viernes, agosto 27, 2010

Guillermo Fabela Quiñones : ¿Hasta dónde vamos a llegar?

¿Hasta dónde vamos a llegar?
Apuntes
Guillermo Fabela Quiñones


Un siglo después de que se puso punto final a la práctica de la leva instaurada por la dictadura porfirista, “Los Zetas” la reviven con saña inaudita como quedó demostrado con la masacre en el municipio de San Fernando, Tamaulipas. Este sangriento episodio quedará en la historia como el más emblemático del periodo de mayor descomposición social ocurrida en México, luego de treinta años de neoliberalismo. Si la imagen del país estaba ya debajo del suelo, con el vil asesinato a sangre fría de 72 migrantes provenientes de El Salvador, Honduras, Ecuador y Brasil, los mexicanos quedamos al nivel de las peores dictaduras africanas.
Este es el legado del régimen actual luego de cuatro largos años de yerros y desaciertos que tienen a México en el borde de un abismo. “Los Zetas” son la contribución de Felipe Calderón al proceso de firme descomposición del Estado mexicano, pues no hay que olvidar que surgen al inicio de su gestión como una organización paramilitar creada para combatir a los cárteles del narcotráfico. No se previó lo que podría ocurrir ante la magnitud extraordinaria del negocio más lucrativo del mundo, y que finalmente ocurrió: el gobierno federal perdió el control de la organización paramilitar y ya no hay forma de revertir un gravísimo error.

Si no hubiera quedado un sobreviviente, el ecuatoriano que se salvó de milagro y pudo dar aviso a un comando de marinos de la atrocidad cometida, nada se hubiera sabido del terrorífico homicidio múltiple del que no se tienen antecedentes en tiempos de supuesta paz. Es de suponerse que no era la primera vez que “Los Zetas” ejercían su derecho de paso a migrantes para obligarlos a sumarse a sus filas o morir. En este caso decidieron no aceptar la propuesta y pagaron con su vida. Sin embargo, el sobreviviente quedó vivo para dar testimonio de una atrocidad que será largamente recordada, y de la que se hablará mucho tiempo en las naciones de donde eran originarios los infortunados migrantes.
Es muy lamentable que un país como el nuestro, que llegó a tener un futuro luminoso después de la Segunda Guerra Mundial, se encuentre en las condiciones que lo definen como un Estado fallido, canallesco, sumido en la peor crisis de su historia, pues nada justifica lo que está ocurriendo en una nación que supuestamente había entrado en una etapa más progresista, al dejar atrás setenta años de inmovilismo político que derivaron en una evidente caducidad de las instituciones.
Tan lamentable situación patentiza lo erróneo de una estrategia implantada a tontas y a locas, sin tener una mínima idea del problema que se iba a crear al pretender alcanzar una fácil victoria contra un enemigo al que se subestimó absurdamente. Ahora, el descrédito no sólo es para Calderón sino para México, situación de la que será muy difícil salir, menos si no se toman decisiones firmes por parte del Congreso de la Unión orientadas a corregir de raíz un problema que tiende a agravarse, como lo demuestra lo ocurrido en el municipio de San Fernando, Tamaulipas.
En cualquier otra nación con pretensiones de asumirse como una democracia, los otros poderes tomarían cartas en el asunto para evitar un colapso irreparable. Aquí aún no porque no existe la figura de revocación de mandato, pero sí el mandato constitucional que otorga facultades al pueblo (el Congreso de la Unión como el representante de éste) para salvar a las instituciones cuando el Ejecutivo las pone en peligro. Bajo este punto de vista, es falso el planteamiento de Calderón de que los enemigos reales del país son las bandas del crimen organizado. Lo serían si constituyeran un estado dentro del Estado, y eso aún no acontece.
El enemigo a vencer es la descomposición que propició el fortalecimiento del crimen organizado, que se organizó a partir de que fue obligado a ello cuando el gobierno federal intentó crearse una imagen favorable combatiéndolo con los ojos cerrados, sin un plan específico. Ni siquiera se actuó como lo hace un apicultor, quien primero valora las posibilidades que tiene el enjambre de esparcirse lejos de la colmena. No, porque lo que deseaba Calderón era hacer gala ante la opinión pública de su firmeza y valentía para combatir a enemigos que al sentirse agredidos iniciaron un proceso de dispersión que los llevó lejos de sus guaridas tradicionales.
Lo que deseaba Calderón era “cacarear” su guerra contra bandas criminales a las que orilló a defenderse, cuando lo sensato y aconsejable era haber llevado esa lucha con la mayor discreción para evitar que se alertaran los capos. Ahora la ofensiva la tomaron ellos y el gobierno federal está a la defensiva, en clara situación adversa desde todos los puntos de vista, en lo táctico y en lo estratégico. Ahora el país es víctima de una realidad muy dramática que será muy difícil revertir, menos aún si no se toman acciones a la altura de la complejidad del problema. ¿Hasta dónde vamos a llegar?
(gmofavela2010@hotmail.com)

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