Ideas y Palabras
Elastichica
Josefina Vázquez Mota sonríe. Y sonríe. Y sonríe. Pero también hace otra cosa al arrancar su campaña presidencial. Como la protagonista “Elastichica” de la película “Los Increíbles”, se estira en una dirección con la mayor facilidad, y luego en la otra sin pestañear siquiera. Es la candidata que sabe decirle a cada quién exactamente lo que quiere oír. Puede desayunar en la mañana con los concesionarios de radio y televisión y salir ovacionada. Por la tarde recibe aplausos emocionados de los que están al frente de las radios comunitarias. Habla de “consolidar” el trabajo de Vicente Fox y Felipe Calderón, mientras aspira a un “México posible”, que sus predecesores panistas no lograron construir. Puede presentarse en un mismo día como una candidata del cambio y como un avatar de la continuidad. Josefina elástica, flexible, moldeable y por ello mismo difícil de aprehender. Difícil de entender.
No cabe duda de que es una mujer políticamente hábil y mediáticamente astuta. Ha sabido tender puentes entre tirios y troyanos, entre miembros del Gobierno y representantes de la sociedad civil. Ha sabido estar al frente de dos Secretarías importantes -Desarrollo Social y Educación- y crear equipos talentosos desde allí. Conversa, seduce, elogia, concilia, convoca. Se presenta como un personaje más cercano a la ciudadanía que sus contrincantes. Pero lo que la hace distintiva hasta este momento no son sus posturas sino su género. Lo que la hace memorable es esta coyuntura no es el hecho de apoyar la reforma política sino el hecho de ser mujer. Sólo en eso es válida su afirmación de no ser más de lo mismo. En todo lo demás representa la continuidad con las administraciones panistas de los últimos 12 años. No quiere romper con Felipe Calderón porque no sabría a dónde ir, qué decir, qué ofrecer, en dónde estar parada.
Es cierto, Josefina Vázquez Mota es mujer y eso le da la ventaja de la novedad. Pero es una mujer de convicciones poco claras y eso le restará apoyos si no se define y de mejor manera. Basta con escuchar la elasticidad de sus palabras, la maleabilidad de sus pronunciamientos. Afirma que “es momento de replantear la política pública en el campo mexicano”, pero no dice cómo. Dice que “no tiene miedo para enfrentar el crimen organizado”, pero no delinea la estrategia con la cual lo hará. Propone fortalecer el mercado interno pero no explica el plan para lograrlo. Insiste en la reconstrucción de la paz en el país, pero para asegurarla sólo ofrece darle a México el mismo trato que despliega con sus hijas. Dice que combatirá los monopolios cuando ella fue una de las negociadoras que llevó al PAN a apoyar la Ley Televisa, como coordinadora de campaña de Felipe Calderón.
Cuando se le pregunta sobre la homologación del IVA responde que “más que una medida parcial, lo que requerimos es una reforma hacendaria integral”. Cuando se le cuestiona sobre la necesidad de otra reforma energética contesta que “más que una reforma energética lo que requerimos es seguir trabajando en aspectos que no hemos reformado”. Cuando se le interroga sobre la posible desaparición del IMSS y del ISSSTE para crear un solo sistema de seguridad pública responde simplemente “tenemos que hacer una revisión profunda de las instituciones”. Y es aún más elástica y escabullidiza en el tema del combate al crimen y la guerra contra el narcotráfico. Reconoce la valentía personal de Felipe Calderón, pero más allá de eso no aporta más que la frase trivial, la declaración banal, la repuesta hueca.
Josefina habla mucho pero dice poco; sonríe mucho pero se compromete poco. Hasta hoy su candidatura es una falda abotonada con buenas intenciones. Y eso no será suficiente para afrontar el lento crecimiento de la economía, el escalamiento intenso de la violencia, el hartazgo ciudadano con el PAN. Si Josefina no empieza a asumir posiciones que la distancien de Vicente Fox y Felipe Calderón, acabará siendo la candidata del statu quo. Quedará aprisionada entre un Enrique Peña Nieto que ofrece el valor de la experiencia -aunque haya sido corrupta- y un López Obrador que ofrece el rompimiento radical a través de la República besucona. Quedará atrapada entre quien dice sí saber gobernar y el que promete hacerlo de forma fundamentalmente distinta. Quedará acorralada entre el esfuerzo de restauración priísta y el intento de seducción lopezobradorista.
