Las trampas de la voracidad
Apuntes
Guillermo Fabela Quiñones
La encrucijada en la que se encuentra México no se podrá superar en un ambiente de crisis generalizada, que se pretende solucionar con el uso discrecional de las fuerzas armadas, de acuerdo con el interés del PAN de modificar en el Congreso la nueva Ley de Seguridad Nacional reglamentaria del artículo 89 constitucional, con el fin de que el Ejército no tenga impedimento legal alguno para actuar como lo considere conveniente el Ejecutivo. En el próximo periodo ordinario de sesiones, los legisladores del partido blanquiazul buscarán que se legalice la presencia permanente de las tropas en las calles, así como que se revierta la modificación hecha en abril en el sentido de que los militares que cometan violaciones a los derechos humanos de civiles deberán ser juzgados por tribunales del fuero común, y que se levante la prohibición de que el Ejército sea usado para reprimir movimientos sociales, laborales o políticos.
Apuntes
Guillermo Fabela Quiñones
La encrucijada en la que se encuentra México no se podrá superar en un ambiente de crisis generalizada, que se pretende solucionar con el uso discrecional de las fuerzas armadas, de acuerdo con el interés del PAN de modificar en el Congreso la nueva Ley de Seguridad Nacional reglamentaria del artículo 89 constitucional, con el fin de que el Ejército no tenga impedimento legal alguno para actuar como lo considere conveniente el Ejecutivo. En el próximo periodo ordinario de sesiones, los legisladores del partido blanquiazul buscarán que se legalice la presencia permanente de las tropas en las calles, así como que se revierta la modificación hecha en abril en el sentido de que los militares que cometan violaciones a los derechos humanos de civiles deberán ser juzgados por tribunales del fuero común, y que se levante la prohibición de que el Ejército sea usado para reprimir movimientos sociales, laborales o políticos.
Avanzar en semejante contrarreforma sería no sólo una imprudencia de suma gravedad sino una irresponsabilidad suprema, que afectaría de manera irreparable al propio Instituto Armado al meterlo en una trampa de la que no podría salir. Dejaría de ser un Ejército al servicio del pueblo para convertirse en una fuerza represora deslegitimada que acabaría convertida en enemiga de la sociedad nacional, tal como sucedió hace más de cien años cuando el Ejército porfirista se convirtió en guardián de los intereses del grupo que lideraban los llamados “científicos”. Si entonces nada pudo detener la avalancha revolucionaria, por más que las tropas del dictador Díaz eran muy numerosas y bien pertrechadas, ahora sucedería lo mismo pues los problemas fundamentales del país tienen un gran paralelismo entonces y ahora.
La alta oficialidad de las fuerzas armadas del país no debe olvidar el origen popular de las tropas, para no caer en la trampa a la que las quiere llevar la desmedida voracidad del grupo en el poder. Los soldados no deben ser convertidos en guaruras ni policías de crucero, pues ese no es su papel constitucional, mucho menos en una fuerza de choque al servicio de oligarcas que buscan implantar un Estado totalitario. Las consecuencias de semejante despropósito serían impagables y nadie saldría ganando, ni siquiera los oligarcas que sueñan con adueñarse del país sin tener que recurrir a desgastantes negociaciones en el Congreso o con estorbosas organizaciones laborales y gremiales. No, porque la inestabilidad y la violencia incontrolable no favorecen una sana recuperación de las inversiones ni tampoco un clima propicio para planear a mediano plazo acciones productivas.
Las pretendidas reformas estructurales de “gran calado” que tanto anhela la oligarquía no podrían llevarse a cabo en un ambiente de grave inestabilidad, menos aún si esas reformas en realidad no son otra cosa que políticas públicas orientadas a profundizar el predominio de intereses privados sobre los de la sociedad en su conjunto, como es el caso con las que busca imponer en materia laboral, energética, fiscal y política. Es preciso que se entienda que así como estamos no se puede planificar nada, como lo demuestra la realidad y el innegable fracaso del PAN al frente del Ejecutivo. Tal situación no podrá ser modificada con el uso de las fuerzas armadas, así como tampoco el crimen organizado podría ser vencido mediante las armas solamente, sin hacer hincapié, primordialmente, en el desarrollo social integral.
Sin embargo, tal objetivo es el que menos le importa al PAN como gobierno de empresarios al servicio exclusivo de éstos, tal como dijo Vicente Fox en un desplante de franqueza. Si Gustavo Madero, coordinador de los senadores del blanquiazul, tuviera un mínimo de congruencia, debería ser el primero en exigirle a Felipe Calderón que ofrezca a los mexicanos resultados concretos, como dijo al referirse al trabajo de los legisladores. Los únicos que hemos visto en cuatro años son el constante incremento de la violencia que ha cobrado ya cerca de 30 mil muertos en ese lapso, así como un imparable incremento de las ganancias del duopolio televisivo en pago al cogobierno que están ejerciendo con Calderón, quien pretende gobernar con base en spots televisivos.
Por eso es inaceptable que las fuerzas armadas se metan en la trampa que significaría actuar “legalmente” como simples policías o guaruras de la oligarquía. Así se convertirían en cómplices de una situación inaceptable, ultraconservadora, que está llevando al país al callejón cuya única salida sería la violencia defensiva de las masas empobrecidas y sin futuro. Aún es tiempo de que el Ejército retome el camino institucional, el que señala la Carta Magna claramente, para evitarle males mayores a la sociedad nacional, de por sí agobiada por tanta pobreza injustificable, tanto desempleo, tanta violencia irracional. Ya fueron muchos años de inmerecidos abusos contra las clases mayoritarias. Es tiempo de modificar tal estado de cosas. El Ejército mexicano debe estar siempre al lado del pueblo del que surgió institucionalmente.
(gmofavela2010@hotmail.com)
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