jueves, mayo 06, 2010

Guillermo Fabela Quiñones : Apuntes

Por decreto, fin a la violencia


Apuntes
Guillermo Fabela Quiñones


Es característica común de los regímenes dictatoriales gobernar por decreto, por eso no debe extrañarnos que sea fácil para el secretario de Gobernación, Fernando Gómez Mont, afirmar que “el ciclo de violencia” disminuirá en junio, y que las cifras relativas a hechos del crimen organizado, bajarán “tal vez a finales de este año”. ¿En qué basa su certeza de que a partir del próximo mes se reducirá la violencia extrema que nos afecta a millones de mexicanos desde hace cuatro años? No lo dijo, simple y llanamente le pareció fácil externar esas fechas en conferencia de prensa conjunta con la secretaria de Seguridad de Estados Unidos, Janet Napolitano.
Para el ciudadano que vive en carne propia la zozobra producida por los enfrentamientos a balazos, cada vez más comunes en muchas partes del país, es impensable suponer siquiera que la violencia habrá de acabarse por decreto, mucho menos cuando no hay indicios de que se quiera actuar con el fin de corregir las causas que inciden en el flagelo. Esto sin olvidar que el principal instigador de violencia es el propio gobierno federal, con sus políticas antidemocráticas que afectan el sano devenir de las relaciones sociales en el país.

No es casual que mientras México fue una nación en ascenso, con altas cifras de crecimiento sostenido y amplia movilidad social, la violencia era un fenómeno excepcional, aun cuando hubo episodios que pasaron a la historia por los efectos que tuvieron en el tejido social, como los movimientos protagonizados por maestros y ferrocarrileros en los años cincuenta y sesenta del siglo pasado, que fueron reprimidos con lujo de violencia por fuerzas policiales. El emblemático movimiento estudiantil de 1968 es otro ejemplo de protesta social acallada, con resultados trágicos, por el gobierno federal. Pero la violencia generada por la preeminencia del crimen organizado no existía.
La violencia que estamos sufriendo los mexicanos es una de las consecuencias más dramáticas del neoliberalismo, al igual que la generación de pobreza y toda la secuela de problemas colaterales que trae aparejados una situación tan calamitosa para la mayoría de la población. Tampoco es fortuito que las naciones con menos problemas sociales, con más altos niveles de desarrollo, como Noruega, Suecia, Islandia y Dinamarca, sean también las que tienen menores índices de violencia. De hecho, la criminalidad es prácticamente inexistente en esos países, que se caracterizan por contar con una organización social exenta de contradicciones.
En cambio, México ha estado avanzando a paso firme hacia el abismo de la descomposición social, gracias a que el Estado dejó de cumplir sus responsabilidades básicas, como garantizar altos niveles de empleo y salarios remuneradores que influyeran en un positivo desenvolvimiento de la vida económica. De igual modo, se olvidó de crear condiciones objetivas para asegurar el buen funcionamiento del Estado de Derecho. México es ahora el reino de la impunidad, de la mercantilización del aparato de justicia, de la corrupción en todas las formas imaginables. De ahí el surgimiento de una violencia sin precedentes, que está poniendo al país en riesgo de una guerra civil porque no hay visos de que el Ejecutivo tenga capacidad para enfrentar el fenómeno.
Vale insistir que por decreto es impensable que se pueda acabar la violencia extrema que estamos sufriendo los mexicanos comunes. No tiene caso que se hagan declaraciones flamígeras, contundentes, para hacernos creer que “vamos por el camino correcto”. Nadie se los cree. Los hechos demuestran todo lo contrario, que corremos aceleradamente por el rumbo equivocado, porque el grupo en el poder ni quiere ni puede enfrentar las causas profundas de la violencia, que él principalmente contribuyó a generar con sus abusos y políticas antidemocráticas en el ejercicio de gobierno.
Así como la marcha exitosa de la economía es producto de políticas públicas correctas, con un amplio sentido social y democrático, así también la lucha en favor de la seguridad y la paz puede ser exitosa en la medida que se puedan poner en práctica acciones institucionales orientadas a frenar todo aquello que propicia descontento ciudadano, corrupción generalizada, violencia social imparable. El crimen organizado es el último eslabón de la cadena propiciada por la violencia extrema contra la sociedad que representa el neoliberalismo. Mientras no se liquide esta forma de explotación irracional de los pueblos, los problemas sociales irán en aumento, como lo patentizan hechos muy claros, como la extensión de la pobreza incluso en países altamente desarrollados, como Estados Unidos, Gran Bretaña, Alemania y Francia, y de manera muy evidente en la crisis que está viviendo Gracia en estos días. ¿Qué caso tiene entonces que Gómez Mont nos salga con que la violencia disminuirá en junio? ¿A quién le quiere ver la cara?

(gmofavela@hotmail.com)

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