jueves, junio 24, 2010

Jaime Ornelas Delgado : La muerte

TENDAJÓN MIXTO
La muerte

Jaime Ornelas Delgado


Cuando el poeta peruano César Vallejo, escribía “Hay golpes en la vida tan fuertes... yo no sé! / Golpes como del odio de dios; como si ante ellos, / la resaca de todo lo sufrido / se empozara en el alma... yo no sé!”, posiblemente se refería a la muerte de aquel o aquellos por quienes sentía afecto. Así se siente, como un golpe alevoso, la muerte primero de José Saramago y, cuando no nos reponíamos de la noticia, enterarnos de la muerte de Carlos Monsiváis. Ambos fueron comunistas, Saramago hasta su muerte militante del Partido Comunista Portugués por lo que fue perseguido y acosado por la dictadura profascista de Antonio Oliveira Salazar; Monsiváis desde joven cercano a la Juventud Comunista y luego miembro del PCM, fue víctima de la intolerancia de entonces y fue expulsado por participar de la tesis de José Revueltas que negaban la existencia histórica del partido, aunque nunca se alejó de todas las luchas populares y participó en todas las causas perdidas en un país, como el nuestro, de causa perdidas.


Ambos dejan un legado enorme a la cultura y animarán las nuevas luchas por venir. Muchas novelas de Saramago se seguirán leyendo y los análisis de Monsiváis seguirán sirviendo “para documentar nuestro optimismo”. Sin embargo, los dos seguirán haciendo falta, uno para permitirnos el deleite de leer sobre la condición humana y otro para entender mejor al país de Por mi madre bohemios y castigar los hilarantes dislates de los funcionarios de toda laya. (A unos dos años de finalizar el gobierno de Vicente Fox, le preguntaron a Monsiváis: “¿Qué espera usted del régimen?” Y de inmediato respondió: “Que termine”)

Finalmente, la vida se ha ensañado con los mexicanos, las muertes recientes de Carlos Montemayor y Bolívar Echeverría dejan enormes huecos que no será sencillo llenar y porque ellos jamás claudicaron el único homenaje que se les puede ofrecer es redoblar la lucha por el nuevo mundo posible por el que todos ellos soñaron.



Se pasan de ingenuos...



Los priistas ahora se quejan de la guerra sucia que, con apoyo de la presidencia de la República, ha emprendido el PAN y sus aliados contra los candidatos del PRI. Se filtran conversaciones telefónicas que sólo el gobierno federal puede hacer. Son ilegales, sí, pero Jesús Ortega, César Nava y Camacho Solís las justifican diciendo que “la sociedad debe enterarse de las violaciones sistemáticas en que incurren esos gobernantes”. Es decir, se combate los delitos con otros delitos.

Pero qué esperaban los priistas si en 2006 ellos fueron testigos mudos de la campaña mendaz emprendida contra López Obrador; ¿después de eso creerían que los panistas no iban a utilizar ese tipo de campañas con ellos por el “sólo hecho” de haberles dado su apoyo cómplice para que Felipe Calderón tomara posesión de la presidencia que no ganó en las urnas, según han presumido los propios priistas? Como dicen, en el pecado llevan la penitencia y ya se enteraron que los panistas no son de fiar, pero sobre todo el PRI está pagando la traición que contra la democracia consintió y cometió en 2006.

Esta situación me hace recordar la moraleja de la fábula del alacrán que cruzaba el río sobre la espalda de la rana, a la que terminó por clavarle sus tenazas y, agonizando, la rana que lo ayudaba, le preguntó “¿por qué lo hiciste? Es que es mi esencia”, respondió el alacrán viendo morir lentamente al ingenuo anfibio.



Histeria colectiva



Ante lo que ocurre con las expresiones populares derivadas de los resultados del futbol, deberían prenderse los focos rojos respecto a la capacidad mostrada por los medios masivos de comunicación para provocar la histeria colectiva.

En México, Televisa y TV Azteca parecen tener el control absoluto sobre la voluntad popular. El nacionalismo ramplón alentado por esos monopolios se puede convertir en un chauvinismo políticamente peligroso que puede ver como enemigo a quien disiente del poder. Las masas despolitizadas y movidas por consignas de consumo fácil, pueden conducir al surgimiento de regímenes de corte fascistoide que todos dicen no desear pero que muchos alientan de manera subrepticia.

El hartazgo por la política, si es lo que anuncia la guerra sucia, o la violencia desmedida y sin control, la ingobernabilidad y la influencia de los medios, puede conducir a demandar un régimen autoritario y eso si sería un retroceso.

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