jueves, febrero 23, 2012

A la derecha lo que le interesa es el dinero : María Teresa Jardí



A la derecha lo que le interesa es el dinero
Por María Teresa Jardí


La ONU borda en el vacío, a sabiendas, cuando exige que se garantice la seguridad de los presos en las cárceles mexicanas. No hay garantía que valga cuando la sobrepoblación en las cárceles se convierte en regla. Sobrepoblación que remite al peor de los mundos imaginables a los internos que las más de las veces no tendrían que haber pisado una cárcel.
La prevención no es un capricho. La historia y su memoria impulsan la prevención como la enseñanza aprendida a bofetadas en los lugares donde a pesar que el imperialismo hace una atroz condena al mundo, se apuesta a la vida digna, en paz y con la tranquilidad. Vida que, entre otras cosas, propicia el combate real al delito.
El problema carcelario no se resuelve construyendo prisiones que sólo sirven para convertir a los internos en peores seres de lo que habrían soñado ser incluso los peores que ahí se internan. Prisiones a modo de la enseñanza a ser peores que se propicia en esos lugares que lejos de redimir generan el odio necesario para salir a cobrar venganza en el otro. Venganza contra quién sea y cómo sea. Cualquiera sirve para desahogar el agravio, las más de las veces injusto.
Cualquiera sirve para desahogar, en el daño proporcionado al otro, la exagerada pena, con la que se logra, porque así se busca, ahogar los buenos sentimientos que se hayan albergado en el que sobrevive a las inclemencias de esos verdaderos campos de concentración en que se encuentran convertidas las cárceles en México.


Hubo un intento, cuando México caminaba por sus mejores derroteros, de humanizar las prisiones. Su impulsor fue Sergio García Ramírez, quien en el Estado de México logró una cárcel de puertas abiertas con una alta efectividad por lo que toca a la rehabilitación de los internos. El mismo García Ramírez que años más tarde propiciara —entre otras cosas para poder deshacerse del director de Lecumberri, tanto poder tenía el individuo de apellido Franco y me parece que de nombre también Francisco— la creación de los reclusorios en el Distrito Federal para poder dividir a la población penitenciaria que se encontraba hacinada en Lecumberri. Reclusorios que por un tiempo fueron lugares dignos. Al colaborador de Sergio García Ramírez, el otro impulsor de las cárceles dignas y más tarde quien concibiera, no sé si equivocadamente o no, los penales de alta seguridad, al primer director de Almoloya, Juan Pablo de Tavira, certeramente lo asesinaron, quizá los mismos que hoy impulsan la creación de más cárceles como sustitutas, imposibles, de la prevención.
A la derecha lo único que le interesa es el dinero. El dinero por encima de la vida de los pobres condenados a no tener vida incluso en aras de pagar los caprichos de los que manejan el poder. Una vergüenza es que a Roberto Hernández se le haya rendido un homenaje en Bellas Artes por su aporte a la cultura. ¿Con qué dinero?, ¿con el del atraco llamado Fobaproa?, ¿con el de la venta del banco rescatado sin pagar ni un peso de impuestos? ¿Con dinero obtenido de manera aún más sucia? ¿Con qué dinero...?
Los invitados, pasto de presidio, en cualquier otro lugar del mundo que se respetara a sí mismo: “...Una noche de agradecimientos, cultura y música, se vivió en la sala principal del Palacio de Bellas Artes. Los invitados especiales no se ocultaron: el ex presidente Vicente Fox y su esposa Marta Sahagún, así como el presidente de la Bolsa Mexicana de Valores, Luis Téllez Kuenzler, y el ex director de PEMEX, Rogelio Montemayor saludaron a los asistentes...” dice, la nota, del diario La Razón (22/ 02/ 12), que da a conocer el hecho. Desmontadas del todo también en su estructura ética las instituciones culturales, sin que la sociedad en su conjunto atine a hacer conciencia de la gravedad que entraña el fin de la estructura ética incluso de las instituciones culturales. Hecho que en sí mismo demuestra que las cárceles mexicanas son sólo uno de los reflejos de lo podrido que todo se encuentra.

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