viernes, febrero 24, 2012

¿Qué tan diferentes son...? : María Teresa Jardí



¿Qué tan diferentes son...?
María Teresa Jardí

Pudieron negarse custodios y funcionarios del penal de Apodaca a dejar escapar y en particular a entregar para ser asesinados a otros presos. Pudieron renunciar si no tenían el valor para negarse. Pero igual tiene que ver el hecho con el mal manejo de la seguridad pública por parte de quien usurpa. Puesto el instituto en manos de un delincuente de ligas mayores al que incluso le ha permitido Calderón la creación de un aterrador ejército paramilitar de hombres de negro sin que la sociedad atine a entender las consecuencias que a futuro pueden resultar del atroz hecho.
Es probable que custodios y funcionarios carcelarios hayan sido amenazados y posiblemente el miedo los haya impulsado a hacer, por corrupción, lo que hicieron.
No es el caso de Lujambio. No es el caso del que va a ser recompensado con la patente de corso que otorga una plurinominal para el Senado. No es el caso de quien, hasta hace unas semanas se nos decía que se moría, y hoy aparece como destinado a disfrutar de la patente de corso que en México se otorga a los delincuentes más connotados de la clase política con las curules del Poder Legislativo. No es el caso del que sumó a los abusos cometidos con el dinero del erario sustraído a los servicios que tendrían que otorgarse al pueblo mexicano. No es el caso de Lujambio, quien pudo renunciar sin poner en peligro su vida. No es el caso de quien a lo mejor también se benefició con el fraude cometido en agravio del pueblo mexicano, aprovechando el desgobierno fecalista para cometerlo, los festejos, fracasados, del Centenario de la Revolución y del Bicentenario de la Independencia. La primera nunca concluida. La segunda de plano cancelada del todo con la entrega del petróleo que le queda al país en el Golfo.


Lujambio se sumó, al menos, al fraude orquestado con los costos abultados de la estela de luz, mejor conocida entre los gobernados como la estela de las tinieblas y de la ignominia.
La diferencia estriba en que a algunos de los custodios y de los funcionarios, quizá, los meterán presos y al segundo se le otorga, por la misma derecha propiciadora de la conversión de las cárceles en campos de concentración, la patente de corso que recibirá con la plurinominal con la que obtendrá una curul en el Senado, que es con lo que se encubren, entre sí, los delincuentes de la clase política.
Qué tan diferentes pueden ser los reos fugados de los custodios y otros funcionarios de la prisión de Apodaca que les abrieron las puertas. Qué tan diferentes de los que les entregaron a los otros presos, que fueron asesinados en el penal de Apodaca, para propiciar la salida de los fugados. La única diferencia entre los reos fugados y los que hoy son investigados por la “fuga” es que los segundos pudieron y debieron renunciar. Pero es claro que a unos y a los otros el sistema les dejó como única posibilidad la de convertirse en delincuentes. Mientras que Lujambio siempre supo que la impunidad a él también lo cobijaba.
Se me dirá que siempre existe la posibilidad de elegir y que no todos optamos por convertirnos en delincuentes y será cierto. Antaño cuando se quería justificar la corrupción policiaca con aquello del bajo salario, que desde siempre han recibido en nuestro país los policías, respondíamos los militantes de izquierda que los maestros también ganaban poco y no por eso se convertían en delincuentes. Policías, presos y custodios son convertidos, por el sistema que a la mexicana se aplica, en individuos con una alta peligrosidad incluso para ellos mismos.
Debieron pensar los que propiciaron la fuga de unos, entregando a los otros para ser asesinados, en que el hecho les podía salir mal y en lo mal que les iría en la cárcel, los que la pisen, que serán los menos responsables, donde otros reos no asesinados, pero en condiciones de haberlo sido, podrán cobrar venganza, antes de ser, también ellos, condenados a morir, en aras de la fuga de los que más dinero tienen y por ello tienen también la capacidad de comprar a quienes han perdido hasta el más elemental sentido de respeto a la vida.
Productoras de canallas son las prisiones y nada habla mejor del retroceso de un país que el aumento de las penas y el crecimiento de la cárceles en aras de no resolver los problemas que sólo pueden ser resueltos por la prevención y propiciando buenas condiciones de vida digna para el conjunto de la población que conforma cada nación.
Pero no está en las prisiones solamente la evidencia de lo mal que va en México la cosa pública vinculada a la cosa política. El Poder Legislativo no da más de sí y por ello es de urgente necesidad la restauración de la Constitución de 1917 si de cambiar al México actual sin futuro posible por un México con un futuro en construcción se trata. Los custodios y funcionarios debieron renunciar. El miedo no los justifica. Pero Lujambio ni siquiera en el miedo tiene una excusa.

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