jueves, febrero 02, 2012

Apertura que huele muy mal : Guillermo Fabela Quiñones



Apuntes
Por Guillermo Fabela Quiñones
Apertura que huele muy mal


Ante el interés del gobierno federal, de abrir al 100 por ciento las telecomunicaciones al capital extranjero, la actual legislatura tiene el enorme compromiso histórico de impedir que se concrete una propuesta que va contra el interés nacional de salvaguardar los bienes y servicios estratégicos, de los cuales depende en gran medida el futuro de los mexicanos. Los legisladores están obligados a demostrar la inconveniencia de tal medida, contraria al imperativo de apuntalar un sector clave para la cohesión social del país. La modernización, que supuestamente se busca con la apertura, puede lograrse igualmente con inversionistas nacionales, sin poner en riesgo la seguridad nacional.
Sería gravísimo que se aprobara esta medida antipatriótica de Felipe Calderón, pues quedaríamos a merced de las trasnacionales que operan las telecomunicaciones, las cuales sólo ven por sus propios intereses. Es ingenuo suponer que con ello se lograría mayor competitividad en el sector, en beneficio del país, como afirma Dionisio Pérez Jácome, secretario de Comunicaciones y Transportes. Obviamente, los beneficios serían para las súper empresas, las cuales aprovecharían la infraestructura que, esa sí, se instalaría con recursos nacionales. Como así habrá de suceder con la fibra óptica, instalada con dinero del erario para que el duopolio televisivo la aproveche para sus particulares intereses.


A este paso, ya sólo faltaría que Pemex se vendiera a empresas extranjeras con el argumento de que sólo así sería factible hacer más competitiva a la paraestatal. Luego seguiría el turno de la Comisión Federal de Electricidad, con igual justificación, con lo que los mexicanos quedaríamos en calidad de mano de obra barata de empresas extrajeras. De ahí la urgencia de que sea aprobada la reforma laboral que legalizaría la esclavitud asalariada en México. Entonces seríamos habitantes de una nación ajena, simples individuos prescindibles a las órdenes de capataces extranjeros.
Le sobra razón al senador perredista Carlos Sotelo, miembro de la Comisión de Radio, Televisión y Cinematografía, quien afirmó que tal propuesta es una “subordinación del gobierno federal a las grandes empresas, a los monopolios y oligopolios extranjeros”. A su vez, Mauricio Toledo, miembro de igual comisión pero de la Cámara de Diputados, dijo que “hipoteca, en un capítulo más, la soberanía nacional, al poner en manos de extranjeros bienes fundamentales, como son las señales radioeléctricas, que por ley deben pertenecer al Estado”.
Tal parece que a Calderón le urge cerrar su “gobierno” demostrando hasta el final del sexenio una total y apátrida disposición para entregar a extranjeros los bienes nacionales que aún nos quedan. Como si estuviera seguro de que el PRI habrá de regresar a Los Pinos y quiere adelantar las decisiones que sabe tomaría Enrique Peña Nieto. Como apuntó el senador Alejandro González Yáñez, miembro de la Comisión Ejecutiva Nacional del Partido del Trabajo: “Tienen temor de que llegue Andrés Manuel López Obrador, y él no sólo la para (la propuesta de Pérez Jácome), sino revierte la privatización”.
Seguramente así habrá de suceder, para poner en marcha el proceso de rescate de la economía nacional bajo directrices patrióticas. Sólo así será posible asegurar el futuro de las nuevas generaciones de mexicanos, y viabilizar la marcha de las instituciones del país hacia su democratización, única vía para frenar el brutal deterioro del tejido social y fortalecer el Estado de Derecho, el cual por ahora es una mera entelequia. Llama la atención la facilidad (¿cinismo?) con que Pérez Jácome argumenta que la intención de abrir en su totalidad el sector de las telecomunicaciones, es para “ampliar la oferta de servicios a los usuarios y llevar las tecnologías de la información y la comunicación a cada vez más comunidades”.
Como si los mexicanos estuviéramos tullidos, fuéramos retrasados mentales o no contáramos con la suficiente voluntad para emprender acciones de largo alcance. Eso mismo se decía cuando el Presidente Lázaro Cárdenas expropió la industria petrolera a las empresas extranjeras que explotaban los hidrocarburos en su exclusivo beneficio. Pronto se demostró que los trabajadores mexicanos estaban preparados para hacerse cargo de la industria. La hicieron crecer de manera exponencial, como lo constatan los hechos, hasta convertirla en el motor del progreso del país.
De ahí la necesidad de que el Congreso cierre filas en torno al imperativo de cancelar de manera definitiva esta propuesta, que no sólo atenta contra el futuro de los mexicanos, sino que nos dejaría literalmente indefensos ante las empresas trasnacionales, que se ampararían en sus propias leyes para evadir cualquier responsabilidad legal en nuestro país. Vemos así que no es una exageración decir que estamos ante la última oportunidad de salvar a la nación, sin tener que recurrir a medidas extremas.
(guillermo.favela@hotmail.com)

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