María Teresa Jardí
Si le quedara un ápice de vergüenza a la clase política o mejor aún aunque fuera medio ápice de inteligencia, es obvio que en pleno proceso para elegir presidente los gobernadores del PRI no permitirían agresiones como la que la derecha panista fue a orquestar a Michoacán en contra de las casas de estudiantes pobres. Casas en las que sin duda también hay infiltrados porros usados por la clase política e incluso puede ser que por los narcotraficantes para sus propios fines como es obvio. En la inteligencia de que, sí, que son problemas a resolver, sin duda. Pero no precisamente en el momento en que se debate la ciudadanía por el dilema de votar o no votar. Aunque la ciudadanía le importe menos que un cero a la izquierda a la clase política o quizá por lo claro también que es eso para los ciudadanos. De cara incluso a sus propios votantes cautivos que igual dejan de serlo y voltean la vista a otro lugar en el momento de emitir el voto.
La clase política ha renunciado a la inteligencia y por eso incluso los que parecen buenos se convierten en malos en el instante en que los peores les ponen una zancadilla con la que siempre acaban cayendo.
Lo mismo pasó con Humberto Moreira que al primer golpe del PAN debió plantarle cara a Calderón. Debió reconocer sus errores, explicar su actuar y denunciar lo que está detrás de su persecución tornada en siniestra, al punto de que los protectores por su riqueza mal habida de comandantes como González Calderoni se arrogan el derecho de perseguir allende el Bravo a los enemigos políticos del compadre que se buscaba imponer como el preciso en el estado en que se deja a otro hermano que, ciertamente, tampoco debió ser dejado como gobernante.
Si le quedara un ápice de vergüenza a la clase política o mejor aún aunque fuera medio ápice de inteligencia, es obvio que en pleno proceso para elegir presidente los gobernadores del PRI no permitirían agresiones como la que la derecha panista fue a orquestar a Michoacán en contra de las casas de estudiantes pobres. Casas en las que sin duda también hay infiltrados porros usados por la clase política e incluso puede ser que por los narcotraficantes para sus propios fines como es obvio. En la inteligencia de que, sí, que son problemas a resolver, sin duda. Pero no precisamente en el momento en que se debate la ciudadanía por el dilema de votar o no votar. Aunque la ciudadanía le importe menos que un cero a la izquierda a la clase política o quizá por lo claro también que es eso para los ciudadanos. De cara incluso a sus propios votantes cautivos que igual dejan de serlo y voltean la vista a otro lugar en el momento de emitir el voto.
La clase política ha renunciado a la inteligencia y por eso incluso los que parecen buenos se convierten en malos en el instante en que los peores les ponen una zancadilla con la que siempre acaban cayendo.
Lo mismo pasó con Humberto Moreira que al primer golpe del PAN debió plantarle cara a Calderón. Debió reconocer sus errores, explicar su actuar y denunciar lo que está detrás de su persecución tornada en siniestra, al punto de que los protectores por su riqueza mal habida de comandantes como González Calderoni se arrogan el derecho de perseguir allende el Bravo a los enemigos políticos del compadre que se buscaba imponer como el preciso en el estado en que se deja a otro hermano que, ciertamente, tampoco debió ser dejado como gobernante.
En persona el gobernador michoacano debió haber ido a dialogar con los jóvenes en lugar de sumar sus propios sicarios a los sicarios federales.
Imperdonable error, el del actual gobernante michoacano, culpado casi en solitario por la brutal agresión, aunque en fotos y videos quede clara la brutalidad extrema de los sicarios federales. Mercenarios, pues, al servicio de la derecha panista a los que debemos dejar de llamar policía. En México no tenemos policía. Y si aspiramos, como sociedad, a cambiar las cosas tenemos que aprender a llamar a las cosas como son y no como fueron ni como tendrían que ser. Aquí no tenemos policía porque los cuerpos policiacos casi en su conjunto están en manos del hampa. Y esa realidad, constatable con sólo leer los diarios, es la que debe llevarnos a modificar nuestro propio actuar empezando por dejar de llamar policía a esos mercenarios represores, entrenados para controlar por la fuerza bruta al pueblo y para ser usados como apoyo a los delincuentes mayores que son los que nos desgobiernan.
Querer llenarse de estudiantes, convertidos en presos políticos, sólo se puede entender de un gobernante que lejos de apostar por la llegada de su partido a la presidencia le apuesta al continuismo. Si no quedara tan clara la ausencia de inteligencia se podría preguntar de a cuánto fue el cañonazo de la derecha panista al recién estrenado y ya acabado gobernante de Michoacán.
Un estado doblemente golpeado por haber sido la cuna, tanto de los Calderón, como del General Lázaro Cárdenas, con el que nada tiene que ver el nieto, que curó de espanto a los michoacanos por lo que toca a las terceras generaciones demostrando que no siempre son mejores y que a veces por malas espantan.
Y ni qué decir de Godoy, quien expulsó al PRD de ese estado, al punto de hacer salir al pueblo unido a votar por el PRI. Por el PRI que ya traiciona lo que se esperaría incluso por la más mínima inteligencia que no se hiciera al menos de cara a la elección que viene.
Aquí, ya se sabe, que nada es lo que tendría que ser. La vida toda, como las leyes, ha pasado a ser “perfectible”. Y quién sabe cuándo vaya a volver a ser lo que debe ser.
Y sólo les faltaba a los michoacanos sufrir al que nada más llegar ya se muestra como represor al mandar a sus propios sicarios a reventar a los estudiantes, que ahora se encuentran presos en las cárceles con las que se convierte a México, que ya está convertido en cementerio, también en un gigante presidio.
Buen ejemplo dan al mundo los estudiantes michoacanos de para qué sirven aquí las cárceles que concesiona García Luna a la iniciativa privada como negocio particular. Como las guarderías donde se achicharra a los niños. Manicomios a modo para pobres que se atreven a reclamar un derecho o que protestan contra las mafias políticas...
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