TENDAJÓN MIXTO
La derecha y la historia
Jaime Ornelas Delgado
Al parecer, la historia como actividad que interroga al pasado para encontrar respuestas a las urgencias del presente, importa poco a la derecha. Para ésta la historia nada significa, sobre todo si se pretende ocultar que únicamente la participación de la población hace posible las grandes transformaciones sociales que resuelven los conflictos que se presentan en la sociedad en cada momento histórico.
Pero los conservadores entienden a la historia como hazaña individual de personajes que, en diferentes momentos, actuaron movidos por razones estrictamente personales, por eso no extraña que en los llamados festejos del Bicentenario se cometan disparates como el paseo por la ciudad México de los restos de los próceres de la Independencia. ¿Qué humor macabro puede sugerir que esa exhibición morbosa –similar, y tal vez inspirada en ella, a la adoración de los despojos de Juan Bosco que recientemente se hizo en Puebla– es una forma de honrar a quienes encabezaron a un pueblo irredento que con singular intuición histórica se levantó en armas para cambiar su condición de explotado?
La derecha y la historia
Jaime Ornelas Delgado
Al parecer, la historia como actividad que interroga al pasado para encontrar respuestas a las urgencias del presente, importa poco a la derecha. Para ésta la historia nada significa, sobre todo si se pretende ocultar que únicamente la participación de la población hace posible las grandes transformaciones sociales que resuelven los conflictos que se presentan en la sociedad en cada momento histórico.
Pero los conservadores entienden a la historia como hazaña individual de personajes que, en diferentes momentos, actuaron movidos por razones estrictamente personales, por eso no extraña que en los llamados festejos del Bicentenario se cometan disparates como el paseo por la ciudad México de los restos de los próceres de la Independencia. ¿Qué humor macabro puede sugerir que esa exhibición morbosa –similar, y tal vez inspirada en ella, a la adoración de los despojos de Juan Bosco que recientemente se hizo en Puebla– es una forma de honrar a quienes encabezaron a un pueblo irredento que con singular intuición histórica se levantó en armas para cambiar su condición de explotado?
En el mismo tono de frivolidad y fasto se están moviendo los festejos del Bicentenario. Según Ric Birch, el productor australiano contratado para organizar la presentación en el zócalo de la ciudad de México del 15 de septiembre, que por cierto le costará a nuestro pueblo 600 millones de pesos, el festejo será “lo más espectacular que se ha hecho en México”. El montaje del espectáculo se divide en tres partes, la primera se basa en la metáfora de los cangrejos en la cubeta, donde los que en un esfuerzo individual quieren salir y son jalados hacia abajo por los otros, la mayoría, que envidiosos se lo impiden; en la segunda parte aparece un líder que ayuda a todos a ver más allá, los organiza y los conduce a la tercera parte llamada “Vuela México”, en la cual una red de más de 12 metros sostendrá frente al Palacio Nacional a 24 bailarines que realizarán una danza aérea que antecederá al grito.
El show incluye la representación de dos serpientes emplumadas: una maya, Kukulkán, y la otra mexica, Quetzalcóatl. La primera es un globo de helio de 60 metros “que será movido por 40 técnicos, como en el desfile que hace Macy’s en Nueva York”, que ofrecerá el efecto de ver volar a Kukulkán; en contraste, Quetzalcóatl se representará con seis carros de 10 metros de largo, “las plumas de Quetzalcóatl son 85 chavas voluntarias.”
Derroche, fasto inútil, banalidad y deformación de nuestros mitos, convertidos en espectáculo de consumo fácil se han convertido en el sello de los festejos. La nula visión del significado de la historia puede confirmarse con las declaraciones que hizo a la revista Proceso, una de las productoras del show, la arquitecta Mónica Raya, quien al ser cuestionada por lo costoso que estaba resultando la celebración del 15 de septiembre se preguntó: “¿no nos lo merecemos? Y se respondió, candorosa: “no tengo público que sea más significativo que el que voy a tener el 15 de septiembre. Llegarán voluntariamente porque esperan con anhelo ver lo que viene. Esto es para los niños que no pueden ir a Disneylandia.” Niños, entonces, que así jamás podrán comprender que sólo con la organización y la movilización popular se cambia la realidad social, no lo comprenderán porque estarán distraídos viendo volar un globo de helio que les dirán que es Kukulkán, cuyo significado en la historia de nuestro pueblo tampoco sabrán ubicar.
Mientras tanto, en el país ocurren cosas de una gravedad extrema. La pérdida de soberanía ha sido continua, al grado de que es difícil decir que México es una nación soberana. Lo mismo ocurre con la independencia. Sería un despropósito decir que nuestro país es independiente, por el contrario la dependencia económica, política y cultural se acentúa a partir de la estrategia neoliberal de sometimiento a Estados Unidos, que se viene sosteniendo desde hace tiempo; en cambio, la capacidad crítica y de resistencia de la sociedad parece haber sido vencida. En tanto, el show debe seguir.
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