¡Ya basta!, pero del Pueblo
Apuntes
Guillermo Fabela Quiñones
En Nuevo León, antes del año 2000 el estado emblemático del empresariado mexicano, la realidad presenta la otra cara de una entidad federativa que le tuvo miedo al verdadero progreso en el 2006, y ahora paga las consecuencias. Las elites están muy alarmadas por lo que está ocurriendo y lanzan un ruidoso “¡Ya basta!” que no será suficiente para que la situación cambie a su gusto. Los organismos empresariales de más peso publicaron en días pasados un desplegado en el que exigen resultados efectivos en la lucha contra el crimen organizado. Sin embargo, no se ponen a pensar que tuvieron en sus manos la oportunidad de ayudar a que México dejara atrás las causas del caos que ahora estamos viviendo.
Apoyaron, de la manera más irresponsable e irreflexiva, un fraude electoral que necesariamente debía conducir al país al abismo al que estamos cayendo a gran velocidad. Ahora se alarman y se desgarran las vestiduras, como si no hubieran tenido una parte importante de la culpa en la situación actual, luego de tres décadas de nulo crecimiento real cuyas consecuencias estamos pagando los excluidos del modelo neoliberal. Claman en su desplegado: “Ya basta que las autoridades se coordinen con lentitud cuando lo que necesitamos es decisión y celeridad. Ya basta que los distintos órdenes de gobierno se echen la culpa, cuando lo que necesitamos es una estrategia común. Ya basta que subordinen el trabajo en diferentes frentes a sus fines individuales y partidistas”.
Apuntes
Guillermo Fabela Quiñones
En Nuevo León, antes del año 2000 el estado emblemático del empresariado mexicano, la realidad presenta la otra cara de una entidad federativa que le tuvo miedo al verdadero progreso en el 2006, y ahora paga las consecuencias. Las elites están muy alarmadas por lo que está ocurriendo y lanzan un ruidoso “¡Ya basta!” que no será suficiente para que la situación cambie a su gusto. Los organismos empresariales de más peso publicaron en días pasados un desplegado en el que exigen resultados efectivos en la lucha contra el crimen organizado. Sin embargo, no se ponen a pensar que tuvieron en sus manos la oportunidad de ayudar a que México dejara atrás las causas del caos que ahora estamos viviendo.
Apoyaron, de la manera más irresponsable e irreflexiva, un fraude electoral que necesariamente debía conducir al país al abismo al que estamos cayendo a gran velocidad. Ahora se alarman y se desgarran las vestiduras, como si no hubieran tenido una parte importante de la culpa en la situación actual, luego de tres décadas de nulo crecimiento real cuyas consecuencias estamos pagando los excluidos del modelo neoliberal. Claman en su desplegado: “Ya basta que las autoridades se coordinen con lentitud cuando lo que necesitamos es decisión y celeridad. Ya basta que los distintos órdenes de gobierno se echen la culpa, cuando lo que necesitamos es una estrategia común. Ya basta que subordinen el trabajo en diferentes frentes a sus fines individuales y partidistas”.
Cabe preguntarse: ¿No ha subordinado la cúpula empresarial el verdadero progreso del país a sus muy particulares e individuales intereses? Sus miembros más connotados se dedicaron a especular y aprovechar mezquinamente las oportunidades que les abrió el modelo expoliador más eficaz ideado por el hombre, sin ponerse a pensar que una situación tan irracional tendría consecuencias negativas tarde o temprano. No se conformaron con los beneficios que les ponía en charola de plata un Estado que se esmeraba en salvaguardar el principal patrimonio del sistema político: la estabilidad. Un Estado que hacía bien su trabajo para mantener equilibrios indispensables, que había encontrado un método razonable para favorecer un crecimiento sostenido, el de la llamada economía mixta y una firme política exterior.
Desde luego no toda la culpa es de la cúpula empresarial, sino que es compartida con los gerentes al servicio del imperio, liderados por ese genio del mal llamado Carlos Salinas de Gortari. Ahora, tres décadas después, el país no sólo camina sin rumbo sino que perdió la estabilidad, la seguridad y la confianza en el futuro. La elite empresarial está asustada por el monstruo que ayudó a crear y con la mayor desfachatez exige cuentas a los subgerentes que se esmeraron en servirles. Estos, por su parte, siguen en lo suyo: saquear al país sin ninguna consideración, al extremo de que habremos de convertirnos ya en importadores de petróleo, a pesar de que llegamos a ser la cuarta potencia petrolera del mundo, como lo anunció el director de Pemex, Juan José Suárez Coopel.
Se desmanteló al Estado mexicano y ahora la iniciativa privada no quiere ni puede cumplir la obligación que le corresponde de crear los empleos que antes proporcionaban las empresas propiedad de la nación. Al contrario, quiere quedarse con lo poco que le queda a ese Estado que calificaban de obeso para justificar el despojo, sin importar las tremendas consecuencias sociales que esos mismos empresarios están pagando. Muchos han tenido que cerrar sus negocios y marcharse al extranjero, y los que han podido hacerlo han abierto sus plantas en otros países por miedo a la debacle que se avecina aquí en suelo mexicano.
Por su parte, los priístas que contribuyeron al desmantelamiento iniciado en el sexenio de Miguel de la Madrid, como Francisco Labastida Ochoa, se alarman y echan la culpa al actual desgobierno de lo que ellos mismos propiciaron. El senador afirma que Pemex camina hacia la muerte y el IMSS a la ruina, al extremo de que no podrá cubrir el pago de pensiones en el año 2012. Así habrá de concluir una etapa siniestra sin parangón en el mundo, pues no se conocen situaciones similares de cómo un país con un gran futuro al salir de la violencia revolucionaria y organizarse para encauzar el progreso de la sociedad, acabó en la quiebra y sumido en una violencia irracional a la que la elite pretende poner fin con gritos destemplados, sin comprometer un ápice de sus privilegios.
Al contrario, pese a la gravedad de la situación que estamos viviendo, algunos de sus miembros quieren más beneficios, como sucede con Televisa. Pero no toda la culpa es de ellos, por supuesto, sino principalmente de los funcionarios que no quieren dejar pasar la oportunidad de enriquecerse, como sucede con Juan Molinar Horcasitas, quien por supuesto no se manda solo. De ahí que no quede otro camino al pueblo que gritar ¡Ya Basta! a tanta corrupción, tanto desatino, tanta traición a México.
(gmofavela2010@hotmail.com)
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