martes, enero 31, 2012
Sobrevolando el frente de guerra : Jorge Carrillo Olea
Sobrevolando el frente de guerra
Por Jorge Carrillo Olea
En una extraña oportunidad, hice un viaje al frente de guerra. No vi ataques, ni retiradas, envolvimientos ni combates aéreos. Conviví por tres días con una muy bien organizada, plural y amplia serie de ciudadanos de un estado del norte del país asolado no solamente por el crimen y sus fuerzas contendientes, sino por el dolor de ver cómo les trata el gobierno federal en un inentendible desprecio por sus dolor humano.
Del centro, como es el apelativo de allá al referirse a México, D. F., pero más bien al gobierno federal y su presidente, no perciben de él ningún compromiso específico, concreto con el sufrimiento regional. Como en una guerra en territorio extranjero, las víctimas locales no interesan al invasor. A Calderón le parece más interesante inscribirse en el record Guiness que comprometerse en el auxilio a víctimas inocentes de su guerra.
Estas víctimas que demandarían en lo particular un gran mensaje de humanismo, de calor, de afecto y esperanza, sencillamente no están en el registro presidencial. El les habla de un fideicomiso administrador de obras ante personas que han perdido a un ser querido, otros su patrimonio, otros son extorsionados, muchos ultrajados con secuestros. Ese gran líder, arrobador de la emoción constructiva sencillamente no es Calderón. Es un ser frío. Es cálido y emotivo sólo para con él.
Las autoridades locales se debaten en espacios de ambigüedad respecto de atribuciones que las últimas reformas legales han traído. Ahora tienen responsabilidades, de acuerdo con las reformas a la Ley General de Salud sobre el narcomenudeo, pero esas responsabilidades no han venido acompañadas de nada. Ni de información inductora, ni de oportunidades de capacitación y menos de recursos financieros. Habrá que ajustar leyes locales, varias, y aún no se ha hecho.
Paradójicamente y esto por su extrema importancia sería tema de un texto especial, la Procuraduría General de la República prácticamente no tiene delegaciones. Esta es una expresión contundente y por ello debe ser aclarada: Esa enorme responsabilidad que es el delito contra la salud, eufemismo jurídico, que tiene asfixiada a la Procuraduría, no es compartida en suficiencia por sus delegaciones estatales o regionales. Eso por una simple razón: porque carecen de medios. Es frecuente, contra lo esperado, que pidan ser reforzadas por las procuradurías y policías locales,
No tienen personal, no tienen instalaciones, no disfrutan de equipos electrónicos actuales, hoy universales. Se alojan en casas viejas adaptadas y lo que es absolutamente increíble no reciben, en vía de un exigible intercambio, información de inteligencia de nadie. No de sus matrices y compañeros, menos de ese llamado Cenro Nacional de Planeación, Análisis e Información para el Combate a la Delincuencia, el supuesto órgano de inteligencia de la Procuraduría General de la República que es sólo una broma amarga. Para nada de los elementos de la Marina y, sí, debe señalarse, hay una muy buena disposición de las Zonas Militares en el área.
Flota en las ciudades un ánimo de miedo. Este se refuerza, al decir de jóvenes profesionistas, al ver cómo antiguos compañeros de estudios ahora se señorean como amos del crimen en plazas medias y pequeñas y, quizá tan alarmante, cómo ganan prestigio social. Otros plantean recurrentemente: ¿por qué no han pescado al Chapo después de 12 años?, ¿el gobierno lo protege? Y la otra, si todos sabemos de movimientos, vemos antenas en el monte, camionetas también con esas armazones para radio, ¿por qué no los agarran?
Muchas personas, que no es extraño en esas latitudes, se han refugiado ya en sus propiedades en Texas, principalmente. Las escuelas privadas registran importantes bajas por una razón consecuente. Las empresas vinculadas con el turismo o al viajero simplemente han visto una importante disminución en la demanda de sus servicios. El comercio en general está a la baja y si a toda esta desgracia económica se suma la enorme pérdida en la agricultura y la ganadería como consecuencia de la sequía, verdaderamente la angustia, que no encuentra redentor, se está propagando.
Calderón, burlón, como respuesta a la solicitud de apoyos económicos y refiriéndose a un acuerdo de la Cámara de Diputados para crear un fondo de emergencia, les exclama: “Que me digan de dónde lo tomo”.
Sume usted, respetado lector, esta visión del frente de guerra y diría yo de varias guerras: La de Calderón, la del abandono moral, la descomposición social, la que se está librando contra la emergencia climática y sus consecuencias y veríamos juntos que estamos ante una manifestación más de que el país carece de gobierno.
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