En el discurso en el cual asume su candidatura, Josefina declara que el enemigo a vencer es Enrique Peña Nieto, que “no conoce a fondo los problemas del país y que tiene muchos compromisos”. Pues para confrontarlo y ganar, tendrá que remplazar la elasticidad por la congruencia, la maleabilidad por la toma de posiciones contundentes, el escabullimiento por la manifestación de posturas valientes. Tendrá que romper con los mismos compromisos que le achaca a Peña Nieto y que explican por qué el PAN ha podido hacer tan poco en los últimos dos sexenios. Tendrá que hacer una campaña de contrastes con el PRI del pasado y ello requerirá ser una mujer de hierro y no una mamá de plastilina.
No cabe duda de que es una mujer políticamente hábil y mediáticamente astuta. Ha sabido tender puentes entre tirios y troyanos, entre miembros del Gobierno y representantes de la sociedad civil. Ha sabido estar al frente de dos Secretarías importantes -Desarrollo Social y Educación- y crear equipos talentosos desde allí. Conversa, seduce, elogia, concilia, convoca. Se presenta como un personaje más cercano a la ciudadanía que sus contrincantes. Pero lo que la hace distintiva hasta este momento no son sus posturas sino su género. Lo que la hace memorable es esta coyuntura no es el hecho de apoyar la reforma política sino el hecho de ser mujer. Sólo en eso es válida su afirmación de no ser más de lo mismo. En todo lo demás representa la continuidad con las administraciones panistas de los últimos 12 años. No quiere romper con Felipe Calderón porque no sabría a dónde ir, qué decir, qué ofrecer, en dónde estar parada.
Es cierto, Josefina Vázquez Mota es mujer y eso le da la ventaja de la novedad. Pero es una mujer de convicciones poco claras y eso le restará apoyos si no se define y de mejor manera. Basta con escuchar la elasticidad de sus palabras, la maleabilidad de sus pronunciamientos. Afirma que “es momento de replantear la política pública en el campo mexicano”, pero no dice cómo. Dice que “no tiene miedo para enfrentar el crimen organizado”, pero no delinea la estrategia con la cual lo hará. Propone fortalecer el mercado interno pero no explica el plan para lograrlo. Insiste en la reconstrucción de la paz en el país, pero para asegurarla sólo ofrece darle a México el mismo trato que despliega con sus hijas. Dice que combatirá los monopolios cuando ella fue una de las negociadoras que llevó al PAN a apoyar la Ley Televisa, como coordinadora de campaña de Felipe Calderón.
Cuando se le pregunta sobre la homologación del IVA responde que “más que una medida parcial, lo que requerimos es una reforma hacendaria integral”. Cuando se le cuestiona sobre la necesidad de otra reforma energética contesta que “más que una reforma energética lo que requerimos es seguir trabajando en aspectos que no hemos reformado”. Cuando se le interroga sobre la posible desaparición del IMSS y del ISSSTE para crear un solo sistema de seguridad pública responde simplemente “tenemos que hacer una revisión profunda de las instituciones”. Y es aún más elástica y escabullidiza en el tema del combate al crimen y la guerra contra el narcotráfico. Reconoce la valentía personal de Felipe Calderón, pero más allá de eso no aporta más que la frase trivial, la declaración banal, la repuesta hueca.
Josefina habla mucho pero dice poco; sonríe mucho pero se compromete poco. Hasta hoy su candidatura es una falda abotonada con buenas intenciones. Y eso no será suficiente para afrontar el lento crecimiento de la economía, el escalamiento intenso de la violencia, el hartazgo ciudadano con el PAN. Si Josefina no empieza a asumir posiciones que la distancien de Vicente Fox y Felipe Calderón, acabará siendo la candidata del statu quo. Quedará aprisionada entre un Enrique Peña Nieto que ofrece el valor de la experiencia -aunque haya sido corrupta- y un López Obrador que ofrece el rompimiento radical a través de la República besucona. Quedará atrapada entre quien dice sí saber gobernar y el que promete hacerlo de forma fundamentalmente distinta. Quedará acorralada entre el esfuerzo de restauración priísta y el intento de seducción lopezobradorista.
En el discurso en el cual asume su candidatura, Josefina declara que el enemigo a vencer es Enrique Peña Nieto, que “no conoce a fondo los problemas del país y que tiene muchos compromisos”. Pues para confrontarlo y ganar, tendrá que remplazar la elasticidad por la congruencia, la maleabilidad por la toma de posiciones contundentes, el escabullimiento por la manifestación de posturas valientes. Tendrá que romper con los mismos compromisos que le achaca a Peña Nieto y que explican por qué el PAN ha podido hacer tan poco en los últimos dos sexenios. Tendrá que hacer una campaña de contrastes con el PRI del pasado y ello requerirá ser una mujer de hierro y no una mamá de plastilina.
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