jueves, mayo 17, 2012

Nomás digo ¿no? : María Teresa Jardí


Nomás digo ¿no?
Por María Teresa Jardí

No dejan de ser sorpresivas las muertes de los que denuncian el crimen que contra el pueblo mexicano está cometiendo la derecha entreguista y a modo de los dictados de su amo el gobierno gringo. No dejan de tener un componente de extrañeza las muertes de los pocos intelectuales que le quedan a México, que se niegan a convertirse en uno más del montón que han renunciado a ver y denunciar lo que realmente ocurre con un país donde con impunidad absoluta se masacra, con una crueldad inaudita, a los pobres.
La muerte llega cuando llega, claro está. Y la muerte llega para todos, por ahora todavía, de manera evidente. Quizá lograrán los muy ricos descubrir la forma de no morir. El dinero tirado buscando la vida eterna les va a ser revertido por la naturaleza que a todos por igual está enviando el mensaje del cansancio que le genera la inmoral e inconcebible depredación que el hombre comete contra ella.

Pero en un país donde la muerte se decide por cualquiera sin el menor respeto a la vida, olvidado que ha sido incluso que el primer derecho, presupuesto para ejercer el resto de derechos, lo es la vida. No dejan de ser incomprensibles las muertes sorpresivas, que curiosamente se van dando, de intelectuales con presencia importante en el mundo de la letras y en el jurídico (en la última entrega Carlos Fuentes y en la recientemente anterior Jorge Carpizo). Muertes inesperadas del todo de intelectuales importantes, que en lugar de aceptar cerrar los ojos y convertirse en otro a modo más, denunciaban alarmados lo que ocurre incluso con relación al sometimiento del organismo regulador de las elecciones ante el poder de facto que, la telecracia, por ahora tiene, pero la que busca, en la elección que viene, hacerse del todo, con el poder político.
No dejan de ser curiosas esas muertes, no esperadas todavía. En fin... Nomás digo ¿no?
De Carlos Fuentes yo me quedó con uno de sus cuentos llamado “La dos Elenas”. Cuento antecesor, probablemente, de “Aura”, que por supuesto también es para mí una de las mejor logradas novelas, de entre las cortas, que tienen sin duda el valor que les da la redondez que alcanzan a pesar de la brevedad de las mismas o debido quizá a esa brevedad que las convierte en entrañables para el resto de la vida. Cuento y novela que por sí solas lo debieron hacer acreedor al Premio Nobel, el que se le hubiera otorgado, estoy convencida, si hubiera caminado a convertirse en un a modo más a la mexicana tan de moda por estos días.
No me parece que Carlos Fuentes haya sido parte del boom latinoamericano a pesar de que efectivamente “La muerte de Artemio Cruz” sea una novela que pudiera ubicarlo ahí. Y al decir esto no pretendo restarle ningún mérito a su extensa obra literaria. Pero me quedo con su compromiso político esbozado de manera clara en sus artículos periodísticos y con sus respuestas consignadas en las muchas entrevistas concedidas.
Su vida no debió ser fácil. Marcada por la tragedia que significa la muerte adelantada de los hijos. Puede ser que la muerte finalmente haya llegado, de manera natural, como respuesta.
Pero no puedo dejar de pensar en que a mi iaia también de madrugada se le presentó, hace muchísimos años, una hemorragia generalizada. No aceptó ser llevada a un sanatorio y el médico, pueblerino, se podría decir, llegado de España también como refugiado, convertido asimismo en México en médico de la familia, le salvó la vida. A pesar de lo difícil que era la paciente. La que no aceptó ni siquiera que la vitamina k se le pusiera inyectada. Mi iaia vivió 18 años después de eso sin pisar un sanatorio o quizá por eso, bien se podría pensar por estos días.
No deja de ser extrañísimo que en México en los nosocomios para ricos lo mismo se les “muera” alguien de una operación sin importancia, que otro de una hemorragia, que antes incluso en una casa, por un médico de pueblo, era controlada.
Y lo más curioso es que tanto Jorge Carpizo como Carlos Fuentes hayan sido de los pocos intelectuales que estaban cuestionando a la derecha que masacra pobres impunemente. Y de los pocos que se daban cuenta, y lo decían, más Fuentes, que Jorge en público, pero ambos estaban convencidos del peligro que también significa para México la llegada de Peña Nieto, al que Televisa busca sentar en la silla del Ejecutivo federal “haiga sido como haiga sido”.
Lo más curioso de esas muertes inesperadas es que se dé en dos importantes intelectuales que apoyaban la llegada de AMLO, convencidos, como millones de mexicanos, de que de esa llegada depende la última posibilidad, para México, de cambiar el rumbo. Nomás digo ¿no?



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