Si en el Distrito Federal, en
Tabasco y en Morelos se pudo imponer el voto ciudadano frente al voto
corporativo y adquirido, podemos pensar que eso mismo puede ocurrir, por
ejemplo, aquí en Puebla donde el Movimiento Progresista obtuvo una votación
superior a la del PRI–Verde y a del PAN por separado.
Esto significa que hoy la responsabilidad de la izquierda
en Puebla es muy grande: por un lado ha de mostrar que se moviliza por causas
justas, pero que también es capaz de llevar adelante una campaña electoral
propositiva, fresca e imaginativa y ofrecer un programa de gobierno que atraiga
a la mayor parte de la ciudadanía para lograr una votación a prueba de fraudes.
El reto no es menor, pero sin duda hay condiciones para enfrentarlo con éxito.
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