miércoles, agosto 04, 2010

María Teresa Jardí : Muchas interrogantes y pocas certezas

Muchas interrogantes y pocas certezas
María Teresa Jardí


III
Recién rota la tregua, que no ha sabido aprovechar el Estado mexicano, inculta, amén de mala leche y ladrona, que es la derecha que a México desgobierna usurpando el Ejecutivo federal. Desarmada que está la estructura ética de todas las instituciones que forman la parte administrativa de toda república; podrida la jerarquía de las Iglesias y de los partidos y bien comprados los más altos miembros del Judicial y los del Legislativo federal y de muchos locales. Con la bajísima educación escolarizada alcanzada y con la monumental desinformación televisiva. Siendo el caso de que la tregua ya estuviera rota, de lo que no existe ninguna prueba, es difícil pensar que un grupo guerrillero mexicano recién salido de una tregua pacifista que a los mexicanos nos define y la que alcanza incluso y a pesar de cómo van las cosas a los que no viendo otra salida a la guerrilla apuestan para cambiar la situación.
En el entendido de que efectivamente se trata de un grupo del Bajío, como filtran lo que al que usurpa le conviene que sea filtrado. Es imposible pensar que se habrían atrevido a secuestrar a Fernández. Simplemente porque no sabrían cómo quitarle el chip, lo que ameritaba llevar un médico, incluso para que no se les desangrara quien iba a servirles para el objetivo elegido. Y toda vez que el fin elegido, tratándose de un grupo guerrillero, queda claro que nada tiene que ver con una reivindicación de índole política y de que necesariamente por ende sería el financiero. Es imposible suponer que en este primer momento serían capaces de eso. Las propias filtraciones hacen incoherente la mentira.
Más allá de que en los pasillos del poder corre otra versión alarmante para Fernández de Cevallos. Es con esos rumores con los que se obtiene, de a poco y como piezas de un rompecabezas, la información que, las más de las veces, es lo más cercano a lo que es cierto.
Queda claro que alguien como Fernández de Cevallos, que en el fondo se sentía intocable, bien pudo decir que tenía un chip implantado, que, efectivamente, no se había implantado.
Lo del chip, se dice, que lo filtró un diario y que el resto siguió a ese diario. Y entonces la pregunta tanto para los familiares de Fernández, como para los compañeros de partido, lo incluye al gafe agringado desgobernante, que acabado su sexenio ahora quiere escuchar lo que todo dios se ha cansado de decirle: que su estrategia es una tontería para garantizar la seguridad de nadie, más allá de la de García Luna si acaso y la de “El Chapo” mientras así convenga.
La pregunta para quien el Ejecutivo usurpa, para la familia y para sus amigos y para los miembros de su partido que tendrá que hacerle Diego es la de que ¿si lo de no haber desmentido de inmediato lo del chip no fue para que lo cortaran a trozos sus captores buscando el inexistente aparato? Si regresa vivo, Fernández va a tener que ajustar cuentas con su propia gente.
Toda la clase política tendría que ponerse a reflexionar sobre el sentir de la gente que en lugar de condolerse con la situación de Fernández, en el fondo la consideran justa y hasta habrá quien se alegre de la misma.
Y lo mismo tendrían que hacer las televisoras que también ya deben estar empezando a entender que por los más moderados de ridícula postura fue tratada la salida del aíre de sus comunicadores a raíz del “secuestro” o montaje televisivo de los otros.
El panismo usurpador y la telebasura y con ellos toda la clase política harían bien en preocuparse por el desprecio que en la sociedad mayoritariamente despiertan con sus actuaciones tendientes a acumular más y más lana pero con las que han perdido el respeto de millones de mexicanos y de todos los extranjeros
Y está también lo de la carta de Fernández. Basta haber cruzado 20 palabras con el panista una vez en la vida para saber que jamás iniciaría una comunicación a su familia y menos aún a sabiendas de que se puede hacer pública, diciendo que está sufriendo un infierno. Ni a sus hijos imploraría. Les exigiría. Y a los captores no les daría el gusto. Simplemente no va con la manera de ser del que se piensa el gran colonizador de México.
Pero además un grupo guerrillero no permitiría que pusiera eso un secuestrado, incluso porque los secuestros sirven también para explicar sus causas e incluso muchas veces para ganar adeptos y máxime es así en un primer momento y más aún recién acabada una larga tregua.

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